miércoles, 29 de septiembre de 2021

Alfonso Botti: Con la tercera España. Por Luis Ignacio Martín Montón

Botti, Alfonso: Con la tercera España. Luigi Sturzo, la Iglesia y la Guerra Civil Española. Alianza, Madrid, 2020. 312 páginas. Traducción de Carlos Caranci Díez-Gallo. Comentario realizado por Luis Ignacio Martín Montón.

¿Realmente todos los sectores del catolicismo, español y europeo, apoyaron al bando denominado “nacional” en la Guerra Civil Española? El historiador e hispanista italiano Alfonso Botti, a través de un trabajo muy concienzudo, exhaustivo y meticuloso, nos ofrece una respuesta negativa a esta pregunta. Hubo muchos católicos europeos que no apoyaron a Franco, sobre todo al principio. Eso no quiere decir que estuvieran del lado republicano, sino que se empeñaron en separar catolicismo de ideología, de partidos políticos, especialmente de la derecha, pues era a esta a la que se le asociaba habitualmente; no se resignaron a la identificación simplista y monolítica de que ser católico era sinónimo de monárquico, anticatalán o directamente fascista, consideración esta que en ciertos círculos ha durado, si no hasta nuestros días -siendo benevolente-, hasta hace bien poco. 

Entre estos católicos comprometidos —principalmente y sobre todo con la paz— destacó la figura de Luigi Sturzo, un sacerdote y político italiano, fundador del Partido Popular Italiano, antecedente de la Democracia Cristiana, antifascista y, por ello, exiliado de su país por orden de Mussolini. El autor toma los artículos, la correspondencia y la obra en general de Sturzo como hilo conductor del libro, y nos retrata a un pacifista “con una competencia, sobre los asuntos de España, superior a la de un español” (p. 65), alguien que previó con lucidez consecuencias nefastas para todos y que nadie adivinó. En plena guerra, promovió el llamamiento a la mediación internacional creando una serie de comités por la paz que fracasaron en sus intentos, pese a lo pormenorizado de su organización que incluía esquemas de armisticios más o menos concretos; se nos dibuja así a Sturzo como un hombre sensato y conciliador, que no fue escuchado, al menos, no lo suficiente. Y no fue el único: los círculos en los que se movió, españoles y del resto de Europa, denunciaron que muchos católicos antepusieron la política a la moral y que quisieron convertir a la Iglesia en un bando, e hicieron hincapié en que la religión no era un móvil ni una finalidad en esta guerra. Asistieron horrorizados a los graves errores criminales que cometieron unos y otros —los asesinatos contra el clero solo por serlo o los bombardeos de ciudades abiertas como Guernica, por señalar ejemplos de ambos bandos— y como seguidores de Cristo no entendían que la paz no fuera factible, ni siquiera contemplada como posibilidad: “Si unos trabajan para destruir el cristianismo, los otros lo comprometen por el modo anticristiano con el que lo defienden” (p. 142).

Botti no solo se centra en la figura de Luigi Sturzo sino que aborda también la postura de la jerarquía eclesial española y vaticana que, no por más conocida, no deja de ser digna de estudio y reflexión. Sobre Roma, quizá mejor leer el libro y sacar propias conclusiones, pero remarca cierta tibieza y falta de concreción, tal vez dejando todo en manos de la Iglesia española; sobre esta acentúa la importancia de la carta colectiva de los obispos españoles, redactada por el cardenal arzobispo de Toledo, Isidro Gomá –de la que Vidal i Barraquer, arzobispo de Tarragona se desmarcó honrosa y valientemente- y la colaboración de algún obispo con falsedades para hacer creer lo ineludible de la guerra y afirmar de qué lado había que estar. 

Un libro, por tanto, de indudable valor historiográfico, que nos presenta a una minoría de católicos que entendieron que hacer la obra de Dios era trabajar por la paz, pese a todo y frente a todo. La historia, desgraciadamente, de una oportunidad perdida.


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