viernes, 8 de abril de 2022

Denis Villeneuve: Dune. Por Francisco José García Lozano

Villeneuve, Denis: Dune (Frank Herbert: Las crónicas de Dune 1. Debolsillo, Barcelona, 2017). Comentario realizado por Francisco José García Lozano (facultad de Teología de Granada. Correo: fgarcial@uloyola.es).



Título en V.O:
Dune. 
Director: Denis Villeneuve. 
Año: 2021. 
País: EE.UU. 
Guion: Eric Roth, Denis Villeneuve, Jon Spaihts. 
Novela: Frank Herbert. 
Duración: 155 m. 
Reparto: Timothée Chalamet, Rebecca Ferguson, Oscar Isaac, Zendaya, Jason Momoa, Josh Brolin, Javier Bardem, Sharon Duncan-Brewster, Dave Bautista, Charlotte Rampling y Stellan Skarsgård. 
Género: Ciencia ficción. Aventuras. Drama. Cine épico. 




La canción de los nombres olvidados

Denis Villeneuve (Canadá, 1967) no es un director convencional. Nos ha sorprendido con obras como la desconcertante Incendies (2010), la dura Prisioneros (2013), la interesante Sicario (2015), o las deslumbrantes La llegada (2016) y Blade Runner 2049 (2017). Precisamente con ésta última Dune tiene bastantes semejanzas extra-cinematográficas. 

Ambientada miles de años en el futuro, Dune cuenta la historia de Paul Atreides, un joven al que el destino empuja a una lucha de poder intergaláctica. Paul, hijo del querido y asediado gobernante Duke Leto, y de la poderosa sacerdotisa guerrera Lady Jessica, se enfrentará a la prueba definitiva: superar sus miedos cuando el destino y poderosas fuerzas invisibles lo empujen inexorablemente a las arenas del remoto planeta Arrakis. 

Dune (2021) traslada a la pantalla la primera mitad de la extensa novela (alrededor de 700 páginas) homónima de Frank Herbert de 1965, ya llevada al cine, de forma completa, por David Lynch en 1984. La novela, escrita en 1965 ganó un Premio Nébula a la mejor novela de ciencia ficción ese mismo año y el Premio Hugo en 1966, iniciando una de las sagas más importantes de la literatura de este género. La novela trata varios temas (los años 60 de contracultura, nuevas formas de filosofía y religión, ecologismo, drogas…) de una forma que, en 1965, causó una revolución en el género y fue una gran influencia en obras de muchas décadas después, incluido Star Wars.

Villeneuve ha declarado que su intención era “volver al libro y a las imágenes que salieron cuando lo leí siendo adolescente”. La adaptación es fiel, respetuosa y apasionada. Pero al mismo tiempo consciente de dirigirse a un público que no necesariamente ha leído la obra original, por lo que una de las mayores virtudes del guion es su accesibilidad para todo tipo de espectadores. Con respecto a la versión de Lynch, que ha visto y que respeta, “hay partes de ella que me encantan y otros elementos con los que me siento menos cómodo. Me siento, por tanto, satisfecho a medias con ella”. Sin embargo, comparar la forma de dos space operas rodadas con casi cuatro décadas de diferencia, en las que la tecnología ha evolucionado hasta el punto de cambiar el modo de hacer cine, es algo sencillamente absurdo. Pero hay algo que conecta a las Dune de Lynch y Villeneuve, y eso es una tremenda ambición en cuanto a escala se refiere que comparte su gusto por los grandes planos generales para capturar escenarios inmensos y parajes desérticos. 

El visionado de Dune transmite sensaciones valientes, pero también deja cierta insatisfacción: exceptuando la eliminación de las voces a modo de pensamientos de los personajes –omnipresentes en el libro y conservadas por Lynch–, se da un aparente desinterés por adecuar el desarrollo narrativo a la agilidad de exposición que solemos asociar al cine de gran presupuesto, así como por disimular que Dune es únicamente la primera parte de una historia. Quizá sea esto lo que llegue a contrariar más al espectador: en el mejor de los casos podríamos considerar a Dune un prólogo o episodio piloto de lo que se desarrollará en la segunda parte. A esto hemos de sumar que del éxito de esta primera entrega dependerá, en no poca medida, la realización de una secuela que completaría la adaptación de la novela y que, en estos momentos, ni tan siquiera ha empezado a rodarse. Aun así, narrativamente consigue llevar a la gran pantalla una historia compleja con multitud de personajes, tramas y una amplia mitología. Todo ello gracias a una buena presentación y añadiendo elementos que sirven de contexto y explican mejor el mundo de Dune

La escala del film, concebido desde su inicio para verse en pantalla grande, resulta apabullante sobre todo durante la primera mitad del metraje. La fotografía de Greig Fraser contribuye a potenciar ese poder telúrico que emana de la naturaleza y, por extensión, impregna el alma de unos habitantes que no pueden sino cobijarse en su propia insignificancia. Apalancándose también en el score compuesto por Hans Zimmer, con melodías repletas de sonoridades de carácter étnico que explotan en los oídos del espectador elevando aún más la experiencia del visionado, Villeneuve conjuga a la perfección la épica y la grandilocuencia con instantes íntimos cargados de sensibilidad. 

En cuanto al reparto, Timothée Chalamet (Paul Atreides) concilia a la perfección la sobriedad, la sensibilidad y, especialmente, ese carisma soterrado que terminará despuntando en un liderazgo sin rémora. La madre de Paul, Lady Jessica, adquiere el rostro de la actriz de origen sueco Sarah Ferguson, quien ejecuta a la perfección un trabajo que combina diversos matices: madre, mentora y guerrera. Otro de los aspectos que hablan de la proporción de esta producción es la pléyade de actores, cuya participación en la película es reducida en términos de metraje en aras de un mayor protagonismo en la segunda parte: tal es el caso de la Chani de Zendaya, Javier Bardem como el líder Fremen Stilgar, o incluso el propio Barón Harkonnen (Stellan Skarsgård) así como su secuaz Rabban (Dave Bautista).

En resumen, Dune, de Villeneuve es un majestuoso espectáculo, apabullante visualmente, en la que disfrutaremos de guerras entre clanes, un grotesco villano, naves de unas dimensiones inmensas y un estilo cinematográfico que va desde extensas planicies de desierto hasta sombrías estancias. Desde luego, para el director es muy importante la construcción del mundo, pero no descuida el argumento, la historia o, incluso, las escenas de acción, con una buena coreografía (sobre todo por parte del personaje de Momoa, Duncan) y con un destello de originalidad. No es una película perfecta: a veces puede parecer fría y sin alma, resulta demasiado aséptica en ocasiones, pero merece la pena acercarse al universo Dune desde el particular estilo del autor canadiense.


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