Portillo Trevizo, Daniel (coord.): Abusos y reparación. Sobre los comportamientos no sexuales en la Iglesia. PPC, Madrid, 2021, 231 páginas. Prólogo de Hans Zollner. Comentario realizado por Ianire Angulo Ordorika (Facultad de Teología, Universidad Loyola Andalucía, Granada, España).
Tal y como sugiere Hans Zollner en el prólogo, la solución a los abusos no se encuentra en una simple introducción de normas o directrices, se hace necesaria una verdadera conversión, lo que resulta un proceso más lento y complejo que explica la multiplicación de estudios teológicos sobre el tema, como el que tenemos entre manos. Fruto de este ahondar en las raíces de los abusos sexuales, cada vez somos más conscientes de que estos derivan siempre de comportamientos abusivos que, sin tener carácter sexual, se convierten en el caldo de cultivo de tales delitos. De ahí que el contenido mayoritario de esta obra conjunta gire en torno a los abusos no sexuales.
El libro está estructurado en dos grandes partes. En la primera de ellas se abordan los abusos no sexuales a través de nueve capítulos. Daniel Portillo, coordinador de la obra, es el responsable del primero. En él se presentan los abusos no sexuales como esas “zonas grises” que se aprovechan de la confusión y la ambigüedad que les caracterizan, sin que, por ello, sean menos destructores de la persona o la institución tenga menos responsabilidad. Antonio Carrón, en el segundo capítulo, recorre los escritos de los Santos Padres para ofrecer una visión panorámica de cómo estos respondieron al maltrato infantil en su tiempo. Así, ofrece un esbozo de teología de la infancia en estos autores.
El estudio de Samuel Fernández se centra en el abuso de conciencia, que, sin estar legislado en el Derecho Canónico, daña dos elementos clave de la antropología cristiana: la libertad humana y la relación con Dios. Fernández desarrolla un elenco de pistas que ayudan a reconocer los ambientes eclesiales abusivos, como son la exigencia de obediencia en nombre de Dios, la arbitrariedad en el ejercicio del poder o la aversión al espíritu crítico. A su vez, también ofrece medidas que ayudarían a prevenir y a acompañar a las víctimas del abuso de conciencia.
Myriam Wijlens constata que las estructuras y posibilidades para denunciar los comportamientos abusivos están pensadas para los casos en que las víctimas no pertenecen a la institución, pero ¿qué sucede con quienes son miembros de esta? A partir de aquí, Wijlens reflexiona sobre los aprendizajes que se pueden adquirir a partir de la experiencia en abusos sexuales de cara a otro tipo de abusos y propone una lista de elementos a verificar por el responsable de la diócesis cuando un nuevo grupo pretenda obtener un estatuto canónico.
El trabajo que presentan Rocío Figueroa y David Tombs ofrece los resultados de entrevistas realizadas a cinco mujeres sobrevivientes de abusos sexuales tras la lectura de un estudio previo. En él se mostraban evidencias textuales y contextuales para afirmar que Jesús también habría sido víctima de abuso sexual en el contexto de la crucifixión. Figueroa y Tombs presentan las respuestas de las entrevistadas sobre el significado y las repercusiones que esta visión de Jesús podrían tener en su experiencia y para la Iglesia. De ahí se concluye, entre otras cosas, los riesgos que implicaría una apropiación indebida y superficial de la experiencia de Jesús para desviar la atención y socavar la experiencia de las víctimas.
María Inés Franck parte de una reflexión de Guardini sobre el poder para plantear una reflexión sobre la raíz espiritual de las formas abusivas de ejercerlo y para proponer, además, modos de prevención de estos abusos cuando surgen de ministros ordenados. El silenciamiento de las víctimas y la dificultad que implica para ellas desvelar los abusos puede complicarse según la postura de sus entornos. A esta cuestión se consagra el capítulo de Andrés Murillo, planteando cómo la ceguera institucional ante esta realidad refuerza los poderes abusivos que silencian a las víctimas y garantizan la impunidad de los abusadores. Murillo propone, además, acciones muy concretas capaces de generar un ambiente que facilite la ruptura del silencio por parte de las personas abusadas.
Carolina Montero muestra cómo la vulnerabilidad es constitutiva de todo ser humano, por más que existan personas o grupos en situaciones de especial vulnerabilidad. Esta condición vulnerable se convierte en posibilidad tanto de apertura y vinculación con otros como de sufrir abusos. Desde este planteamiento, cuestiona la expresión “adulto vulnerable” y evidencia cómo todos somos susceptibles de sufrir situaciones abusivas. Juan Bautista Duhau es el responsable de cerrar esta primera parte del libro con un capítulo en el que reflexiona sobre los abusos cometidos por figuras carismáticas relevantes en esos nuevos movimientos e instituciones que se desplegaron especialmente durante el pontificado de Juan Pablo II y en cuyo seno se han multiplicado los casos de abusos. Estos fueron propiciados por el modo en que se recurrió para legitimarse a la teología del carisma y del fundador.
La segunda parte del libro, compuesta por tres capítulos, se centra en la reparación. Su experiencia en el acompañamiento a víctimas de abusos está a la base del estudio de Luis Alfonso Zamorano. Pone el acento en la necesidad de recuperar y restablecer la confianza dañada por quien abusó y el carácter sanador que tiene el vínculo que se construye en una relación de ayuda. Insiste, además, en la necesidad de que las instituciones eclesiales tomen partido a favor de las víctimas de manera decisiva desde la verdad, la transparencia y la reparación.
Una escucha empática es esencial para una Iglesia que pretende poner en el centro a las víctimas de abuso. Así lo plantea Andrea Zappulla en su estudio, afirmando que esta escucha comienza por no minimizar el daño causado ni el dolor provocado y que, además, requiere conciencia y responsabilidad en la rehabilitación de los abusados. El capítulo de David de Jesús Padrón es el que cierra esta obra, planteando el reto que implica las víctimas de abuso para el quehacer teológico y el nuevo horizonte que se abre para profundizar de modo nuevo en el misterio de la cruz y la resurrección de Cristo.
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