Karmiloff, Kyra y Karmiloff-Smith, Annette: Hacia el lenguaje. Del feto al adolescente. Morata, Madrid, 2005, 364 páginas. Comentario realizado por Jesús Sanjosé del Campo.
El libro trata de responder a una serie de preguntas sobre el qué y el cómo de la adquisición del lenguaje humano, y lo hace tal y como aparece en el subtítulo desde antes del nacimiento: desde el estado fetal. Las autoras, dos investigadoras, madre e hija, manifiestan en la introducción las dificultades que tuvieron a la hora de escribir el libro debido a la distancia en la que se encontraban la una de la otra y a la diferente naturaleza de sus investigaciones. Dificultades que contribuyen a subrayar su valía.
Amén de estas dificultades de redacción hay, en el planteamiento mismo del conjunto, otras. Una de ellas, tal vez la más relevante, viene determinada por la naturaleza misma del sujeto a investigar, el niño, que en este caso se manifiesta de una manera más difícil aún, la de no nato, la de feto. De ahí que haya que superar un problema muy viejo en la historia de la psicología, que consiste en revalidar los estudios que se hacen sobre la infancia. Las autoras, conscientes de la dificultad del tema, dedican un interesante capítulo a explicar de forma detallada los mecanismos que se utilizaron para hacer la investigación dando pistas, al lector especializado, para que se pueda valorar el alcance y el límite de la metodología aplicada.
Superada la dificultad debida al sujeto, se aborda la proveniente del paradigma cultural correspondiente: en éste, unos se posicionan estableciendo que es la naturaleza la que determina la cultura y otros entienden que es la cultura la que conforma la naturaleza. La posición delas autoras al respecto queda clara desde la misma introducción: consideran que el «lenguaje es el producto complejo de la interacción entre unas predisposiciones iniciales y la rica estructura de las entradas lingüísticas. Así pues, no es una cuestión de naturaleza o educación, sino, más bien, de la intrincada interacción entre las dos».
Aclarados los presupuestos correspondientes, se aborda lo más original del trabajo: la demostración de que existen determinadas reacciones del feto ante una serie de estímulos auditivos y que por lo tanto no hay que esperar al nacimiento o a que se haya superado el primer año y medio de la vida del niño para tratar de investigar la adquisición del lenguaje. Hábilmente, las autoras tratan de enlazar una serie de conclusiones nacidas de sus experimentos para establecer que existe una línea continua entre las primeras experiencias auditivas intrauterinas en las que se detecta el habla materna y las siguientes fases del desarrollo posterior por el que se va adquiriendo primero el habla y luego el lenguaje.
En la trama argumental que se va estableciendo, se entiende por habla un conjunto de sonidos que es capaz de detectar el feto, a juzgar por determinadas reacciones, y se entiende por lenguaje ese habla en cuanto que incorpora las características de estructura y significado que se van procesando en los desarrollos posteriores.
De ahí que los temas de los capítulos siguientes sean precisamente la adquisición de la palabra, la gramática y el discurso, teniendo en cuenta tanto los procesos biológicos que los conforman como las limitaciones de la cultura en la que se producen. Las autoras nos alertan especialmente sobre las limitaciones relacionadas con la clase social de los sujetos investigados y la lengua propia en la que se hace la investigación, en este caso la inglesa. Otras circunstancias tales como la existencia de síndromes de Down o Willians, sirven a las autoras para precisar sus conclusiones.
El libro finaliza con un interesante capítulo conclusivo en el que se replantea el tema de la lengua dentro del debate naturaleza-educación a partir de los datos aportados en capítulos anteriores. Una mirada a las aportaciones sobre investigación en las adquisiciones de comunicación hechas a través de experimentos con primates permite a las autoras distinguir entre el lenguaje animal y el lenguaje humano, concluyendo que, si bien hay un continuo entre uno y otro, el segundo sigue siendo único, pues no se observa en ninguna otra especie la aptitud que los humanos tienen para la gramática.
Eso sí, a juicio de las autoras, esta aptitud no supone que el humano nazca con una gramática universal completamente especificada sino con la capacidad de aprenderla.
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