GAGLIARDI, Achille: Comentario a los Ejercicios espirituales de san Ignacio. Mensajero-Sal Terrae, UPCo, Madrid, 2018. 222 páginas. Edición de José A. García. Comentario realizado por Manuel Ruiz Jurado.
Se publica aquí la traducción de la versión italiana de la obra de A. Gagliardi, editada en Brescia en 1611. El título original de la obra es: Commentarii seu Explanationes in Exercitia spiritualia Sancti Patris Ignatii de Loyola, compuesta antes de 1593. En realidad, pienso que el título latino responde más al contenido de la obra. Más que un comentario del texto ignaciano, encontramos aquí explicaciones, ideas, casi siempre originales del autor, sobre el contenido, finalidad práctica de los Ejercicios ignacianos, y los requisitos más convenientes para dirigirlos y practicarlos mejor. En el conjunto, se trata, más bien, de una interpretación de los elementos, que Gagliardi considera más importantes, contenidos en los Ejercicios, para conducir a la unión con Dios, en la actualización virtuosa de la vida cristiana. Entre ellos cuentan: la elección de estado y el discernimiento espiritual.
Me parece importante dar a conocer esta obra en la colección MANRESA, dado el notable influjo que tuvo en la espiritualidad francesa del s. XVII, jesuítica y no jesuítica. El editor nos da cuenta también de algunas de las dificultades que tuvo en su tiempo, sea entre los jesuitas o en la misma Santa Sede. El interés por el autor y sus teorías, especialmente por sus ideas sobre la discreción de espíritus, renace a finales del s. XIX y en el siglo XX, al cultivarse los estudios históricos sobre las diversas asistencias de la Compañía de Jesús, y los de la espiritualidad en general, y en particular, de la Compañía de Jesús.
Vista como comentario de los Ejercicios, la obra de Gagliardi es un comentario parcial. Lo confiesa el mismo autor y remite a encontrar su pensamiento sobre los documentos no comentados aquí, a otras obras espirituales suyas de carácter más general. Los que faltan en esta obra no son documentos esenciales para conocer su pensamiento sobre los Ejercicios.
A mi juicio, Gagliardi no da la importancia central que tiene para san Ignacio, en los Ejercicios, la elección de estado; aunque el método ignaciano se extienda también a la reforma de la vida de quien ya tiene elegido el estado. Gagliardi se interesa más bien por el camino de “las virtudes” que ha de seguir el ejercitante para llegar a la unión con Dios.
Y además, deja una impresión desdibujada de la centralidad de la respuesta de amor a Cristo que tiene el texto de los Ejercicios de san Ignacio: de que el ejercitante ha de ir “con Él y como Él”, en el camino de la vida espiritual en el estado que elija, “para que siguiéndole en la pena, le sigamos también en la gloria”. Por otra parte, la distinción que hace Gagliardi entre “oración” y “ejercicio” no parece bien fundada. Cada “ejercicio”, de suyo, es en el método ignaciano una hora de “oración”.
Se advierte claramente que en sus reflexiones sobre el método ignaciano, la preparación del ejercitador y del ejercitante, sobre la aplicación concreta, son de una persona inteligente y con interés teológico, y ofrecen observaciones psicológicas y pedagógicas muy útiles. Es algo que resulta admirable en su época. Ha podido tener ante sí los directorios ignacianos, los de Polanco, Miró, González Dávila, el Directorio oficial, las serias reflexiones de Nadal, Domènech y otros jesuitas; pero no los avances que hoy tenemos sobre la psicología y la teología de los Ejercicios.
Los comentarios a las diversas semanas son flojos y breves. En la 1ª Semana no da toda la importancia que tiene para san Ignacio el coloquio final de la primera meditación. En la segunda, propone meditaciones más bien que contemplaciones de estilo ignaciano. Se interesa por la adquisición de todas las virtudes, no tanto hacia las que corresponde discernir al ejercitante en particular: las que Dios querrá para cada uno. La 3ª y la 4ª semanas las considera pertenecientes a la vía unitiva. Pero la interpretación que Gagliardi da de la vía unitiva es un tanto original, como diré más adelante, y no coincide con lo que san Ignacio propone en la tercera y cuarta semana.
En cambio, da más espacio a la explicación de las meditaciones centrales de la segunda semana. También original en esto, pues no da tanta importancia a la relación querida por san Ignacio de “las dos banderas” (y las otras meditaciones centrales) con la elección, sino con la vida virtuosa; e incluye un amplio desarrollo sobre las tentaciones del enemigo y la ayuda para vencerlas, que podría haberlo incluido al comentar la primera semana. Creo que pierde la trascendencia que tiene esa meditación de las “dos banderas” en los Ejercicios ignacianos, o en san Agustín (sobre las dos ciudades). Las explicaciones que da Gagliardi sobre los tres tipos de hombres (“binarios”) son interesantes y originales: el 1º sería el militar que se retira antes de comenzar la batalla; el 2º el que quiere luchar a su manera (sin orden, ni disciplina); y el 3º, el que obedece en todo a las órdenes de sus superiores y lucha denodadamente. Y la tercera manera de humildad la atribuye al que se inclina a las cosas difíciles y se alegra de abordarlas, porque tiene que esforzarse más a ejemplo de Cristo y de los santos.
La elección ocupa todo un capítulo: el 7. Este tema, junto con el del discernimiento de espíritus (que ocupa toda la segunda parte de sus explicaciones), es el que más le interesa; pero se ve que le faltan los estudios teológicos, que han probado la distinción necesaria entre lo que es el discernimiento espiritual (el que se hace a la luz del Espíritu Santo), y el discernimiento de espíritus (que solo es uno de los objetos de ese discernimiento espiritual, que ha de aplicar el cristiano a otros muchos temas diversos del de los movimientos interiores del alma, como p. e.: los signos de los tiempos, las doctrinas verdaderas o falsas, los carismas, etc.). Y, por otra parte, no había conocido las cartas de san Ignacio, ni otros documentos del santo (p. e. el llamado “Directorio autógrafo”) en los que toma posición clara sobre estos dos temas: el discernimiento de espíritus y los tiempos de elección. No se habían publicado aún.
Gagliardi reduce prácticamente el primer tiempo de elección a una “revelación”. No aparece así en el texto ignaciano. Parece inclinarse a que la conclusión del segundo ha de ser confirmada por la del tercero, y si son contrarias entre sí, el ejercitante deba atenerse a la del tercer tiempo: el de la razón. En ello no coincide, ni con el texto de los Ejercicios, ni con el directorio ignaciano, publicado en sus Obras (BAC maior 104, pp. 239-245), cuando se trata de una conclusión obtenida con suficiente certeza por el segundo tiempo. Tampoco parece haber conocido la respuesta de san Ignacio a Ramírez de Vergara, cuando esperaba tener algunas mociones, que le confirmaran lo que veía claro por el tercer tiempo: ”suficiente moción es la de la razón” (Obras, ya cit., p. 986), aunque Dios no le haya dado la consolación antes de tomar su decisión.
En la explicación de la “contemplación para alcanzar amor” Gagliardi manifiesta su punto de vista predominante sobre los Ejercicios, como conducentes a la perfecta unión con Dios. Ve sus cuatro puntos como “grados de unión” hacia el grado superior, de unión a Dios en la acción. Por otra parte, hasta se atreve a proponer colocaciones posibles de los cuatro puntos por separado, entreverados con algunos misterios de la vida de Cristo, y aun explicarlos a todos los que quieran algún grado de unión con Dios, con tal que hayan cumplido la elección de la segunda semana. Es verdad que en su explicación de la vía unitiva es original y a veces se pierde algo en sus especulaciones. Al fin, propone como meta la unión con Dios en la actividad: “el amor es más excelente y eficaz en las obras y en la voluntad que en la sola especulación, …el hombre termina en Dios y se transforma mucho más eficaz y plenamente por esta unión de la voluntad y de las obras que por la elevación del entendimiento” (p. 129). Añade que esa unión merece más dones infusos y gracia divina mayor que otra cualquiera. Algunas de estas expresiones recibieron fuerte crítica de sus contemporáneos teólogos.
Se ve que el punto de mira de esta interpretación de la contemplación para alcanzar amor y sus especulaciones sobre la mística se alejan del realismo espiritual de la contemplación ignaciana. San Ignacio no se opone a la mística; aun cuando no la nombre, ni trate de la “transformación en Dios”; sino de sus “santísimos dones y gracias espirituales”, que hacen que nuestras cogitaciones, palabras y obras, de suyo “mezcladas, frías y turbadas,… vayan calientes, claras y justas para el mayor servicio divino”(carta a F. de Borja, en Obras cit., p. 757). Por otra parte, pensamos que la unión de la voluntad con Dios, no supone necesariamente fenómenos místicos especialmente llamativos, ni que el éxtasis, como piensa Gagliardi, se deba considerar como actividad del entendimiento y no del amor.
En conjunto, creo que vale la pena haber dado a conocer en español la obra de Gagliardi que presentamos: es un comentario excepcional en su tiempo, original en muchas de sus posiciones espirituales en general y con respecto a los Ejercicios. Es innegable su influjo en la espiritualidad francesa del siglo XVII, y en el modo de interpretar algunos puntos de los Ejercicios que han seguido manteniendo, desde entonces, buen número de estudiosos. Muchas de sus observaciones sobre el modo de tratar al ejercitante son luminosas y aprovechables aun hoy. Eso no impide que sus explicaciones de cada una de las semanas sean deficientes, sobrepasadas, y en algunos de sus puntos fundamentales diversas de la finalidad y mentalidad de las que tienen en el texto y método de san Ignacio. Ya lo advierte, a veces, el editor en varias notas a pie de página en esta edición. Como también son diversas las posiciones, ante la mística y sus expresiones, en Gagliardi y en el santo autor de los Ejercicios.
No quiero dejar de felicitar al editor y a la editorial por haber puesto esta obra en manos de muchos estudiosos actuales de la espiritualidad ignaciana, que no tendrían la posibilidad de acceder hoy a los textos originales.
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