Albistur Marín, F. Xabier: Ignacio de Loyola, un líder para hoy. Mensajero, Bilbao, 2017. Comentario realizado por Mencía de Zárate.
Esta lectura novedosa sobre Ignacio de Loyola, planteada exclusivamente desde una perspectiva secular, destaca al líder reconocido, creativo, cohesionador e influyente que fue. La obra analiza el liderazgo de Ignacio de Loyola en su conexión y encaje con los modelos de liderazgo vigentes, afirmando no solamente su plena actualidad sino su carácter precursor, pues muchas de las enseñanzas y directrices actuales retoman y reproducen ideas ya expuestas, difundidas y practicadas por Ignacio. El autor afronta un breve recorrido por la vida y por la obra de Ignacio de Loyola para extraer de ellas su metodología de desarrollo personal y de liderazgo, así como sus prácticas de gobierno y de dirección, con el objetivo de recuperar propuestas y conclusiones que, aunque cercanas a elementos presentados hoy como rasgos típicos del liderazgo, merecen una renovada atención por su originalidad y su carácter humanizador.
Ignacio entendió, a partir de su propia experiencia personal, un proceso largo y esforzado de experimentación y aprendizaje, que la transformación social pasaba, necesariamente, por la transformación personal previa de los individuos, y que ésta consistía en ser capaz de extraer de ellos lo mejor de ellos mismos. Ignacio de Loyola se nos presenta como un líder que actúa consciente de sus facultades, que se enfrenta a sí mismo, que se propone un cambio de la orientación de su vida y que se fija el objetivo de perfeccionar su persona y su conducta social. Ignacio se constituye así en propulsor de la personalidad libre, de la promoción del cambio personal y del trabajo personal transformador. Actúa convencido de que la búsqueda de la perfección personal es común a todo ser humano, pues la persona debe distinguirse en la propia vida, y, también, accesible a todo individuo, pues depende solamente de la libertad de la persona y del fortalecimiento de su voluntad como motor de transformación. Éste será, además, un trabajo de toda una vida, pues el hombre nunca es obra terminada, sino siempre un proyecto en evolución. El liderazgo de Ignacio, en su proceso de búsqueda permanente, se presenta como un proceso continuo y deliberado.
Frente a teorías del liderazgo actuales que apelan también, a su modo, a una renovación y revalorización personales, pero encuadradas fundamentalmente en el ámbito de los resultados o del desempeño, Ignacio insiste, en cambio, en la necesidad de partir siempre de la experiencia de transformación interior que abarca toda la vida para, desde ahí, dirigir la actuación y lograr influencia y reconocimiento social en forma de utilidad para uno mismo y para otros. El mundo interior creativo e impulsor del cambio en Ignacio se apoya en dos pilares fundamentales, el autogobierno, como fórmula para la transformación personal, y el liderazgo, como instrumento de transformación social. En efecto, Ignacio se manifiesta como un líder convencido de que puede y debe transformar la realidad a través de su comportamiento personal y actuará siempre de acuerdo con esta convicción. Ignacio aspira no sólo a inculcar valores, sino a hacer al hombre capaz de reconocerlos y de realizarlos. A diferencia de los métodos actuales, donde los valores son sólo un complemento o un supuesto, Ignacio pone los valores en el principio y en el centro del aprendizaje, en el origen de todo cambio personal.
En el trasfondo de las diferentes propuestas de Ignacio nos encontramos siempre con su personalísimo espíritu de superación. En su afán innato de “ser más”, Ignacio revisa continuamente su conciencia, analiza su conducta y sus sentimientos, aprende a discernir entre lo que le limita y lo que le mejora y, en función de todo ello, toma decisiones que le llevan, en experiencias sucesivas, a su transformación definitiva. Ignacio afirmará, además, la capacidad de todo individuo para seguir un proceso similar. Diseñará un método por el que el hombre, con la ayuda de un guía experimentado, solidario y respetuoso, será capaz de potenciar sus capacidades y alcanzar una conducta y unos hábitos de relación humana de calidad, modificando sus ideales y ambiciones por otros más elevados. Ignacio promueve, en definitiva, el cambio de la propia persona, ayudándola a resurgir de sí misma, para situarla en el servicio a los hombres. La mejora del individuo es, para Ignacio, un fin que tiene que manifestarse en su conducta y en su disposición para el servicio a los demás. Exteriorizar el espíritu de superación, el cambio personal, las nuevas conductas y los nuevos objetivos de vida servirá, además, de ejemplo dinamizador del cambio en la colectividad, pues toda mejora individual es principio de cambio social. Ignacio hace líderes, o transforma a personas, para que éstas, a su vez, sean líderes y ejerzan el liderazgo con influencia reformadora en su medio social.
La libertad en Ignacio se demuestra prioritaria y central. El hombre ha de ser libre para transformarse, libre para crear libertad y para transformar. Él mismo tuvo por objetivo primero transformarse en una persona más libre, menos dependiente de sus limitaciones, más capaz de tomar decisiones que lo mejoran y de elegir lo más correcto, aun por encima de lo socialmente establecido. Ignacio trabaja para ser un hombre libre y se compromete, también, a hacer libres a los hombres, ofreciéndoles un mensaje de liberación personal. No obstante, Ignacio es muy consciente de que son los individuos quienes tienen que concederse facultades a sí mismos. Cree en el poder transformador de la voluntad humana y reivindica la individualidad y la dignidad del hombre, así como su libertad y su capacidad para configurarse y para intervenir en la realidad desde una actividad creadora. El hombre es responsable de sus propios actos, es dueño de su vida y de su destino. Bajo estas premisas, Ignacio se propone ayudar al hombre a liberarse de modelos ajenos que le constriñen y a crear su propio modelo de vida personal. Ignacio afirma la personalidad del hombre, pues la manera de actuar en la vida debe ser siempre personal, partiendo de las propias convicciones. El hombre debe desarrollar la capacidad de pensar de manera original, por sí mismo, y debe replantear su vida y sus relaciones sociales desde una decisión independiente, para una orientación lo más personalizada posible de su vida futura. De la mano de Ignacio, el hombre abandona una postura pasiva y distante ante su existencia y se sitúa en la vida desde la propia iniciativa, el compromiso, la disponibilidad y la acción.
El liderazgo de Ignacio se demuestra, en conclusión, plenamente actual y pertinente, no sólo por su antropocentrismo, y su visión tan positiva del hombre, a quien descubre sus propias potencialidades y esperanzas, sino, también, por saber ofrecer a la persona una trascendencia y una dimensión elevada de su humanidad que la colocan, inevitablemente, en un nuevo horizonte de inmensa posibilidad. La transformación que impulsa Ignacio en el hombre es, en definitiva, un proceso de profunda humanización. Por ello, la lectura de este libro interesará no sólo a las escuelas de negocios y a los especialistas del liderazgo y de la formación y el asesoramiento a dirigentes, sino, en general, a toda persona que desee iniciar un camino de libertad y de autenticidad que le permita tomar las riendas de su vida. Es de destacar, por último, cómo la obra, que pretende ser, ya se ha dicho, un análisis estrictamente laico o secular, sirve, sin embargo, al lector de invitación sugerente para adentrarse en la figura de San Ignacio de Loyola, quien, transformándose como persona, supo ponerse en el camino de escoger y de encontrar a Dios.
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