miércoles, 24 de abril de 2024

Fernando Rivas: Desterradas hijas de Eva. Por Marta Sánchez

Rivas, Fernando: Desterradas hijas de Eva. Protagonismo y marginación de la mujer en el cristianismo primitivo. San Pablo-UPCo, Madrid, 2008. 264 páginas. Comentario realizado por Marta Sánchez.

El profesor Fernando Rivas ha escrito una obra excelente sobre el papel de la mujer en el cristianismo primitivo. Este libro no es sólo una descripción del rol de la mujer en los primeros siglos de la era cristiana, sino que además pretende mostrar las causas que hicieron a la mujer pasar de un protagonismo inicial a una progresiva marginación en los espacios eclesiales. A pesar de los pocos documentos que tenemos, el autor nos presenta un estudio exhaustivo (véanse las notas bibliográficas que aparecen a pie de página) sobre cada uno de los enclaves histórico-geográficos por donde se fue extendiendo la religión cristiana. Éstos son: Asia Menor (siglos I y II), el norte de África (siglo II), Egipto, Capadocia (siglo IV) y Roma (siglo V). Además, analiza los elementos retóricos de los relatos del martirio de Blandina, Perpetua y Felicidad. Y el testimonio de dos mujeres cristianas en Constantinopla: Olimpia y Pulqueria (finales del siglo IV y comienzos del V). 

El objetivo del libro es explicar las razones por las que fue restringiéndose la participación de las mujeres en muchas funciones eclesiales, como el liderazgo comunitario (a partir del siglo II no aparece ninguna mujer en las listas sucesorias de los obispos), el papel misionero (el paso de la Iglesia doméstica a un lugar público) y su conexión con la enseñanza (a lo largo del siglo II se abandona la tradición oral por la escritura). La causa principal –según el autor– tiene que ver con el proceso de inculturación que vivió el cristianismo con la cultura «cincunmediterránea». Una de las desventajas de este proceso fue que la ética cristiana se elaboró más por criterios materiales (sociales y externos) que espirituales (internos y de profundización en el seguimiento de Cristo), más afines al Reino de Dios. 

Ya desde finales del siglo II nos encontramos cómo el ideal de la mujer cristiana se va a ir identificando con el rol femenino social: circunscrita al ámbito doméstico y orientándose en su comportamiento por códigos de honor/vergüenza. Además, se va a ir utilizando un lenguaje corporal negativo para hablar del comportamiento de la mujer (un ascetismo rigorista) en contraposición al varón. Para mostrar esta tesis F. Rivas ha analizado cómo la doctrina del ascetismo rigorista de Tertuliano va a ser recogida por otros padres de la Iglesia. Y los documentos de la época reflejan una imagen de la mujer como emotiva, temerosa... teñida más de connotaciones negativas que positivas. 

Frente a este modelo, nos encontramos con el testimonio de mujeres como las mártires Blandina o Felicidad; las mujeres anacoretas o guías espirituales en Egipto (Sinclética); las ascetas (Melania la joven) cuyo prototipo es la «mujer viril» (mujeres con caracteres «masculinos»: fuertes, valientes, racionales...), que también aparecen en las heroínas greco-latinas. Fernando Rivas estudia cómo cada una de estas mujeres rompe con el prototipo de ser mujer de su época, no por motivos ascéticos, sino en su seguimiento de Cristo. Y lo relevante es que, mientras en la sociedad apenas aparece este modelo de ser mujer, dentro de la literatura cristiana hay un testimonio constante en los documentos de la antigüedad. 

El autor quiere hacernos llegar cómo esta forma de ser mujer dentro del espacio eclesial puede iluminar el rol femenino actual en la Iglesia. Sin caer en anacronismos o generalizaciones indiscriminadas, sino para evitar caer en un excesivo pesimismo o en los errores del pasado. Por eso, el profesor Rivas propone unos principios para hacer operativa esta práctica: igualdad, vulnerabilidad, reversibilidad teológica, inclusividad cristológica e innovación en el Espíritu.


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