Sanna, Ignacio: Karl Rahner. San Pablo, Madrid, 2006. 176 páginas. Comentario realizado por José Fernando Juan Santos.
Karl Rahner fue un teólogo jesuita cuya aportación sigue estando vigente. Es difícil entender los parámetros de la reflexión cristiana sin hacer alusión a sus planteamientos y a las propuestas que él ha llevado a cabo. Sus escritos, centrados fundamentalmente en la Teología Dogmática, se esparcen en numerosas obras, escritos y colaboraciones en revistas o diccionarios, lo cual hace difícil una comprensión global del mismo. Entre su Oyente de la Palabra (1941), de corte filosófico y precedida por su tesis doctoral sobre el Espíritu en el mundo, y el Curso fundamental de la fe (1976), en el que pretende una exposición de los contenidos esenciales del cristianismo, el pensamiento rahneriano va madurando en sus clases como profesor de Teología en Innsbruck, Munich y Münster. De uno de sus grandes proyectos (Escritos de Teología) sólo están traducidos al español siete de los dieciséis volúmenes.
El libro de Sanna que comentamos acerca de este gran maestro es el primero de una serie que comienza a estudiar a los teólogos del siglo XX, haciendo una breve reseña y contextualización histórica con una estructura asequible y con un lenguaje ciertamente ágil. Así, en el caso de Rahner, la obra se elabora en tres partes: una primera dedicada a su vida y a un repaso somero de sus publicaciones; una segunda en la que resaltan las dimensiones fundamentales de su teología (mística ignaciana, filosófica, mistagógica, orante); y una tercera en la que se enfrenta al lector, después de las claves recibidas, con un ensayo en tres capítulos que pertenecen a la pluma de Rahner sobre el método teológico, la teología trascendental y la reductio in mysterium. Esto último es importante, puesto que revela que la intención de esta colección no es meramente didáctica o de recensión, sino que pretende ser también una invitación a la lectura de los grandes teólogos.
Es fundamental para la teología, según Rahner, la inquietud desde la que se escribe. En su caso resaltan cuatro dimensiones: su ser jesuita y su misión mistagógica como servicio a la comunidad eclesial y diálogo con el mundo; su experiencia mística, abrazando la inmensidad del misterio de Dios y su incomprensibilidad absoluta; la experiencia de gracia, que es experiencia trascendental en la que la persona se encuentra constitutivamente abierta y en diálogo con Dios como persona y en la que recibe la autocomunicación y autodonación de Éste; y, por último, su quehacer teológico y filosófico (unidos el uno al otro), que no es menos importante a la hora de acercarse a sus escritos, puesto que podría darse a entender falsamente que una lectura rápida de cualquiera de sus artículos puede prescindir de otras herramientas teológicas (como pueda ser un conocimiento de la dogmática o de las cuestiones principales de la teología actual).
Importante es, en cualquier caso, que esta obra incite a los cristianos de hoy a prescindir de la ignorancia de su propia fe e introduzca la teología como un servicio a la comunidad; es decir, que no sea sólo una obra para quienes ya conocen a Rahner, sino para quienes puedan aventurarse en la inteligibilidad de la fe también como camino espiritual y pastoral.
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