Cencini, Amedeo: La verdad de la vida. Formación continua de la mente creyente. San Pablo, Madrid, 2008. 622 páginas. Comentario realizado por Claudio Rajola.
¿Cuál es el verdadero problema de los curas y de los religiosos hoy? Según, Amedeo Cencini, el problema es la verdad, la correspondencia entre lo que uno dice y lo que es.
La verdad de la vida concluye la trilogía iniciada con La formación permanente y continuada con El árbol de la vida. En italiano, el primer libro llevaba como título El respiro de la vida. Podemos ver cómo el hilo conductor es, evidentemente, la «vida», y entonces podemos reconocer cómo es la propia vida la que forma.
Con este tercer libro, la reflexión ya iniciada y asentada en los dos libros precedentes llega ya a un pleno desarrollo.
Bajo los auspicios de historias reales, las maneras de no ser verdad, el autor centra el problema en la cuestión de la autoidentidad y de la autorrealización. Explora el concepto humano y cristiano de la verdad y prefigura un viaje hacia la verdad en tres grandes etapas: conocimiento, experiencia y sabiduría.
Cencini utiliza un método que podríamos describir como «en espiral», es decir, un método que recoge en el momento oportuno temas ya analizados y expuestos y vuelve a proponerlos en situaciones nuevas.
Entrando en el libro y haciéndonos llevar por esta espiral, encontramos el tema de la verdad, que, anunciado en el título de la obra, se conjuga con el de la vida. La cuestión de fondo es entender la formación como una labor que jamás se concluye, como la labor de volver a centrar y volver a organizar la propia vida sobre el Cristo crucificado y resucitado.
La obra remite al lector, como se anuncia en la Introducción, «a la posibilidad y capacidad del creyente de descubrir y hacer la verdad en la propia vida, y de hacerlo partiendo del misterio pascual» (p. 17).
Quid est veritas es el título de la segunda parte, que evoca la conocida pregunta de Pilato a Jesús (Jn 18,38), una pregunta que era como un sustraerse a la verdad (véase el capítulo 5 de este libro). Cencini dedica algunas páginas al temor de la verdad acerca de sí. En esta obra el autor no quiere hacer una exposición filosófica. Más bien quiere presentar la verdad como concepto bíblico: el hombre de verdad de la Biblia no se halla distante del ser en búsqueda de la verdad, como lo entiende y lo describe Cencini en estas páginas, en la que el dinamismo de la verdad es descrito como un proceso de progresivo desvelar.
En la primera parte del libro podemos encontrar alternancia de relatos y exposiciones. En la segunda parte destacan más las páginas dedicadas a la verdad humana. También la sección dedicada a la verdad cristiana es una preciosa introducción a la Lectio Divina: todas las figuras del Nuevo Testamento, desde Pedro hasta la Virgen María, aparecen en esa sección casi como iconos de la propuesta de fondo. La tercera parte es la más pedagógica, y en ella se encuentran las sugerencias más útiles para concebir y programar adecuadamente la formación continua de la mente creyente. En particular, Cencini elige a dos autores como guías: A.D. Sertillanges y J. Guitton. Seguramente, quien tiene la responsabilidad de dirigir a una comunidad obtendrá mucho provecho de la lectura y meditación de estas páginas.
Muchas otras partes pueden ser útiles, como las dedicadas al individualismo, a la actualización. El último capítulo está dedicado a la sabiduría.
El texto resulta iluminador, esclarecedor, valiente y con base en la amplia experiencia del autor.
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