Domínguez Morano, Carlos: Mística y psicoanálisis. El lugar del Otro en los místicos de Occidente. Trotta, Madrid, 2020. 440 páginas. Comentario realizado por José María Fernández-Martos.
Tener amigos es regalo grande y tan ambivalente como la mística: aligera tu paso y alivia tu peso, pero te asalta con recensiones de libros que, por su densidad y hondura, detienen tu paso. En mi caso lo agradezco porque el tema me atrae enormemente y lo abordé desde atalaya más bajita (Confines del hombre... ¿orilla de Dios? Sal
Terrae, Santander, 2013; y Mirar, estremecerse y asombrarse. Sal Terrae, Santander, 2020). Ahondar mi visión, guiado por el saber y sabor de Carlos Domínguez me ha vuelto a enriquecer.
Desde el prólogo el autor nos sitúa en la condición fronteriza de la experiencia mística y de su abordaje, como “todo aquello que, partiendo de nuestro interior, escapa sin embargo a nuestro manejo y control”. Eso sí, la práctica clínica y el acompañamiento humano y espiritual muestran que el “análisis concreto de una persona mística” requiere claves que desbordan al mero método psicoanalítico. Encontramos quienes vislumbran las alturas místicas desde atrios de poco atrayentes zarzas (peak experiences de Maslow) a las que hay que escuchar sin sandalias porque son “terreno sagrado” (cf. Ex 3,5).
El subtítulo –El lugar del Otro en los místicos de Occidente– es imprescindible. Tanto el místico como el psicoanalista caminan bajo los susurros y barruntos de un Otro. En el místico como fundamento innegociable del Yo y fuente que “mana y corre” al aherrojado Juan de la Cruz. En el psicoanalista, es penumbrática presencia del Ello freudiano que acecha y cuestiona las presunciones del Yo. Situarse y deslindar esa frontera requiere mucha valentía y fino bisturí de cirujano del alma o del Sujeto... Nadie como Carlos Domínguez Morano habita y se mueve como por “su casa” en esa condición “liminar” del ser humano, mirada desde la óptica psicoanalítica y creyente.
No puedo dar cuenta de su enorme producción bibliográfica desde hace ya treinta años con nueve libros y múltiples artículos y conferencias. Ironizo ahora: si es acto de valor “salir del armario” en otros ámbitos de la conducta humana, no es menor el que se requiere para salir del armario del que se confiesa creyente en un espacio cultural psicoanalítico, castrado para la fe no compartida. Tengo amigos en la práctica psicoanalítica que viven rodeados de pijamas y camisas por no atreverse a confesarse –no místicos– sino simples creyentes. El psicoanálisis libera con sabiduría de muchas castraciones y las puede producir con estulticia decimonónica.
No quiero dejar constancia de mi admiración hacia el amplísimo conocimiento que muestra el autor tanto de autores espirituales –místicos o no– como psicoanalíticos o antropológicos. Sus notas a pie de página ayudan a saberse ignorante. El capítulo séptimo es especialmente luminoso para quien se aproveche de las experiencias místicas de Ignacio de Loyola.
Acabo alabando a la Editorial Trotta que acoge, una y otra vez, obras que, por su altura y restringido público, enriquecen más la cultura que sus arcas. ¡Gracias a ella y al autor por este libro mayor!
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