Cabrera Molino, David: Liberarnos del miedo. Una voluntad entregada. Sal Terrae, Santander, 2021. 254 páginas. Comentario realizado por Cristóbal Jiménez Ariza.
Cuando salió a la venta el libro de David Cabrera Molino Liberarnos del miedo. Una voluntad entregada, los medios de comunicación se hacían eco de unas declaraciones del papa Francisco en las que reconocía los miedos que él vivió durante la dictadura argentina, miedos que le llevaron a ponerse en manos de una psiquiatra durante meses para hacerles frente y aprender a manejar la ansiedad. Y es que el miedo, como señala el autor, forma parte de la experiencia de todo ser humano. Cabrera explora con acierto los matices e implicaciones de esta emoción desde sus conocimientos teológicos como jesuita, su condición de psicólogo clínico y también desde su pasión por la espiritualidad ignaciana, que conoce a fondo.
Los miedos son como el carné de identidad, personales e intransferibles. Cada uno tiene los suyos. Hay miedos que dependen de la edad o las circunstancias, pero otros forman parte de la condición humana. ¿Quién no tiene miedo a la soledad, al rechazo, al fracaso, a la muerte? Cabrera va abordando esta realidad en una obra que muestra un inmenso trabajo de lectura, estudio, recopilación y reflexión sobre el miedo en los autores clásicos, en la sociedad actual, en la Biblia y, por supuesto, en los maestros de la espiritualidad. Las numerosas citas, pasajes y comentarios son prueba de que el miedo es consustancial a la condición humana. Estamos ante un ensayo, riguroso y que en alguna ocasión hay que leer con calma, en el que se ofrecen claves vitales para hacer frente a esta realidad. El autor refleja, sobre todo, cómo la mirada creyente al miedo abre un horizonte totalmente distinto: la confianza, la oración, el abandono y la propia entrega de la vida hacen posible que esta experiencia se viva de una manera radicalmente distinta. En esa voluntad entregada está el camino de la liberación.
La gran aportación del libro está en la invitación a vivir los miedos poniendo la mirada en Jesús, que vivió sus propios miedos a la soledad, al fracaso, a la muerte. Cabrera va intercalando con acierto las cuestiones más psicológicas con el sobrecogedor relato de Getsemaní. Esto es algo profundamente ignaciano. En Ejercicios, considerar y contemplar la Tercera semana se parece mucho a la realidad de un montañero enfrentado con un paso peligroso de montaña. Si el guía –el buen guía– le permite en esas circunstancias sentarse serenamente y observar con calma cómo pasa él por ahí, y le muestra dónde tiene unos buenos puntos de apoyo, de dónde puede obtener fuerzas, y qué riesgos debe evitar con más cuidado, el montañero quedará notablemente fortalecido con su enseñanza. A partir de ese aprendizaje, también podrá pasar después él, sereno y más seguro, por ese paso peligroso de montaña. Cabrera viene a decir que acompañando al Maestro en Getsemaní aprende el discípulo a pasar sus propios Getsemanís sin romperse ni quedar atrapado en la amargura.
En un primer momento no me “atrapo”, pero ahora me está resultando interesante.
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