Kundera, Milan: La identidad. Tusquets ,
Barcelona, 1998 (edición original de 1997). Colección “Andanzas” 335. 184
páginas. Traducción de Beatriz de Moura Gurgel. Comentario realizado por Jesús Oteo.
Jesús Oteo Iglesias es médico especialista en microbiología
clínica y doctor por la Universidad Complutense de Madrid. En la actualidad trabaja
como científico titular en el Centro Nacional de Microbiología (Instituto de
Salud Carlos III). Su principal línea de investigación es la evolución de las bacterias que
producen enfermedad en humanos hacia la resistencia a múltiples antibióticos,
así como los mecanismos por los que estas bacterias son capaces de diseminarse.
Estos temas se abordan en profundidad en sus últimos artículos publicados en
revistas internacionales. Más allá de su orientación profesional, es un
inquieto lector preocupado por la naturaleza humana y por su engranaje en el
proceso evolutivo de la vida en el planeta Tierra. Desde aquí quiero
agradecerle su magnífica contribución a este blog. (Nota del administrador.)
“Siempre ocurre lo mismo: desde el instante en que vuelve a verla hasta
el instante en que la reconoce tal y como la ama transcurre cierto tiempo”.
Jean-Marc ama intensamente a
Chantal, pero ello (o precisamente por ello) no le permite que el reconocimiento
del ser amado sea instantáneo. Se extraña, y se angustia, de que necesite un continuo
aprendizaje, de que cada vez necesite aprender a reconocerla.
“¿Qué te pasa? Que me he equivocado sobre tu identidad. Que eres otra
persona que la que imagino”.
¿Quiénes somos? ¿Somos aquello
que pensamos o que sentimos? ¿O no somos más que el reflejo de cómo nos sienten
los demás?
Al menos, la conciencia de nuestra
propia identidad, de nuestro “yo”, podría quedar apuntalada por el celebérrimo cogito ergo sum cartesiano. Pero, ¿y la
identidad del otro? ¿Y la identidad del ser amado? Quizás no sea más que un
reflejo interpretado de lo que nuestros sentidos sienten, y entonces… ¿seremos
capaces de llegar a aprehenderla o se nos escapará una y otra vez entre los
dedos como el agua cristalina del arroyo?
Bajo el paraguas de esta novela
de amor, Kundera reflexiona sobre lo esquivo de la identidad y sobre la
inseguridad como elemento desestabilizador de las relaciones humanas.
Milan Kundera no necesita grandes presentaciones.
Como bien sabéis, es un escritor checo (Brno, 1919), nacionalizado francés, con
una amplísima proyección y fama internacional. La invasión rusa de 1968 le
obligó a exiliarse en Francia, donde ha desarrollado la mayor parte de su
carrera literaria. Sus novelas, a medio camino entre la ficción y el ensayo,
abordan algunos temas esenciales de nuestro tiempo como la libertad y la ética,
sin dejar de enfrentarse a ciertos fantasmas personales como el totalitarismo y
el exilio. Todo ello con un estilo caracterizado por la ligereza, la brevedad y
la concisión, aderezado con un aliño de profundo desengaño.
Algunas de sus principales novelas
son:
- La broma (1967).
- La vida está en otra parte (1972).
- La despedida (1973).
- El libro de la risa y el olvido (1978).
- La insoportable levedad del ser (1984).
- La inmortalidad (1988).
- La lentitud (1988).
- La identidad (1998).
En la novela que nos ocupa, Kundera
refleja magistralmente cómo la inseguridad de los personajes sobre la identidad
del otro acaba cuestionando sus propias identidades, llevándoles a cruzar la
frontera entre lo real y lo irreal, entre lo que ocurre ahí fuera y lo que la
propia mente elabora presa de la incertidumbre.
¿Cuál es su verdadera identidad:
aquella que me muestra en nuestros momentos de intimidad o esa otra que muestra
con los compañeros de trabajo o con sus amigos? ¿Acaso dispone (disponemos) de
varias identidades o solo de una que apenas se muestra tras las distintas
máscaras que utiliza (utilizamos) para ocultarla? Y si es así, ¿cómo puedo
estar seguro de que la identidad que yo identifico es la verdadera?
Estas y otras preguntas subyacen
en el desarrollo de esta obra, en la cual la divisoria entre lo real y lo imaginado
aparece apenas perceptible para el lector, y para los propios personajes.
A mi parecer, se trata de una
obra de una absoluta vigencia que une consideraciones filosóficas clásicas,
como la búsqueda de la realidad del “yo”, con problemas propios de la alienante
sociedad actual, en la que la dificultad en comprender la propia identidad, y
la de los que nos rodean, genera una creciente inseguridad personal que
condiciona y amenaza la unidad de la pareja, del grupo o de la sociedad en sí
misma.
Como aprendizaje, resaltaría la
importancia de una educación dirigida a dotar al individuo de herramientas para
confeccionar y fortalecer su propia identidad. Identidad diferenciada de, pero
en equilibrio con, el resto de identidades que nos rodean. Creo que es un
elemento imprescindible para reforzar la seguridad en uno mismo, lo que seguro
facilitaría la confianza en los “otros” y en su interrelación con ellos.
“Ya no dejaré de mirarte… Tengo miedo a perderte en ese instante en que
mis ojos parpadean”.
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