lunes, 25 de febrero de 2013

Leonardo Boff: El águila y la gallina. Por Javier Sánchez Villegas

Boff, Leonardo: El águila y la gallina. Una metáfora de la condición humana. Trotta, Madrid, 1998. Colección Estructuras y Procesos. Serie Religión. 118 páginas. Traducción de José Luis Castañeda, revisada por María José Gavito Milano. Comentario realizado por Javier Sánchez Villegas.

En una de las múltiples visitas que suelo hacer de vez en cuando a la librería Pasajes, en la calle Génova de Madrid, librería internacional que pertenece a la editorial Trotta, me encontré hace tiempo un libro que hoy quiero comentar: El águila y la gallina, de Leonardo Boff. El título me llamó poderosamente la atención y, por supuesto, el autor. La metáfora del águila y la gallina ya la conocía desde hacía mucho tiempo, desde la publicación del libro de Anthony de Mello: El canto del pájaro. Este libro de Mello se lo regalaron a Cristina allá por el año 1984, cuando se confirmó en el colegio, y poco tiempo después me lo recomendaba ella a mí. Así pues, me sorprendía que Leonardo Boff, baluarte de la teología de la liberación, utilizara esta metáfora para exponer sus puntos de vista sobre la realidad latinoamericana. ¿Por qué? Pues porque la historia del águila y la gallina en Anthony de Mello terminaba muy mal. Os la transcribo.

"Un hombre se encontró un huevo de águila. Se lo llevó y lo colocó en el nido de una gallina de corral. El aguilucho fue incubado y creció con la nidada de pollos.
Durante toda su vida, el águila hizo lo mismo que hacían los pollos, pensando que era un pollo. Escarbaba la tierra en busca de gusanos e insectos, piando y cacareando. Incluso sacudía las alas y volaba unos metros por el aire, al igual que los pollos. Después de todo, ¿no es así como vuelan los pollos?
Pasaron los años y el águila se hizo vieja. Un día divisó muy por encima de ella, en el límpido cielo, una magnífica ave que flotaba elegante y majestuosamente por entre las corrientes de aire, moviendo apenas sus poderosas alas doradas.
La vieja águila miraba asombrada hacia arriba. 
-¿Qué es eso?, preguntó a una gallina que estaba junto a ella.
-Es el águila, el rey de las aves, respondió la gallina. Pero no pienses en ello. Tú y yo somos diferentes a ella.
De manera que el águila no volvió a pensar en ello. Y murió creyendo que era una gallina de corral". (El canto del pájaro, págs. 129-130.)

Como veis, la historia tiene un final terrible. Te da mucho que pensar. La conclusión parece evidente: somos águilas pero vivimos como gallinas. Supongo que cada uno tendrá que analizar en qué se puede identificar con la vida de las gallinas (llevar una vida exclusivamente materialista, sin planteamientos de calado espiritual y de sentido profundo; entender que yo soy lo que tengo y que solo valgo por el acopio de cosas que hago; aceptar cualquier circunstancia por miedo a perder un puesto de trabajo, llevar una vida superficial alienada y alienante vacía de contenido en la que se llenan las horas con entretenimiento absurdo y ridículo: telebasura, etc., no digamos el tema de las drogas o el alcohol, tan extendido entre los jóvenes y no tan jóvenes...). Supongo también que cada uno tendrá que analizar los vestigios de águila que hay en él...

Leonardo Boff
Leonardo Boff, teólogo y filósofo brasileño, no necesita presentación. Aclamado por muchos y despreciado por otros, toda su vida y su pensamiento han tenido como eje el acercamiento del evangelio a la realidad histórica de los pueblos de Latinoamérica. Él, junto con otros autores como Gustavo Gutiérrez, Jon Sobrino o Ignacio Ellacuría, ha tratado de dar forma a la llamada teología de la liberación. Para ellos, no tiene sentido el mensaje de Jesús si no es una buena nueva especialmente para los más pobres y oprimidos de nuestra sociedad (la tan conocida "opción preferencial por los pobres"). Desde ahí su mensaje de denuncia social y de creación de una conciencia colectiva que, de alguna manera, haga que las estructuras generadoras de pobreza y marginación puedan cambiar en favor de un mundo más justo y humano. 

El águila y la gallina, libro que estamos comentando, no tiene sentido si no se tiene en cuenta lo dicho más arriba. A lo largo de sus capítulos, Boff, consciente de que la liberación comienza en la conciencia y se hace efectiva en la práctica histórica, va analizando cada uno de los conceptos que aparecen en la historia del águila y la gallina: cómo viven las águilas, cómo un águila puede convertirse en gallina, cómo despertó el águila-gallina... Así, el autor nos muestra que las dos realidades conviven en nosotros y nos hace un llamamiento a que liberemos nuestras águilas interiores, que seamos héroes de nuestras propias vidas a través del amor incondicional, que es la única fuerza regeneradora que existe. En el fondo, a juicio de Leonardo Boff, y siguiendo un cierto esquema de corte hegeliano-marxista, se trata de vivir una síntesis entre los dos elementos contrapuestos (águila-gallina) de la siguiente forma:
- No solo el águila, sino también la gallina.
- No solo la gallina, sino también el águila.
- No solo el águila en la gallina, sino también la gallina en el águila.
- No solo asumir la gallina-águila, sino también saber cuándo dar énfasis al águila en la gallina y cuándo la gallina en el águila.
- No solo materia y espíritu, sino también su interacción: la vida.
- No solo trascendencia e inmanencia, sino también su interpenetración: la transparencia.
- No solo el hambre de pan, sino también el hambre de espiritualidad.
- No solo el yo y los arquetipos, sino también el Centro y el Sol interior.
- No solo los seres humanos, sino también la Tierra y el universo.
- No solo la vida y la muerte, sino también la resurrección y la vida eterna.

Son los retos planteados para la construcción de lo humano. Tenemos que estar a la altura si queremos darles una respuesta que nos dignifique. Una respuesta que fundamente un equilibrio dinámico entre el águila y la gallina.

Como podéis observar, el planteamiento de Boff (a diferencia del de Anthony de Mello) es esperanzador. La historia termina bien. Es la siguiente.


"Érase una vez un campesino que fue a la selva vecina a cazar un pájaro para tenerlo cautivo en su casa. Consiguió un aguilucho y lo puso en el gallinero con las gallinas. Comía maíz y la ración propia de las gallinas, aunque el águila fuese rey/reina de todos los pájaros.
Cinco años más tarde vino a su casa de visita un naturalista. Mientras paseaban por el jardín, el naturalista observó:
-Ese pájaro de ahí no es una gallina. Es un águila.
-Claro -respondió el campesino- que es un águila. Pero criada como una gallina. Ya no es un águila, se ha vuelto una gallina como las otras, a pesar de esas alas de casi tres metros de envergadura.
-No puede ser -replicó el naturalista-, es y será siempre un águila. Tiene el corazón de águila y ese corazón la hará volar, un día, a las alturas.
-¡Qué va! -insistió el campesino-, se convirtió en gallina y jamás volverá a ser águila.
Entonces decidieron hacer la prueba. El naturalista tomó el águila, la levantó muy alto y, desafiándola, le dijo:
-Ya que eres un águila, ya que perteneces al cielo y no a la tierra, ¡abre tus alas y vuela!
El águila siguió posada sobre el brazo extendido del naturalista. Miraba distraídamente a su alrededor. Vio las gallinas abajo, escarbando los granos, y saltó a su lado.
El campesino comentó:
-¡Se lo dije!, ¡se ha convertido en una simple gallina!
-Nada de eso -volvió a insistir el naturalista-. Es un águila, y un águila será siempre un águila. Probaremos nuevamente mañana.
Al día siguiente, el naturalista subió con el águila a la azotea de la casa. Le susurró:
-¡Águila, ya que eres un águila, abre tus alas y vuela!
Pero cuando el águila vio abajo las gallinas, escarbando en el suelo, saltó y se fue junto a ellas.
El campesino sonrió y volvió a la carga:
-¡Ya se lo había dicho, se ha convertido en gallina!
-No -respondió firmemente el naturalista-. Es un águila y siempre tendrá corazón de águila. Vamos a probar por última vez. Mañana la haré volar.
Al día siguiente, el naturalista y el campesino se levantaron muy temprano. Agarraron al águila, la llevaron fuera de la ciudad, lejos de las casas de los hombres, a lo alto de una montaña. El sol naciente doraba las cumbres de la cordillera.
El naturalista levantó al águila muy alto y le ordenó:
-¡Águila, ya que eres un águila, ya que perteneces al cielo y no a la tierra, abre tus alas y vuela!
El águila miró a su alrededor. Temblaba como si experimentase una nueva vida. Pero no voló. Entonces el naturalista la sujetó firmemente, en dirección al sol, para que sus ojos pudiesen llenarse de la claridad del sol y de la inmensidad del horizonte.
En ese momento, abrió sus potentes alas, lanzó el típico kau-kau de las águilas y se irguió, soberana, sobre sí misma. Y comenzó a volar, a volar hacia las alturas, a volar cada vez más alto. Voló... voló... hasta confundirse con el azul del firmamento...".

Pues eso, que somos águilas y no gallinas. Así que vivamos de acuerdo con nuestra naturaleza humana hacia la plenitud de nosotros mismos, tanto personal como socialmente. Efectivamente, el mensaje de Jesús nos tiene que llevar a salir de nuestro estado de gallinas para volar hacia el Sol, pues estamos llamados a ello. Atrévete a ser el héroe de tu propia existencia. Es duro... pero merece la pena. Nunca mejor dicho, que el Señor (como el sol) te ilumine, y te haga a ti ser luz para que puedas encarnar los valores de las bienaventuranzas allí donde estés, y los demás, especialmente los desfavorecidos, también puedan ser iluminados. Todos estamos llamados a surcar las alturas. No tengas miedo. ¡A volar!



4 comentarios:

  1. Buen mensaje, muchas gracias!!!

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  2. Querido Javier muchas Gracias. Tenemos una herencia Divina. Somos hijos e hijas de Dios

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    1. Gracias a ti, Antonio. Efectivamente, por eso nuestro compromiso con nosotros mismos, con los demás, con la casa común y con Dios es mayor.

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