viernes, 21 de julio de 2023

Mitch Albom: Martes con mi viejo profesor. Por Javier Sánchez Villegas

Albom, Mitch: Martes con mi viejo profesor. Un testimonio sobre la vida, la amistad y el amor. Maeva, Madrid, 2000 (1ª edición). 216 páginas. Traducción de Alejandro Pareja. Comentario realizado por Javier Sánchez Villegas.

Me atrevería a preguntar: ¿tú has tenido alguna vez un profesor que te haya marcado positivamente la vida? Sí, el típico profesor que se haya convertido en tu modelo de vida, en lo que te gustaría ser... Incluso el típico profesor que te ha influido de tal manera que has elegido estudiar su carrera, o ser profesor igual que él, o...

A Mitch Albom sí le ha ocurrido. Tuvo la suerte de encontrarse en su vida, cuando estudiaba la carrera de Periodismo, con un catedrático de Sociología que le marcó para siempre. Este profesor era capaz de mirar en el interior, en lo profundo, y de ver las potencialidades de sus alumnos. Siempre optimista, siempre con una palabra amable, positiva… que hacía que cada uno de sus alumnos sacara lo mejor que llevaba dentro.

Muchos años después, siendo Mitch Albom un afamado periodista deportivo, le llega la noticia de que a su viejo profesor le han diagnosticado el ELA (esclerosis lateral amiotrófica). Algo por dentro se conmueve. Algo se pone en movimiento en su interior que le lleva a recorrer varios miles de kilómetros en Estados Unidos para ir a verlo a su casa. El día de la semana era martes. Podía haber sido otro día, pero era martes. Desde entonces, y hasta la muerte del profesor, Mitch iría todos los martes a verlo.

La intensidad de los diálogos va en aumento conforme avanzas en la lectura del libro. Tan es así, que voy a transcribir frases que me han llamado la atención. De hecho, yo he leído este libro con un subrayador en la mano (cosa que te recomiendo que hagas tú también cuando te pongas a leerlo).
Acepta lo que eres capaz de hacer y lo que no eres capaz de hacer.
Acepta el pasado como pasado, sin negarlo ni descartarlo.
Aprende a perdonarte a ti mismo y a perdonar a los demás.
No des por supuesto que es demasiado tarde para comprometerte.

La manera en que puedes aportar un sentido a tu vida es dedicarte a amar a los demás, dedicarte a la comunidad que te rodea y dedicarte a crear algo que te proporcione un objetivo y un sentido.

Ahora que estoy sufriendo, me siento más cerca que nunca de la gente que sufre.

Lo más importante de la vida es aprender a dar amor y a dejarlo entrar.

A veces no eres capaz de creerte lo que ves, tienes que creer lo que sientes. Y si quieres que los demás lleguen a confiar en ti, también tú debes sentir que puedes confiar en ellos, aunque estés a oscuras. Aunque te estés cayendo.

Las relaciones de amor me sostienen.

Todo el mundo sabe que se va a morir, pero nadie lo cree.

El mejor planteamiento es saber que te vas a morir y estar preparado en cualquier momento.

Cuando aprendes a morir, aprendes a vivir.

El envejecimiento no es sólo decadencia. Es crecimiento.

Ofrece a los demás lo que puedes dar.

Sólo un corazón abierto te permitirá flotar equitativamente entre todos.

Haz las cosas que te salen del corazón.

Cuanto más se acerca a la despedida, más siente que todos somos criaturas de un mismo bosque.

Con todo ‒dijo‒, existen algunas reglas acerca del amor y del matrimonio que sé que son verdaderas. Si no respetáis a la otra persona, vais a tener muchos problemas. Si no sabéis transigir, vais a tener muchos problemas. Si no sabéis hablar abiertamente de lo que pasa entre vosotros, vais a tener muchos problemas. Y si no tenéis un catálogo común de los valores en la vida, vais a tener muchos problemas. Vuestros valores deben ser semejantes.
‒Y ¿sabes, Mitch, cuál es el mayor de esos valores?
‒¿Cuál?
‒Vuestra fe en la importancia de vuestro matrimonio.

Las personas sólo son malas cuando se ven amenazadas.

Para mí vivir significa poder responder ante la otra persona. Significa poder manifestar mis emociones y mis sentimientos. Hablar con el otro. Sentir con él…

No abandones demasiado pronto, pero no te aferres demasiado tiempo.

Antes de morir, perdónate a ti mismo. A continuación, perdona a los demás.
Ver juntas todas las frases que me han llamado la atención de esta obra me sorprende. Y me siento muy cercano a todo lo que dice el viejo profesor (Morrie). Quizá porque yo he tenido muy cerca a la muerte (como consecuencia del accidente de moto que tuve hace ya casi cuatro años), la he podido mirar a la cara y hablar con ella. Yo grité que quería vivir y me lo respetó. La sensación era dulce. Suave. Con paz. Yo sé que ella es paciente, y que nos volveremos a ver las caras más adelante. Pero sin prisa, ¿vale?

La experiencia de una enfermedad terminal te ayuda a vivir con intensidad. Es cierto que no todo el mundo es capaz de vivirla como el viejo profesor. Pero también es cierto que otra actitud no aporta nada. Sin embargo, la mirada sabia hacia uno mismo y hacia el mundo que tenía el profe enriquece y ayuda. ¿No es este el objetivo del libro: dar testimonio de la vida, la amistad y el amor? Pues lo consigue. Y lo hace teniendo como telón de fondo la evolución del ELA, es decir, la muerte. En cierto sentido, da la razón a Platón cuando decía este que la verdadera sabiduría te preparaba para la muerte y, como consecuencia, te ayudaba a vivir. Puede resultar paradójico, pero no lo es. Cuando aprendes a morir, aprendes a vivir. Y te centras en lo realmente importante: la vida, la amistad y el amor. ¿Hay algo más fundamental que estas tres cosas?

En fin, ¿cuándo dejaremos de considerar el tema de la muerte como un tabú? ¿Cuándo vamos a empezar a creer que todos vamos a morir? ¿Cuándo vamos a dejar de vivir como si fuéramos inmortales? ¿Cuándo nos vamos a tomar en serio la muerte, es decir, la vida, y nos vamos a preparar para vivir ambas realidades? Muchas cuestiones. Alguno puede pensar que demasiadas. No lo son. En cualquier caso, tomémonos en serio el tema. Nos jugamos la vida. Hasta la próxima.


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