Mostrando entradas con la etiqueta Jorge Raúl Lasso Barrionuevo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Jorge Raúl Lasso Barrionuevo. Mostrar todas las entradas

viernes, 23 de junio de 2017

José Luis Caravias: Dios en mi vida. Por Jorge Raúl Lasso Barrionuevo

Caravias, José Luis: Dios en mi vida. Viviendo como hermanos. PPC, Madrid 2016, 224 páginas. Comentario realizado por Jorge Raúl Lasso Barrionuevo.

José Luis Caravias, sacerdote jesuita, es un hombre que ha vivido entre las culturas andaluza, la campesina paraguaya, la de los hacheros chaqueños de Argentina, la del sur andino ecuatoriano y la marginal de los bañados de Asunción. Ahora, nos presenta su libro Dios en mi vida, lleno de experiencias vitales donde con mucha sinceridad cuenta cómo sus amores y formadores, Dios y los pobres, le hicieron testigo del Evangelio. 

El inicio de su vida sacerdotal entre gitanos (1967) es el preludio de su misión en medio de los excluidos: “En ese pueblo marginal encontré sentido a mi vida religiosa y a mi sacerdocio”, pues aprendió que, para entrar en sus vidas, debía hacerse uno más de ellos, compartir sus fatigas, sus trabajos, sus celebraciones y su modo de encontrarse con Dios. Al llegar a Paraguay descubrió que era insuficiente vivir como los campesinos pobres (sin ahorros y en pésimas condiciones) para cumplir con su misión evangelizadora. Ellos mismos le aconsejaron: “Deja esta vida absurda y dedícate a la formación campesina”. Así fue aprendiendo que los caminos de Dios son insondables. Su tarea en la formación de la gente y en la toma de conciencia para no dejarse explotar fue lo que provocó la oposición de las clases dirigentes. Así empezaron las persecuciones tanto a él como a otros hombres y mujeres, sacerdotes y laicos, que buscaban ser fieles al mandado de Jesús: “Liberar a los cautivos”. José Luis fue expulsado de Paraguay; otros, fueron torturados y asesinados. El miedo, la desazón y la incomprensión de algunos compañeros jesuitas y de algunas autoridades eclesiales, le llevaron a pensar en dejar su sacerdocio y en formar una familia lejos de persecuciones, de la clandestinidad y de sus dolores. Pero una vez más, Cristo sufriente le habla desde los pobres en un cementerio donde acompañaba a unos hacheros del Chaco argentino.

miércoles, 26 de abril de 2017

Teófanes el Recluso: Qué es la vida espiritual. Por Jorge Raúl Lasso Barrionuevo

Teófanes el Recluso: Qué es la vida espiritual y cómo perseverar en ella.  Sígueme, Salamanca, 2016. 320 páginas. Traducción de M. J. Sedano y J. M.ª Vegas. Comentario realizado por Jorge Raúl Lasso Barrionuevo (Máster Ignatiana Universidad Pontificia Comillas Madrid).

Los jóvenes de nuestra sociedad contemporánea sueñan con lanzarse a la aventura, con realizar actividades extremas y excitantes. A toda costa anhelan alcanzar la felicidad y creen tener todos los medios para hacerlo: cuentan con medios que los mantienen comunicados con todo el mundo, posibilidades de viajar de un continente a otro en cortos periodos de tiempo, facilidades para hacer préstamos económicos y conseguir el dinero necesario para pagar sus gatos, etc. Pero ¿son verdaderamente felices? La pregunta por cómo alcanzar la felicidad es la que está detrás de las ochenta cartas que Teófanes el Recluso escribe a una joven moscovita hace dos siglos, pero que tienen una gran frescura y actualidad para los hombres y mujeres de hoy, que parecen estar invadidos por la tristeza y la melancolía. En estas cartas el místico ruso le dice a la joven destinataria cuál es la razón de la infelicidad de la sociedad, y le muestra los caminos que debe recorrer para alcanzar la felicidad verdadera.

En el primer libro de las Confesiones san Agustín exclama: “¡Nos has hecho para ti Señor y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti!”. Pues bien, no descansar en Dios es la causa de la tristeza e infelicidad de muchos. El hombre, en la antropología de Teófanes el Recluso y de los Padres Orientales, es cuerpo, alma y espíritu. Este último «es aquella fuerza que Dios insufló en la faz del hombre cuando completó la creación», y «en cuanto fuerza procedente de Dios, el espíritu conoce a Dios, busca a Dios, y encuentra descanso solo en Dios» (p. 46). Pero a causa de la caída de los primeros padres, su naturaleza humana fue golpeada, lo que permitió que el alma y el cuerpo lo gobiernen, no el espíritu. Es por ello que la vida de los selfies, de los viajes de placer, de las tarjetas de crédito «no alimenta la totalidad del ser natural del hombre ni satisface el conjunto de sus necesidades. La parte insatisfecha, al seguir hambrienta, reclama el alimento que colme su hambre y su sed, y empuja al ser humano tras él» (p. 27).