lunes, 19 de noviembre de 2012

Albert Nolan: Jesús, hoy. Por Javier Sánchez Villegas

Nolan, Albert: Jesús, hoy. Una espiritualidad de libertad radical. Sal Terrae, Santander, 2007 (edición original de 2006). Colección "Presencia Teológica" 137. 263 páginas. Traducción de Ramón Alfonso Díez Aragón. Comentario realizado por Javier Sánchez Villegas.

Hace ya algunas semanas comentábamos otro libro de Albert Nolan: «¿Quién es este hombre?» (ver aquí), y ya decíamos que, aunque tuviera treinta años, es un libro que no ha perdido actualidad. La lectura de ese libro me cautivó, hasta el punto de que me he lanzado a leer otro libro de este mismo autor que salió hace cinco años y que he regalado en alguna ocasión: Jesús, hoy. Como ya hicimos una semblanza de Albert Nolan en el comentario de su obra anterior, no vamos a decir nada sobre el autor que no se haya dicho ya. Por ello, nuevamente remito al comentario de su otra obra.

Lo primero que llama la atención de Nolan es su realismo. Su fe y su espiritualidad están enraizados en el mundo real. Si en «¿Quién es este hombre?» fundamentalmente se centraba en el aspecto más político del mensaje de Jesús, en esta obra parte de un análisis de los signos de nuestros tiempos (hambre de espiritualidad, la crisis del individualismo, la globalización desde abajo y la ciencia después de Einstein), para posteriormente centrarse en la espiritualidad de Jesús como punto de partida para la transformación personal del hombre de hoy desde la profunda experiencia que Jesús tuvo del Padre: Abbá. Esta experiencia del Abbá no debe entenderse simplemente como la experiencia de Dios como Papá, que no es poco; es la expresión más profunda de intimidad con Dios, que toca ontológicamente lo más hondo del corazón de Jesús. Solamente el creyente de hoy podrá seguir el camino de Jesús de verdad, si tiene también esa misma experiencia de intimidad, plenitud y abandono en las manos del Padre. Esta es la tesis central del libro de Nolan. Hasta cierto punto fácil de decir, pero muy complicado de vivir. Esta es la invitación. Este es el reto.
El libro se abre con una presentación del dominico Timothy Radcliffe, autor de numerosos libros de espiritualidad. Esta presentación me ha parecido tan buena, y estoy tan convencido de que no voy a poder superarla, que dejo al propio Radcliffe que hable.
«Este es un libro maravillosamente fresco y vibrante. Aunque Albert Nolan escribió «¿Quién es este hombre?»: Jesús, antes del cristianismo hace más de treinta años, su voz sigue siendo vigorosa y joven. En un mundo hambriento de espiritualidad, nos ofrece una espiritualidad que está fundada en la vida de Jesús, que es Su espiritualidad y, por encima de todo, es una espiritualidad de libertad radical.
Albert empieza analizando nuestra cultura contemporánea y los desafíos que estamos afrontando  al comienzo de este tercer milenio. Contempla el profundo individualismo que trastorna nuestras vidas y nuestra felicidad, así como los efectos de la globalización, para bien o para mal. Su análisis de la nueva ciencia es, en mi opinión, especialmente iluminador. Albert muestra cómo esta nos invita a una manera de pensar radicalmente nueva, dejando atrás el modelo mecanicista de la época de Newton. Esta nueva ciencia no es rival de la religión, sino que nos invita a mirar de nuevo con asombro y deleite.
Para poder afrontar las extraordinarias posibilidades y peligros de este momento necesitamos una espiritualidad que sea dinámica y profunda. Para encontrarla, Albert Nolan nos remonta hasta Jesús... Este libro nos permite percibir el asombro que produjo la irrupción de este "Mesías al revés" en el mundo del judaísmo del siglo I.
En el corazón de la visión que Nolan presenta de Jesús se encuentra la profunda relación que este tenía con aquel a quien llamaba su abbá... Este título no significa algo tan trivial como "papaíto", sino que implica una relación de la más profunda intimidad, más allá del género, sin asomo alguno de patriarcalismo. Si nos resulta difícil tomar a Jesús en serio y vivir como él vivió, es porque todavía no hemos experimentado a Dios como nuestro abbá. La experiencia de Dios como su abbá fue la fuente de la sabiduría en Jesús, de su claridad, su confianza y su libertad radical. Sin esto es imposible comprender por qué y cómo hizo las cosas que hizo.
Este es el fundamento de la profunda mística que encontramos en el corazón de la vida de Jesús. Tendemos a pensar que los místicos son personas desvinculadas del mundo real, el mundo de la lucha por la justicia e incluso por la supervivencia. Pero este libro nos muestra que no es así. Si no estamos radicalmente arraigados en la experiencia de Dios, no tenemos nada que decir a nuestros contemporáneos y nos sentiremos impotentes ante los desafíos de nuestro tiempo. Una y otra vez he comprobado que los teólogos contemporáneos que mejor perciben la crisis política, económica y ecológica de este momento son los que están más profundamente arraigados en la tradición mística. Entre mis hermanos de la orden dominicana se encuentran, además de Albert Nolan, Edward Schillebeeckx y Gustavo Gutiérrez.
Albert explora también el silencio y la soledad que fueron parte de la vida de Jesús, su mediación del perdón de Dios y, de una manera aún más hermosa, el papel de las mujeres en su vida. Resistiéndose a las disparatadas fabulaciones de El código Da Vinci, Albert nos muestra la gran profundidad de la relación de Jesús con María Magdalena, la primera patrona de la orden dominicana, y con María, su madre.
Sobre la base de este doble análisis -el de los desafíos de nuestra sociedad y el de la espiritualidad de Jesús- Albert propone después una espiritualidad práctica para hoy, una espiritualidad que ofrece un camino a seguir para todos, sin que importe si estamos muy ocupados o inmersos en el ajetreo diario de nuestro mundo. De hecho, uno de los primeros desafíos que se nos presentan es el de resistir a la tentación del ajetreo, lo que Herbert McCabe llamó "la tiranía del trabajo". Necesitamos ser liberados del imperialismo del ego, que quiere convertirnos en el centro del mundo y destruye nuestra experiencia de florecer solo con otras personas y por ellas y, en definitiva, con toda la creación.
Somos invitados a formar dentro de nosotros mismos un "corazón agradecido". Meister Eckhart, un dominico del siglo XIV, dijo en cierta ocasión: "Si la única oración que digo es Gracias..., es suficiente". Albert escribe maravillosamente bien sobre las cualidades que Jesús compartía con los niños; y esto, que es todo lo contrario del infantilismo, nos libera para ser joviales. Al explorar la diferencia entre la conducta lúdica de los niños y la hipocresía, afirma: "Hay una semejanza superficial entre la conducta lúdica de los niños y la hipocresía. Ambas implican que uno finge lo que no es. La diferencia está en que el hipócrita lo hace en serio, mientras que el niño lo hace para divertirse. El hipócrita vive una mentira. El niño conoce la verdad, y esto es lo que hace que el juego sea divertido. De hecho, la mejor manera de hacer frente a nuestro ego hipócrita es aprender a reírnos de él".
Albert Nolan
Tenemos que aprender el arte del desprendimiento, que no consiste en un frío rechazo del afecto y la intimidad, sino en aprender a no aferrarse. La insistencia de Albert en la necesidad de desprendernos del tiempo constituye un desafío para mí. Siempre que alguien viene a vernos, llega en momento oportuno. Incluso tenemos que aprender a desprendernos de Dios. Albert escribe excelentemente: "Confiar en Dios, como hizo Jesús, no significa aferrarse a Dios; significa desprenderse de todo hasta entregarnos nosotros mismos y nuestra vida a Dios. Hay una diferencia entre el apego y la entrega. Al final tenemos que desprendernos también de Dios. Tenemos que abandonar a Dios para saltar a los brazos de un Padre amoroso en quien podemos confiar implícitamente. No tenemos que agarrarnos con fuerza, porque seremos sostenidos, como un niño en brazos de sus padres". Por encima de todo, necesitamos adiestrarnos en el arte de perdonar. No se trata de un perdón que cierra los ojos a los escándalos e injusticias de este mundo, sino de un perdón que ve con claridad y es veraz y, por tanto, nos hace ir más allá de las acusaciones e imputaciones de culpa.
El capítulo penúltimo, que trata acerca de cómo llegar a ser "uno con el universo", es especialmente estimulante. Incluso alguien con tan escasa formación científica como yo puede llegar a vislumbrar las vastas posibilidades de nuestra nueva comprensión del mundo. Albert señala, con razón, que los jóvenes están hoy poco interesados en los dogmas y en las doctrinas. Es cierto. Y, sin embargo, en este libro podemos atisbar los primeros pasos de una nueva doctrina de la creación que no es estrecha, que no limita nuestro pensamiento, sino que libera nuestra imaginación y que, como debe hacer toda buena doctrina, nos invita a seguir avanzando por el camino que conduce al misterio.
Por último, Albert nos conduce de nuevo al tema que subyace a todo el libro: la libertad. Se nos invita a gustar la libertad de Jesús, una libertad fundada en la confianza total y absoluta en su abbá. El valor de la modernidad más ampliamente compartido es la libertad. A menudo se interpreta indebidamente como autonomía personal, como una libertad que nos encierra en la soledad y que justifica el egoísmo narcisista de nuestro tiempo. Captamos aquí la libertad para la que nos liberó Cristo. El crecimiento en esta libertad es un proceso lento. Albert nos recuerda que "el bebé humano necesita más tiempo que las crías de otros animales para crecer y madurar. La razón es que tiene que aprender muchas más cosas. La mayor parte de lo que tenemos que saber para ser adultos maduros procede más de la cultura que del instinto. Necesitamos un largo período de educación y aprendizaje antes de poder mantenernos en pie y tomar decisiones por nosotros mismos. Durante nuestra infancia necesitamos normas y leyes". Este libro nos ofrece una pedagogía en la libertad, cuyo fruto es el contacto con la espontaneidad y la jovialidad de Jesús».

Después de esto, poco queda que decir. Dejémonos asombrar nuevamente por la persona y el mensaje de Jesús. Y con la mirada y la confianza que un niño tiene hacia sus padres, abandonémonos en el Abbá. Queramos o no, nuestras vidas están en sus manos. Demos gracias por ello.



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