Arendt, Hannah: Eichmann en Jerusalén. Debolsillo, Barcelona, 2013 (edición original de 1963 y 1964). Colección Historia 101. 440 páginas. Traducción de Carlos Ribalta. Comentario realizado por Javier Sánchez Villegas.
He estado tentado de abrir una sección nueva: cine. Hace unos días fui a ver una película extraordinaria que me ha impactado sobremanera: Hannah Arendt, de Margarethe von Trotta. ¿De qué va esta película? En la sinopsis de la hoja que dedica a esta película los cines Princesa, de Madrid, se dice que el largometraje retrata a la pensadora judía alemana Hannah Arendt (encarnado por la magistral actriz Barbara Sukowa) durante cuatro años: de 1961 a 1964. En ese tiempo, esta pensadora cubrió para el periódico The New Yorker el juicio del criminal de guerra nazi, Adolf Eichmann (teniente coronel de las SS que se encargaba de organizar la deportación y el exterminio de las comunidades judías, así como de la colaboración o la resistencia en la aplicación de la Solución Final por parte de algunas naciones ocupadas). La cámara sigue a la filósofa hasta Israel, donde Arendt, asombrada, descubrió que Eichmann no era el monstruo que todos esperaban, sino un tipo absolutamente mediocre que había estado obedeciendo órdenes. A su vuelta a Nueva York escribió acerca de este nuevo concepto del mal, la banalización del mal, y también reveló cómo los jefes judíos de varias secciones se mostraron colaboradores con los nazis. Con la excepción de su marido, su asistente, su mejor amiga y la mayor parte de sus alumnos, el resto se puso en su contra y la acosó y la presionó duramente. La película muestra un momento crucial en la vida de una de las pensadoras más importantes del siglo pasado.
Hasta aquí la película. Sin embargo, esta ha abierto en mí las ganas de profundizar en el juicio contra Eichmann, lo cual me ha llevado a la lectura del libro de Arendt: Eichmann en Jerusalén, que es el que os quiero presentar. Quizá lo primero que tengo que resaltar es que, en mis años de licenciatura y (cursos de) doctorado de Filosofía en la Universidad Autónoma de Madrid, nunca se me ha presentado en ninguna asignatura a esta pensadora ni, como consecuencia, ninguna de sus obras. Por otra parte, y debido a mi "especialización" en filosofía de la religión, nunca se había cruzado mi camino con Arendt. En resumen, que esta es la primera obra que leo de ella, si bien tenía clara su gran aportación al pensamiento occidental: el estudio de los totalitarismos. Paso a la obra que tenemos entre manos.
Varias son las cuestiones que se plantean al principio de la obra: ¿Cómo pudo ocurrir el holocausto? ¿Por qué ocurrió? ¿Por qué las víctimas escogidas fueron precisamente los judíos? ¿Por qué los victimarios fueron precisamente los alemanes? ¿Qué papel tuvieron las restantes naciones en esta tragedia? ¿Hasta qué punto fueron también responsables los aliados? ¿Cómo es posible que los judíos cooperaran, a través de sus dirigentes, a su propia destrucción? ¿Por qué los judíos fueron al matadero como obedientes corderos? Como vemos, todas estas son preguntas de un gran calado, y a todas ellas pretende dar respuesta Hannah Arendt.
«Otto Adolf Eichmann, hijo de Karl Adolf y Maria Schefferling, detenido en un suburbio de Buenos Aires, la noche del 11 de mayo de 1960, y trasladado en avión, nueve días después, a Jerusalén, compareció ante el tribunal del distrito de Jerusalén el día 11 de abril de 1961, acusado de quince delitos, habiendo cometido, "junto con otras personas", crímenes contra el pueblo judío, crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra, durante el período del régimen nazi, y, en especial, durante la Segunda Guerra Mundial. La Ley (de Castigo) de Nazis y Colaboradores Nazis de 1950, de aplicación en el caso de Eichmann, establecía que "cualquier persona que haya cometido uno de estos ... delitos ... puede ser condenada a pena de muerte". Con respecto a todos y cada uno de los delitos imputados, Eichmann se declaró "inocente, en el sentido en que se formula la acusación".
¿En qué sentido se creía culpable, pues? Durante el largo interrogatorio del acusado, según sus propias palabras "el más largo de que se tiene noticia", ni la defensa, ni la acusación, ni ninguno de los tres jueces se preocupó de hacerle tan elemental pregunta. El abogado defensor de Eichmann, el doctor Robert Servatius, de Colonia, (...) dio contestación a esta pregunta en el curso de una entrevista periodística: "Eichmann se cree culpable ante Dios, no ante la Ley"».
Culpable ante Dios, no ante la Ley. De hecho, Eichmann declaró que él actuó de acuerdo con la ley. Y tiene razón. Pero, ¿qué pasa cuando la ley es a todas luces inmoral y aberrante? Eichmann dijo que él se limitaba a cumplir órdenes. ¿Es exculpatoria la obediencia ciega? Ante la acusación de asesinato, Eichmann contestó: «Ninguna relación tuve con la matanza de los judíos. Jamás di muerte a un judío, ni a persona alguna, judía o no. Jamás he matado a un ser humano. Jamás di órdenes de matar a un judío o a una persona no judía. Lo niego rotundamente». El problema es que esta declaración es verdadera, y nunca se pudo demostrar lo contrario. Pero es de un cinismo vomitivo que espanta. Por lo visto, formar parte de un sistema pernicioso e inmoral, ser cómplice de genocidio, eso es una cuestión adjetiva, pero no sustantiva. ¡Alucinante!
En fin, como podéis comprobar, este tema no está en absoluto resuelto. De hecho, Arendt tuvo serios problemas con sus coetáneos judíos (en especial, con Hans Jonas) por el simple hecho de plantearlo en su obra. Ahí está. ¿Alguien se atreve con él?
Dos cuestiones quiero destacar. Dos conceptos que están en la base de esta obra y de este juicio. En primer lugar, la cuestión de la obediencia debida: "Me limitaba a cumplir órdenes". Ante esto, en segundo lugar, Arendt acuña otro concepto nuevo: el de la banalización del mal. No hace falta insistir más en ello.
Obra, pues, y película, que no te va a dejar ni mucho menos indiferente. Si no puedes leer el libro (que te recomiendo vivamente), ve al menos la película (imprescindible en versión original). Está bien pautada y secuenciada. La narración de los hechos (con una magnífica interpretación por parte de todos los actores, incluido el del ínclito Martin Heidegger) hará cuestionarte temas que, por más que los hables, no se disolverán así como así. ¡Ánimo, pues! Hasta la próxima.
Hasta aquí la película. Sin embargo, esta ha abierto en mí las ganas de profundizar en el juicio contra Eichmann, lo cual me ha llevado a la lectura del libro de Arendt: Eichmann en Jerusalén, que es el que os quiero presentar. Quizá lo primero que tengo que resaltar es que, en mis años de licenciatura y (cursos de) doctorado de Filosofía en la Universidad Autónoma de Madrid, nunca se me ha presentado en ninguna asignatura a esta pensadora ni, como consecuencia, ninguna de sus obras. Por otra parte, y debido a mi "especialización" en filosofía de la religión, nunca se había cruzado mi camino con Arendt. En resumen, que esta es la primera obra que leo de ella, si bien tenía clara su gran aportación al pensamiento occidental: el estudio de los totalitarismos. Paso a la obra que tenemos entre manos.
Varias son las cuestiones que se plantean al principio de la obra: ¿Cómo pudo ocurrir el holocausto? ¿Por qué ocurrió? ¿Por qué las víctimas escogidas fueron precisamente los judíos? ¿Por qué los victimarios fueron precisamente los alemanes? ¿Qué papel tuvieron las restantes naciones en esta tragedia? ¿Hasta qué punto fueron también responsables los aliados? ¿Cómo es posible que los judíos cooperaran, a través de sus dirigentes, a su propia destrucción? ¿Por qué los judíos fueron al matadero como obedientes corderos? Como vemos, todas estas son preguntas de un gran calado, y a todas ellas pretende dar respuesta Hannah Arendt.
Cartel alemán de la película "Hannah Arendt" |
¿En qué sentido se creía culpable, pues? Durante el largo interrogatorio del acusado, según sus propias palabras "el más largo de que se tiene noticia", ni la defensa, ni la acusación, ni ninguno de los tres jueces se preocupó de hacerle tan elemental pregunta. El abogado defensor de Eichmann, el doctor Robert Servatius, de Colonia, (...) dio contestación a esta pregunta en el curso de una entrevista periodística: "Eichmann se cree culpable ante Dios, no ante la Ley"».
Culpable ante Dios, no ante la Ley. De hecho, Eichmann declaró que él actuó de acuerdo con la ley. Y tiene razón. Pero, ¿qué pasa cuando la ley es a todas luces inmoral y aberrante? Eichmann dijo que él se limitaba a cumplir órdenes. ¿Es exculpatoria la obediencia ciega? Ante la acusación de asesinato, Eichmann contestó: «Ninguna relación tuve con la matanza de los judíos. Jamás di muerte a un judío, ni a persona alguna, judía o no. Jamás he matado a un ser humano. Jamás di órdenes de matar a un judío o a una persona no judía. Lo niego rotundamente». El problema es que esta declaración es verdadera, y nunca se pudo demostrar lo contrario. Pero es de un cinismo vomitivo que espanta. Por lo visto, formar parte de un sistema pernicioso e inmoral, ser cómplice de genocidio, eso es una cuestión adjetiva, pero no sustantiva. ¡Alucinante!
En fin, como podéis comprobar, este tema no está en absoluto resuelto. De hecho, Arendt tuvo serios problemas con sus coetáneos judíos (en especial, con Hans Jonas) por el simple hecho de plantearlo en su obra. Ahí está. ¿Alguien se atreve con él?
Dos cuestiones quiero destacar. Dos conceptos que están en la base de esta obra y de este juicio. En primer lugar, la cuestión de la obediencia debida: "Me limitaba a cumplir órdenes". Ante esto, en segundo lugar, Arendt acuña otro concepto nuevo: el de la banalización del mal. No hace falta insistir más en ello.
Obra, pues, y película, que no te va a dejar ni mucho menos indiferente. Si no puedes leer el libro (que te recomiendo vivamente), ve al menos la película (imprescindible en versión original). Está bien pautada y secuenciada. La narración de los hechos (con una magnífica interpretación por parte de todos los actores, incluido el del ínclito Martin Heidegger) hará cuestionarte temas que, por más que los hables, no se disolverán así como así. ¡Ánimo, pues! Hasta la próxima.
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