Pascual Rodríguez, Esther (coord.): Los ojos del otro. Encuentros restaurativos entre víctimas y ex miembros de ETA. Sal Terrae, Santander, 2013. 324 páginas. Comentario realizado por María Dolores López Guzmán.
Un libro novedoso, sumamente interesante y necesario. Una publicación por la que hay que felicitar a la editorial, dada la delicadeza del tema, su actualidad y la propuesta de un camino hacia la anhelada reconciliación y la concordia en el País Vasco y en el resto de España.
El anuncio de la presentación del libro el 10 de octubre en la Universidad de Deusto provocó un revuelo mediático, al plantearse la posibilidad de que Luis Carrasco –ex miembro de ETA y autor material de la muerte de Juan Mari Jáuregui– pudiera participar en dicha convocatoria, a la que también acudiría la viuda de éste, Maixabel Lasa, autora del prólogo del libro, en el que, sin embargo, afirma que «las personas que hemos colaborado en los encuentros restaurativos, tanto los victimarios como las víctimas, lo hemos hecho de forma voluntaria».
Las críticas rebajaron su tono al conocerse la noticia de que a Carrasco se le había denegado el permiso judicial para salir de la cárcel y poder asistir, aunque transmitió un mensaje de agradecimiento a las víctimas por haberle «abierto los ojos».
La inquietud social que surgió al conocer estos hechos (tanto la publicación de una obra de estas características como el acto de presentación) refleja, en todo caso, la dificultad para que las distintas opiniones y diferentes sensibilidades que la experiencia del terrorismo ha generado convivan pacíficamente (una consecuencia más del trágico contexto que la violencia crea a su alrededor).
A nadie que haya vivido de cerca la injusticia, lo irreparable y lo absurdo de una muerte violenta le resulta sencillo afrontar el proceso interior y exterior que se desencadena ante la situación no deseada que otros han provocado; ni tampoco es fácil ver cómo algunos que han pasado por una experiencia similar lo viven de otra manera. Pero es que no todos coincidimos en otorgar el mismo significado a realidades como la justicia, la reparación, o la humanidad... conceptos clave que tocan zonas esenciales en cada uno de nosotros y que afectan a la sociedad entera. Y aquí es donde se situaría el primer logro de este libro: en la conciencia clara y sincera de la diversidad de formas de plantear el modo de paliar un hecho injusto e irreversible. Por eso, desde el comienzo de sus páginas se insiste en su carácter propositivo. En ningún momento existe la pretensión de presentar los encuentros restaurativos como la única opción para avanzar en el camino hacia la reconciliación y la reparación. De hecho, ni siquiera es viable en todos los casos de terrorismo, como algunos de los autores expresan. Pero sí se han visto empujados a dar a conocer una experiencia, pionera en España, en la que las víctimas que han participado han visto aliviado su dolor, y los victimarios han podido pedir perdón (bien a la víctima directa, bien a familiares o personas afectadas indirectamente) o manifestar su pesar por el daño causado.
El segundo logro de esta obra refuerza el anterior, pues se insiste una y otra vez en que se trata de experiencias que solo se pueden dar cuando se hacen de modo voluntario, tanto por parte de la víctima como del ofensor. De tal modo que no se percibe reproche alguno –ni desde los autores ni desde las víctimas participantes– hacia aquellos que declinan formar parte de estos encuentros restaurativos. Como bien señalan, nunca debería recriminarse a otras víctimas su decisión de no querer entrar en la dinámica de esta propuesta (ni siquiera en el caso de que se dieran todas las circunstancias adecuadas para que tuvieran lugar).
Otro aspecto positivo e importante que se cuida de modo particular en la justicia restaurativa, y con el que han sido especialmente escrupulosos los facilitadores de estos encuentros «cara a cara» entre víctimas y verdugos, es el hecho de contar con la garantía plena de que el preso no va a utilizarlos para conseguir beneficios penitenciarios. Es más, se trata de una condición imprescindible para que se lleven a cabo, pues estos encuentros no persiguen nada en el plano jurídico, ya que se mueven en otro nivel distinto. Su pretensión consiste, sobre todo, en dar cabida a gestos profundamente humanos (el arrepentimiento, el reconocimiento del daño causado, la petición de perdón, mirar a los ojos del otro para reconocer la alteridad...) que regeneren a la persona y posibiliten la reconstrucción de la convivencia. Por eso, no solo no interfieren en el curso de la justicia legal (que busca como fin principal el cumplimiento objetivo de la condena), sino que colaboran con ella llegando a algunas zonas que esta no alcanza, pero que son imprescindibles para calmar el sufrimiento, parte fundamental que hay que cuidar si se quiere verdaderamente trabajar por la coexistencia pacífica.
El tono del libro concuerda con el estilo de la propuesta: sencillo, escrito con deseo de comunicar y compartir lo vivido, con el convencimiento de los beneficios que conlleva este camino, lejos de intereses ideológicos, y con el respaldo de una larga experiencia y formación específica en estos ámbitos (especialmente de la mediación, así como del derecho, la psicología y el trabajo social) que los autores que han participado en el proyecto poseen: J.A. Olalde Altarejos, F. Lozano Espina, E. Pascual Rodríguez, J.L. Segovia Bernabé, J.C. Ríos Martín, E. Santos Itoiz, J. Castilla Jiménez, X. Etxebarría Zarrabeitia. Junto a ellos destacan tres colaboraciones significativas: las de L. Carrasco Asenguinolaza (ex miembro de ETA), T. Urquijo Azkarate (asesor de la Dirección de Víctimas del Terrorismo del Gobierno Vasco desde 2001); y M. Gallizo Llamas (Secretaria General de Instituciones Penitenciarias desde 2004 hasta 2011).
Merece la pena adentrarse en estas páginas, que permiten al lector asomarse a una experiencia laboriosa en su preparación y ejecución, sumamente delicada en las emociones que despierta, cooperadora de la verdad y la memoria y, por encima de todo, esperanzadora. Una apuesta decidida por la regeneración de la humanidad. Y puesto que «los objetivos de estos encuentros son puramente personales, íntimos, profundos, liberadores y sanadores» (Etxebarría), solo queda agradecer la generosidad de todos los participantes por ofrecer sus vivencias, y el privilegio de poder acceder a ellas a través de su lectura.
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