lunes, 8 de septiembre de 2025

Rino Fisichella: La nueva evangelización. Por Mª Dolores López Guzmán

Fisichella, Rino: La nueva evangelización. Sal Terrae, Santander, 2012. 150 páginas. Comentario realizado por Mª Dolores López Guzmán.

El obispo auxiliar de Roma y rector de la Pontificia Universidad Lateranense –Mons. Rino Fisichella– fue nombrado el 29 de marzo de 2010 presidente de un nuevo dicasterio: el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización. Una reveladora muestra del interés y la preocupación que el tema de la transmisión de la fe despierta en la curia, reflejo de una demanda que se hace sentir en toda la Iglesia.

El Concilio Vaticano II puso sobre la mesa la dificultad del diálogo entre la Iglesia y el mundo. Y 50 años después todavía se percibe como uno de los problemas más acuciantes. El mandato del Señor –«id, pues, y haced discípulos a todas las gentes»: Mt 28,19– y la exhortación de Pablo –«¡ay de mí si no predicara el evangelio!»: 1Co 9,16–, recogidos como textos emblemáticos tanto por Mons. Fisichella como por los obispos en el sínodo, nos recuerdan que no se puede vivir la fe de «puertas adentro» o como algo de valor tan solo para uno mismo, pues la dinámica de dicha fe incluye la comunicación, la invitación, la difusión, el encuentro, la exposición. No es un asunto menor. La vida de Jesús fue en sí misma una «notificación» del Padre; la resolución efectiva del nuevo pacto o alianza que Dios ha querido establecer con nosotros. Una buena noticia hecha para ser conocida, pues dentro de lo nuclear está la fraternidad universal, es decir, la llamada a estar todos unidos.

Este libro sobre la Nueva Evangelización lo escribió Mons. Fisichella un año antes de la celebración del Sínodo que acaba de concluir hace apenas unos meses (se celebró del 7 al 28 de octubre de 2012). Pero no debe ser considerado únicamente como una antesala del sínodo (que en parte lo es, pues muchas de sus intuiciones han quedado recogidas en el mensaje final) y de la próxima Exhortación Apostólica de Benedicto XVI (que seguro que lo tendrá en cuenta), sino también como el fruto maduro de los treinta años que, como profesor de teología, ha dedicado a la reflexión sobre la transmisión del cristianismo en nuestro mundo, especialmente en el contexto europeo. Para él la cuestión decisiva que está en el corazón de la Nueva Evangelización es cómo presentar al hombre de hoy la necesidad de la fe en Jesucristo. Un hecho, sin embargo, que –insiste– no debe desligarse del patrimonio de cultura y valores que la Iglesia atesora.

Esta obra de Mons. Fisichella posee muchas ventajas. La primera de ellas, y quizá la más importante (pues atraviesa el estilo de todo lo escrito), es su carácter accesible y dialogante –«es mejor dejar abierta la reflexión con vistas a la discusión que suscitará y a las aportaciones futuras»: p. 143–, acompañado de un talante equilibrado; por otro lado, sitúa con claridad el tema de la Nueva Evangelización en el tiempo (cómo surgió, qué pontífices hablaron de ella, con qué sentido, significado auténtico, dificultades del lenguaje, etc.): algo que ayuda a poner bases sólidas cuando se trata cualquier asunto. Asimismo, no olvida la cuestión crucial del contexto, es decir, a quién va dirigido el mensaje que queremos transmitir, pues eso determina los modos y maneras de que sea inteligible y llegue correctamente al destinatario –resulta así imprescindible «abrir la jaula del lenguaje» que favorezca una comunicación más eficaz: p. 84–; pero quizá la mayor aportación esté en la llamada que hace a los cristianos a «producir pensamiento», es decir, a generar una cultura nueva (p. 52), ya que considera que habría que hacer una especial «inversión» de esfuerzo y creatividad en rescatar para la evangelización la vía de la belleza y del arte, pues la tríada verdad-belleza-bondad fue siempre para poetas, filósofos y teólogos imprescindible en el conocimiento (un resurgir que, no obstante, ya se va notando de forma pausada y silenciosa en las bases de la Iglesia). La «Sagrada Familia» de Gaudí la considera, en este sentido, un referente, por tratarse de un «ca tecismo de piedra» en medio de la ciudad.

Junto a los puntos señalados incluye, por supuesto, la centralidad de Jesucristo y el perfil de los evangelizadores (donde señala algunas aportaciones específicas de cada uno de los grupos de la Iglesia, tanto ordenados como religiosos y laicos, en línea con el espíritu del Concilio Vaticano II y de la Exhortación Apostólica post-sinodal Christifideles laici de Juan Pablo II); y, por último, dedica un espacio reseñable (no solo en el capítulo específico sobre ello, sino a lo largo de toda la obra) al tema de los lugares que él considera preferentes en la Nueva Evangelización: la liturgia, la caridad y su relación con la justicia y la atención a los más pobres, el ecumenismo, la inmigración, la comunicación, la cultura... y algunos otros por rescatar en la vivencia eclesial, como el sacramento de la confesión (no para ponerlo en el centro de la vida cristiana, pero sí para resituarlo), la dirección espiritual, la catequesis, la familia, la elaboración de una nueva antropología, etc.

A pesar de que la tarea que aparece ante los fieles sea abrumadora, Mons. Fisichella anima a no dejarse llevar por el desaliento, porque lo que nos mueve no es el secularismo ni el deseo de llenar de nuevo los templos, sino «la convicción de que la gracia interviene y transforma hasta el punto de convertir el corazón» (p. 64). Ahora bien, la transmisión de la fe, para que sea evangélica, debe incluir en su método y en sus formas tres términos que tienen para Fisichella un valor normativo: la dulzura, el respeto y la recta conciencia (cf. 1Pe 16). Un recordatorio y una advertencia que nunca están de más.

Un libro agradable de leer, con el que se aprende, útil y apropiado para suscitar el diálogo en comunidades, o simplemente para enriquecimiento personal. Que ayuda a conocer la situación actual de la Iglesia, sus inquietudes y los retos que la jerarquía se plantea con respecto a su relación con el mundo, y que invita a hacerse preguntas animando, al mismo tiempo, a la Nueva Evangelización. La misma de siempre, y siempre distinta.


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