lunes, 1 de septiembre de 2025

Bruno Forte: La puerta de la fe. Por María Arinero García

Forte, Bruno: La puerta de la fe. Sal Terrae, Santander, 2012. 126 páginas. Comentario realizado por María Arinero García.

El pasado 11 de octubre de 2011, Benedicto XVI convocaba el Año de la fe con el propósito de invitar a los creyentes «a una auténtica y renovada conversión al Señor». Se refería a «la fe que actúa por el amor» (Gal 5,6) y que «se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre» (cf. Carta apostólica Porta fidei, 6).

Bruno Forte, arzobispo de Chieti-Vasto desde 2004, propone en este libro un itinerario pastoral para vivir este año de la fe ahondando en cuatro pilares básicos de la catequesis cristiana (el credo, la Palabra y los sacramentos, los mandamientos y bienaventuranzas, y las oraciones del cristiano). No se trata de una propuesta teórica. Nadie que viera en estos elementos una mera estructura podría haber escrito este libro. Se trata, más bien, de una propuesta espiritual de quien cree firmemente en la fe que profesa, reconoce el amor de Dios en su Palabra, celebra la fe en los sacramentos y hace del amor, los mandamientos y las bienaventuranzas de Jesús un código de conducta que va más allá de cualquier ética humana. 

Por eso el autor invita a hacer una lectura meditada del libro en la oración, en un contexto de adoración eucarística o de catequesis, a la vez que llama a una conversión de vida, de forma que esta oración se concrete en una fe madura y un nuevo impulso para dar testimonio de ella ante los demás, con la palabra y con la vida. Su invitación está, además, integrada en los tiempos litúrgicos. Así, propone que las páginas dedicadas al credo puedan ser meditadas en Adviento; los mandamientos y bienaventuranzas, en Cuaresma; los sacramentos, en Pascua; y las oraciones, durante el tiempo ordinario (cf. pp.125-126).

El libro está dividido en cuatro capítulos. El primero, «El Misterio Profesado», desgrana la «regla de fe, breve y grande» (san Agustín). Breve por el número de palabras, y grande por el alcance de las afirmaciones, dice el autor. Cada una de estas afirmaciones encabeza un apartado del credo apostólico que no pretende ser un pequeño tratado de teología dogmática, sino más bien una explicación sencilla de cada uno de los artículos, desde el Creo inicial hasta el último Amén. La propuesta es la de quien ha orado con ellos y ve una relación clara entre esta profesión y la praxis en la vida cotidiana. 

El segundo apartado, «el Misterio Celebrado», aborda la Palabra de Dios y los sacramentos. La Palabra, acogida en silencio, muestra el amor de un Dios que habla a través de palabras y acontecimientos, que prepara a su pueblo y cumple sus promesas en Jesús. Es el Espíritu el que permite este encuentro con la Palabra y nos llama a la comunión, a vivirla en Iglesia, para anunciarla con obras y palabras. 

Los sacramentos son presentados como un itinerario para madurar y vivir la fe. Cada uno de ellos tiene una descripción de su esencia y un fundamento bíblico/eclesial que remiten directamente a su raíz, además de un apartado especial sobre su sentido pastoral y pragmático. 

La tercera parte, «el Misterio Vivido», aborda los mandamientos con un breve comentario y actualización de cada uno de ellos. Si ya Jesús los actualizó en la reducción a un mandamiento doble (Mt 22,37 40), retomándolos y resumiéndolos (Jn 13,34), Bruno Forte concreta la lectura y la praxis que hoy podemos hacer del texto del Deuteronomio. 

Por otro lado, en las bienaventuranzas el autor se sitúa en el monte, el lugar de la revelación divina por excelencia, donde Jesús habla a todos los candidatos a la felicidad. Y es que las promesas de Jesús dan la vuelta a la lógica humana: felices los pobres, los que se vacían para que Dios lo ocupe todo; felices los que lloran y reconocen la presencia de Jesús, que sufre junto a ellos y les consuela; felices los mansos, los que prefieren la escucha, el diálogo, la reconciliación, los que creen que las razones del corazón que cree y ama son más duraderas y eficaces que la fuerza; felices los que tienen hambre y sed de justicia, los que creen firmemente que el Dios del Evangelio está de parte del que sufre, los que están dispuestos a defender la causa de los pobres, aunque de esta salgan perjudicados... Jesús llama a creer en la alegría que produce esta lógica invertida. 

Finalmente, el cuarto capítulo, «el Misterio Orado», recoge las oraciones principales del cristiano: Padrenuestro, Avemaría y Gloria. Su desarrollo no podría responder mejor al título. En vez de una invitación a la oración, lo que hay en este apartado es la oración del propio autor, que desgrana cada frase de las dos primeras para introducir la suya propia, dirigida a Dios Padre-Madre y a María, respectivamente. El final es la doxología, la invocación al Dios trinitario para reconocer su esplendor, su amor gratuito, su unidad... que cierra el libro con una nueva oración personal del autor, enmarcada en este amor donado y recibido. 

Quien lea este libro encontrará un itinerario para recorrer la esencia de la fe, un buen estímulo y guía para rezar, pero, sobre todo, una oportunidad para reencontrarse con el Misterio y, desde ahí, responder al amor primero.



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