lunes, 20 de abril de 2015

Reviel Netz: Alambre de púas. Por Fernando Vidal

Netz, Reviel: Alambre de púas. Una ecología de la modernidad. Editorial Clave Intelectual - Eudeba, Madrid, 2015 (edición original de 2004). 257 páginas. Traducción de Jaume Sastre i Juan. Comentario realizado por Fernando Vidal (Universidad Pontificia Comillas, @fervidal31).

Alambre de púas es una interesante investigación monográfica sobre el papel de ese objeto tan determinado y singular en la modernidad. Su conclusión es que “El alambre de púas fue tan eficaz porque podía ejercer dolor a gran escala de forma rápida y barata, y por eso se usó para conseguir el control a gran escala” (p.241). El libro apoya una perspectiva que comprende el alambre de púas como un dispositivo que construye topologías y cuyo poder principal es el dolor de la carne. Esa visión carnal y topológica alimenta una visión biomaterialista en el análisis del alambre de púas. Aunque el libro tiene un ánimo foucaultiano, no integra una comprensión integral del objeto que exponga la experiencia y las intenciones plurales que hay detrás de sus aplicaciones. No obstante, Netz hace una aportación estimable que suscita en el lector mayor curiosidad y demanda más investigación. Especialmente se echa de menos el papel de la alambrada de púas en las fronteras, aspecto muy destacado en las últimas décadas y que no se entiende muy bien que esté ausente.

En una perspectiva foucaultiana, este libro versa sobre “una tecnología simple pero altamente significativa: el alambre de púas” (p.14), en donde el autor encontrará un fenómeno que revela parte de la estructura interna de la modernidad. El autor insiste en un enfoque físico del objeto, una “simple e inmutable ecuación entre la carne y el hierro” (p.15), “una historia de fuerza sobre cuerpos, una historia de violencia y dolor” (p.14). “La historia está encarnada… La historia no es en absoluto abstracta, sino que es una cuestión de individuos de carne y hueso que interactúan en el espacio material… La historia, pues, no sólo tiene que ver con la sociología o la economía. La historia tiene lugar a medida que la carne se mueve dentro del espacio, de modo que, entre otras cosas, también tiene que ver con la biología de la carne y la topología del espacio” (p.239). Reviel Netz es profesor de Historia y Filosofía en la Universidad de Stanford y ha realizado un análisis de ciertas características de la modernidad a través de uno de sus objetos singulares, el alambre de púas. La estructura del libro recorre la historia del invento, desde su creación para controlar el ganado de las Grandes Llanuras de Estado Unidos, a su aplicación bélica en la Guerra de los Bóers, su exaltación macabra en el sistema de trincheras de la I Guerra Mundial y finalmente su papel sustancial en la creación de los campos de concentración. Echamos de menos un capítulo añadido en el que se haga el análisis de las concertinas dentadas en fronteras como las que España levanta contra África. Es un libro erudito que se recrea mucho en el detalle. Entendemos que se desvía del foco –tan centrado en el alambre de púas- cuando en la última parte cuenta los sistemas de campos de concentración de la Alemania nazi y del Gulag soviético. Creemos que la obra hubiera sido más eficaz si no abordara ese tema lateral sino que continuara profundizando.

En cuanto a la perspectiva, no es fenomenológica sino biomaterialista. La teoría se acerca más a la biosociología que a la fenomenología foucaultiana. La alambrada de púas es presentada como un dispositivo de dolor contra la carne, una máquina de represión carnal contra el ganado y luego los humanos tratados como ganado. Aunque es atractiva la perspectiva y trata de revelar un principio bioestructuralista, es difícil de dar una visión integral de la alambrada de púas sin analizar las intenciones. Junto con los efectos y fines negativos y punitivos, existían otras motivaciones. La visión es hipercrítica y patologizante, asentada en algunas formulaciones cerradas –aunque atractivas por su asertividad-, pero quizás incompleta. Motivos de salud, protección, organización, etc. constan también como parte de la experiencia. Quizás la necesidad de una visión radicalmente biomaterialista, impide una mirada equilibrada. No obstante, es una aportación que merece la pena incorporar porque lo que dice no es falso y forma parte de la vivencia –la peor- de la alambrada de púas. Echamos de menos un análisis psicosocial de la alambrada de púas en la literatura y el arte –quizás hubiera sido mejor que extenderse en la vía lateral del Lager y el Gulag-. El libro resulta atractivo también como un ejercicio intelectual e interpretativo centrado en un objeto tan determinado y limitado como la alambrada de púas. Desde ahí, echamos de menos un análisis cultural que casi está ausente. Hay un estudio económico y bélico, pero no cultural ni vivencial. Continuar este trabajo requiere afrontar esa otra perspectiva para completar –y también ponderar mejor- las tesis vertidas en esta investigación de Reviel Netz.

Las Grandes Llanuras alambradas


“El alambre de púas se inventó [en Illinois] en 1874 para su uso en las Grandes Llanuras norteamericanas” (p.17). Las vacas cornilargas texanas se habían asilvestrado tras su introducción por los colonizadores españoles, vagaban con libertad la mayor parte del tiempo y eran autosuficientes y no muy distintas de los bisontes a los que sustituyeron en la praderas. De ahí que el problema fuera dominar a las vacas en las llanuras y para eso se inventó el alambre de púas (p.31). Además había que proteger las vías del tren del inoportuno paso de ganado. “Había que limitar de alguna manera todas esas vacas y todo ese movimiento” (p.37). “Los setos no eran apropiados para el peculiar proceso de colonización que estaba teniendo lugar en el Oeste americano, en el que se estaban poniendo bajo control vastas extensiones de tierra, en un espacio de tiempo muy breve y que tenía que realizarse con el máximo de flexibilidad y beneficios” (p.38).

El proceso de invento no fue largo. En 1867, William D. Hunt patentó un alambre en el que instaló unas piezas inspiradas en las espuelas. En 1868, Michael Nelly adhirió clavos partidos enganchados en alambre. Henry Rose patentó tablones tachonado con trozos afilados de alambre y lo expuso en la feria de De Kalb. Allí, Joseph F. Glidden vio la propuesta e ideó algo mejor: enroscar las púas de Rose a un alambre de doble hilo. “Glidden decidió  fijar las púas para resistir el envite de la vaca e infligirle dolor real… Fue una idea natural en la que confluyó todo lo que estaba sucediendo en el Oeste: la violencia, la necesidad de controlar el espacio, el hierro y la producción en masa” (p.42). Glidden publicitó su nuevo invento alabando sus virtudes: “Es la valla más barata y duradera que existe”, “Necesita menos postes que cualquier otra valla”, “Puede instalarse con el mismo trabajo que cualquier otra valla”, “Ganado, mulas y caballos no se frotarán contra la valla ni la echarán abajo”, “EL viento no la afecta y los incendios de las praderas no la consumen”, “El ganado no saltará por encima ni se arrastrará por debajo de ella” (p.43). A finales de la década de 1880s, los animales ya habían sido condicionados y aprendido la experiencia para no acercarse a las vallas de alambre de púas. “El alambre de púas pasó a ser natural y necesario” (p.53). A la patente de Glidden le siguieron otras cinco patentes, señal de que en esas condiciones muchos buscaban una tecnología simple y masiva. El alambre de púas se parecía a otros dos inventos del momento: el ferrocarril y el telégrafo. Eran repetidas bases de madera colocadas perpendicularmente para sostener grandes líneas hechas de metal. “La propagación de estas líneas determinó la transformación del espacio” (p.45). En los años 1850s, el ferrocarril pasó de 14.500 a 48.000 km. de raíles y en 1880 ya se habían vallado 80.000 km con alambre de púas. La diferencia era que mientras que el ferrocarril trataba de mover, el alambre trataba de impedir el movimiento. Aquí se sostiene una de las conclusiones de la investigación, en las cuales se formula algo que podríamos llamar la Ley de Netz: “Toda conexión conlleva una desconexión igual ortogonal a ella. Un ferrocarril, por ejemplo, conecta Nueva York y Chicago en una línea que conecta el Este con el Oeste. Poco después se levanta una línea de alambre de púas que desconecta el Norte del Sur… El coche y el teléfono conectaron familias con sus parientes y amigos lejanos y, en última instancia, los desconectaron de sus vecinos” (p.245).

Washburn y Moen, una compañía de hierro y acero de Massachusetts compró la mitad de los derechos de una de las patentes e industrializó su producción. En vez de hierro se usó acero, capaz de ser más ligero y capaz de resistir mejor la fuerza de los animales. Eso abarató la producción y era tan sencilla que fue fácil de piratear. En los diez años siguientes operaron al menos 114 empresas productoras de alambre de púas. Washburn y Moen trabajaron para convertirlas en productoras y distribuidoras autorizadas y a finales del siglo XIX, en 1897, John W. Gates lideró –con apoyo financiero de J.P.Morgan en persona- la fusión de todo el sector en un solo conglomerado que dominaba la producción mundial de alambre de púas. En Europa aparecieron empresas competidoras pero también se produjeron fusiones (Provoloka en Rusia o GMBH de Alemania). El autor ve cierta correspondencia entre el alambre de púas y esas concentraciones capitalistas: poner el espacio bajo control y a gran escala. “La verdadera importancia económica del alambre de púas no reside en la producción agrícola de las Grandes Llanuras, sino más bien en la concentración capitalista propiamente dicha” (p.70).

“Las compañías delimitaron con alambradas los territorios en los que llevaban a pastar a sus vacas, tuvieran o no título legal de esa tierra. En 1885 un informe establecía que casi 2 millones de hectáreas habían sido valladas ilegalmente” (p.47). “El sector de los grandes ranchos trataba de desplazar el sector de la ganadería a campo abierto” y “las grandes empresas contrataron grupos de pistoleros a sueldo y les entregaban listas de pequeños vaqueros errantes a los que debían asesinar” (p.48).

Massachusetts tenía experiencia en la comercialización internacional y extendió el alambre de púas por todos los lugares con necesidades similares a las de las Grandes Llanuras. Se exportó a Cuba, Ceilán, Rusia, Nueva Zelanda o Australia. Pero el primer lugar en usarse con tal escala como Estados Unidos fue la Pampa argentina. En 1907 ya había instalado en Argentina suficiente alambre para rodear 140 veces el perímetro del país. “El alambre de púas llegó a Australia cuando ésta se encontraba en un estadio comparable no al de la vaca norteamericana sino al del bisonte norteamericano: un estadio en el que la dominación humana sobre otros animales precisa de su exterminio. La violencia del alambre de púas podía aplicarse fácilmente también al exterminio: bastaba con vallar las fuentes de agua (Crosby, 1986: 187)… El resultado fue una transformación radical de la ecología australiana por medio del alambre de púas” (p.57).

En definitiva, “la vaca de las llanuras fue el detonante de un tipo temprano de modernidad basado en el control mediante el hierro” (p.50) y recurriendo al “dolor… algo verdaderamente universal, algo que trasciende especies, lugares y épocas. Una útil herramienta de globalización, en definitiva” (p.55).”La imagen resultante [es que] la vida de los animales se encuentra en todo el planeta bajo una nueva forma de control mediante la violencia y el dolor que los humanos explotan para obtener beneficios” (p.69).

Esa transformación del espacio generó la explotación intensiva, pero la tierra no estaba ecológicamente preparada para ese régimen y se erosionaron sin remedio a la altura de la década de los 1930s. El Dust Bowl levantó tormentas de polvo de hasta dos km de grosor, pesar cientos de toneladas y recorrer cientos de km en las llanuras abiertas. Plantas, animales y construcciones humanas quedaban sepultadas bajo la arena. “En la parte centromeridional de las Grandes Llanuras, la colonización estadounidense tuvo como resultado un disparate ecológico que en cierto modo nunca fue subsanado… Kansas no fue precursora del futuro desarrollo sino del futuro subdesarrollo. En todo el Tercer Mundo, a lo largo del siglo XX, la modernidad trajo consigo la ilusión de un rápido desarrollo. La tentación fue seguir la vía de un monocultivo ecológicamente irresponsable” (pp.71-72).

Grandes Batallas alambradas

En 1899 hubo un punto de inflexión, “la Guerra de los Bóers estaba a punto de encauzar el alambre de púas hacia la historia humana” (p.74). El alambre de púas era una herramienta de globalización de los Europeos y norteamericanos (p.74). En junio de 1900, la Guerra entre Bóers y británicos parecía haber llegado a su fin con la caída de las ciudades controladas por los primeros, pero entonces éstos comenzaron la guerra de guerrillas. La topología era el Veld sudafricano: los Bóers controlaban el plano y los británicos los puntos. La confrontación planteaba en definitiva un problema de movilidad: los británicos dependían del tren y los Boérs de los caballos. El tren era más vulnerable y por tanto el objetivo estratégico era proteger el ferrocarril y limitar el movimiento de los caballos. El objetivo de los británicos era, por tanto, “invertir la topología para poner el plano bajo control y aislar a los Bóers en puntos inconexos” (p.80). El alambre fue la solución revolucionaria. Tendieron alambre de púas y a la vez tenían que defenderlo, para lo cual se construyeron fortificaciones para las guarniciones que los defendieran (en términos técnicos se llaman “blocaos”).

El sistema de blocaos tuvo su precedente en la Guerra de Cuba: los españoles dividieron la isla mediante una táctica muy similar, la trocha. En 1901, la 23ª Compañía de Ingenieros de Campo, comandada por el mayor S.R.Rice dio con la solución perfecta. Un blocao hecho con un octágono con lados de dos metros –una pequeña cabaña de hierro resistente a los disparos- que se fue convirtiendo en un círculo o cúpula. Durante la guerra se construyeron 8.000, lo cual supuso 15 construidos cada día. En un mes (de febrero a marzo), casi todos los ferrocarriles de Sudáfrica estaban protegidos por líneas de este nuevo sistema de alambre, púas, blocaos y cencerros colgados del alambre. “EL territorio quedó dividido en distintas parcelas rodeadas de alambre de púas”: en junio de 1901 el sistema de alambre y blocao extendió sus alas y se expandió independientemente del ferrocarril para dominar todo el espacio abierto. Se extendieron 6.000 km de alambre. La relación coste-efectividad era extraordinaria porque el coste del total de la inversión se amortizó con un solo mes de producción de las minas de oro que habían pasado a manos de los británicos. En abril de 1902, los Bóers se rindieron. “La modernidad hizo que el control ejercido desde un centro fuese por primera vez una posibilidad real” (p.86).

La I Guerra Mundial planteó un nuevo problema que fue estudiado por el mayor general M.F. Rimington en 1912. En su idea, “La caballería necesita espacio para maniobrar y luchar mientras que el terreno intrincado siempre favorece el combate con armas de fuego” (p.103). “casi toda la atención académica se ha concentrado en el desarrollo de las armas de fuego y casi ninguna en la evolución del territorio” (p.106). El campo europeo se había transformado con el vallado generalizado y cuando el alambre se impuso, se fragmentó en millones de parcelas. “El alambre llegó y el caballo se fue. El hierro remplazó a la carne” (p.106). “Fue la combinación de fuego y campo la que creó el nuevo tipo de guerra que se puso en práctica en la Primera Guerra Mundial” (p.106).

El alambre de púas pasó a formar parte de las marañas (una maraña era un obstáculo construido clavando en el suelo estacas resistentes conectadas con alambre enrollado a su alrededor) y éstas formaron parte del sistema de trincheras de la I Guerra Mundial.  Ayudaron a “ejercer más unidades de violencia en menos unidades de espacio” (p.118). A partir de 1914, “de pronto el alambre de púas pasó a ser un rasgo fundamental de la experiencia humana” (p.120). “Cada trinchera tenía por delante un mínimo de diez cinturones de alambre” (p.124). Es difícil encontrar analogías a la trinchera; es una estructura muy peculiar que costaba mucho destruir.

Alambrar campos de concentración

El campo de concentración fue creado en la Guerra de los Bóers por los británicos, bajo el nombre inicial de campo de refugiados. El antecedente fueron los asentamientos vallados españoles en Cuba y Filipinas. El modelo británico era temporal. En la Guerra de los Bóers, crearon cincuenta campos para Bóers y otros para sus sirvientes negros. En total internaron unas 100.000 personas. La mayoría eran mujeres y niños. Un tercio del total de internos murieron en dichos campos. Al principio la práctica habitual fue no vallar los campos, sólo había una delimitación simbólica. El 11 de agosto de 1901, los Bóers hicieron una incursión en un campo de Standerton (Transvaal) y el superintendente del campo, Frank Winfield, ordenó levantar una alambrada de púas alrededor del asentamiento –en el que había 3.329 internos en 550 tiendas-. Ahora, no sólo estaban concentrados sino que estaban encarcelados. A lo largo de ese año se levantaron alambradas alrededor de la mayoría de los campos.

El alambre de púas abarató e hizo muy rápida la construcción de campos de concentración para prisioneros. En las Guerras Napoleónicas, los prisioneros se concentraban en un solo lugar. Por ejemplo, Gran Bretaña internó a la mayoría de prisioneros de guerra franceses –unos 7.000- en una única prisión, en Dartmoor. La I Guerra Mundial fue larga y masiva. Sólo en el frente occidental ambos bandos elevaron el número de prisioneros por encima del millón de personas y en el oriental se multiplicó hasta cinco millones. “Los campos de alambre de púas se convirtieron rápidamente en la norma… Basta rodear una escuela con alambre de púas para tener un campo de prisioneros” (pp.163-164). El formato habitual era un recinto rodeado por alambrada de púas de unos tres metros de altura y una segunda alambrada a unos 25 metros de la primera. En el interior, barracones de madera en forma de cuadrícula (p.164) formando un panóptico con sus torretas de control.

A mitad de siglo, Netz sostiene que el papel del alambre de púas declinó. Quizás tenía que haber analizado su nueva significatividad en las fronteras, un hecho novedoso que engarza con aquella modernidad metálica. No dudamos de que este nuevo interés está detrás de la oportunidad de la publicación de este estudio en la España actual. No obstante, es cierto que como elemento permanente en la vida diaria, la alambrada ha perdido su centralidad. Netz lo explica, para terminar, no como el fracaso de la alambrada sino como la culminación de su éxito. “La violencia no se ha reducido, sino que se ha concentrado más en los márgenes y así se ha vuelto menos visible para la gente del centro” (p.247). “El alambre de púas fue una herramienta de transición en un momento en que la dominación del mundo desde un centro tenía que establecerse mediante la violencia. No es que la importancia del alambre de púas disminuyera porque la historia cambiara su curso, sino todo lo contrario: tuvo éxito” (p.247).


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