Scola, Angelo: No nos olvidemos de Dios. Libertad de culto, de culturas y política. Planeta, Barcelona, 2014. 142 páginas. Traducción de Raquel Marqués. Comentario realizado por Daniel Izuzquiza.
Siguiendo la tradición de sus ilustres predecesores, el cardenal arzobispo de Milán dirige un discurso a la ciudad en el día de San Ambrosio. En 2013, el aniversario del Edicto de Milán ofreció una ocasión privilegiada para reflexionar sobre la libertad religiosa. Tras una primera parte de carácter histórico (desde Diocleciano hasta el Vaticano II), Scola intenta aplicar en la práctica el decantado teórico al que se ha llegado con el paso de los siglos. Constata las dificultades actuales para la libertad religiosa, en forma violenta o difusa, y señala dos nudos que deben deshacerse: el que une libertad religiosa y paz social, y el que vincula libertad religiosa con las instituciones públicas (analizando el sentido de la neutralidad, la aconfesionalidad o la sana laicidad del Estado, y denunciando el «prejuicio institucional negativo hacia el fenómeno religioso»: p. 76). En opinión de Scola, que se apoya para esto en Habermas, el espacio público debe apostar por la libertad de todos los ciudadanos (sin hegemonía alguna) y hacer posible la comunicación mutua y el reconocimiento recíproco de creyentes y no creyentes.
Siguiendo la tradición de sus ilustres predecesores, el cardenal arzobispo de Milán dirige un discurso a la ciudad en el día de San Ambrosio. En 2013, el aniversario del Edicto de Milán ofreció una ocasión privilegiada para reflexionar sobre la libertad religiosa. Tras una primera parte de carácter histórico (desde Diocleciano hasta el Vaticano II), Scola intenta aplicar en la práctica el decantado teórico al que se ha llegado con el paso de los siglos. Constata las dificultades actuales para la libertad religiosa, en forma violenta o difusa, y señala dos nudos que deben deshacerse: el que une libertad religiosa y paz social, y el que vincula libertad religiosa con las instituciones públicas (analizando el sentido de la neutralidad, la aconfesionalidad o la sana laicidad del Estado, y denunciando el «prejuicio institucional negativo hacia el fenómeno religioso»: p. 76). En opinión de Scola, que se apoya para esto en Habermas, el espacio público debe apostar por la libertad de todos los ciudadanos (sin hegemonía alguna) y hacer posible la comunicación mutua y el reconocimiento recíproco de creyentes y no creyentes.
El libro incluye también, a modo de apéndice, el discurso del cardenal Scola con ocasión de la visita del Patriarca Bartolomeo I a Milán, en mayo de 2013. En este caso desarrolla más explícitamente las fuentes de la verdad y, más en concreto, la matriz trinitaria de este pensamiento: la contemplación de la Trinidad permite reconocer la diferencia como un bien, sin renunciar por ello a la unidad (p. 114): lo cual es básico para una Iglesia que «está inmersa en una obra de transformación de sus formas de presencia en una sociedad plural» (p. 117). Una reflexión ponderada de una voz autorizada sobre un tema de actualidad y relevancia.
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