miércoles, 12 de junio de 2024

Carlos Díaz: El camino espiritual de Francisco de Asís. Por Mª Ángeles Gómez-Limón

Díaz, Carlos: El camino espiritual de Francisco de Asís. San Pablo, Madrid, 2008. 158 páginas. Comentario realizado por Mª Ángeles Gómez-Limón. 

«La figura de Francisco de Asís sigue despertando un gran interés. Este libro pretende ofrecer una nueva visión del santo centrándose [...] en la continua celebración de la existencia y de lo creado que fue su vida». Con estas palabras, la propia editorial presenta en la contraportada el texto que comentamos. A nuestro juicio, desde ese mismo momento se indican con acierto dos características que destacan en el texto: por una parte, se hace eco de la novedad casi inagotable que ofrece el Pobrecillo generación tras generación; por otra, la sorprendente perspectiva desde la que se aborda la vida y la aportación del santo no sólo a la espiritualidad y a la tradición eclesial, sino, también (y quizá sobre todo) a la conciencia que la humanidad ha ido teniendo de sí misma y su ser en el mundo y en la historia.

El responsable del título que ofrecemos es Carlos Díaz (Cuenca, 1944), profesor de filosofía, vinculado al personalismo, conocido por su docencia universitaria, sus diversas publicaciones y, además, por su interés por la persona de Francisco de Asís, que le ha llevado en otras ocasiones a reflexionar sobre aspectos de su persona (Ecología y pobreza en Francisco de Asís, Ed. Centro de Franciscanismo, Madrid, 1986). 

La presente obra, de pequeño formato, se estructura en tres partes a partir de la Introducción (Ánimo, mística ánima). 

La primera de ellas, Vida de san Francisco de Asís, desarrolla algunos aspectos biográficos de nuestro santo, acentuando ciertos rasgos contextuales (Del feudo a la comuna, o la importancia del comercio) en los que posteriormente sitúa al protagonista. 

La segunda parte, El camino evangélico de Francisco de Asís, que es la más extensa, busca de modo específico dar respuesta al desafío planteado en el título de la obra. La diversidad de aspectos que aquí se tratan lleva al autor a distribuirla en cuatro epígrafes. El primero de ellos, El místico Francisco, tiene el acierto, al menos metodológico, de señalar como punto de partida de lo que podríamos llamar el «acontecimiento Francisco», su radical y sustancial referencialidad cristológica. Señalado este marco, en el que todo lo demás encuentra su justo valor, nuestro autor continúa describiendo en sugerentes términos el sentido de la precariedad general que engloba su estilo de vida, su opción por la pobreza, las características de «vivir en obediencia» y el horizonte en que se mueve la predicación franciscana. El siguiente epígrafe, Hubo felizmente un justo que un buen día dio un gran golpe de timón, realiza una vigorosa y exultante presentación de intereses tan franciscanos como la reconciliación universal, la paz y la alegría, que son presentados como auténticos modos de comprenderse a sí mismos, las relaciones interpersonales y sociales e incluso el uso de los bienes y la interacción con las cosas. Pervivencia mística de las bienaventuranzas, en tercer lugar, destaca el poder transformador de la realidad que se inscribe en tan revolucionario mensaje evangélico y su influencia en Francisco, que hace de su vida pura donación, consciente de que, cuando se ha recibido tanto de Dios, todo cálculo y toda estrechez de corazón resultan escandalosos (p. 107). Esta segunda parte de la obra se cierra con el apartado De las ruinas burocráticas contrarias a Francisco, donde, tras recoger y someter a sospecha las tradicionales acusaciones al sucesor de Francisco, el hermano Elías, por sus intentos de estructuración de la Orden, apunta algunas notas sobre la tensión carisma-institución, presente de modo especial en la familia del Poverello, convocada a lo imposible: el Evangelio sine glossa. En brillante juego de palabras, el autor afirma la victoria de cierto principio de realidad en virtud del cual «los herederos acaban por desheredar al que constituyó la fuente, al que hizo primero herencia» (p. 117). 

La tercera parte de nuestra obra se compone de una Breve selección de textos de Francisco, con la que se regala al lector un elenco de los tesoros de la espiritualidad franciscana. 

No deja de admirarnos la permanente actualidad de Francisco, que hace que cada año se publiquen estudios de muy diferente naturaleza sobre él y su significado histórico, incluso desde ámbitos no estrictamente franciscanos. La presente obra de Carlos Díaz es una interesante aportación en esta línea. No vemos correlación directa entre el título de la obra y su contenido, pues nuestro autor reflexiona sobre el «camino espiritual» del santo de Asís en modo tan sui generis que apenas se reconocen las acostumbradas formas de tratar el tema. Lo cual no obsta para reconocer los indudables valores que emergen de las páginas que comentamos. En primer lugar, el tono del discurso –casi explosivo, de tan entusiasta– atrapa al lector desde el principio. Por otra parte, el modo de tratar los temas y el significado mismo que atribuye al Asisiense se realiza en un novedoso y sugerente entramado de conexiones y referencias de los más variados ámbitos: teología, filosofía, historia, sociología, literatura, arte..., sin caer, no obstante, ni en el sincretismo ni en la banalidad. El aspecto «celebrativo» que Carlos Díaz pone de relieve en la existencia de Francisco impregna, de hecho, el conjunto de la obra, constituyendo simultáneamente una invitación a la participación del lector en este canto a la vida, Vida que es la propuesta franciscana.

Es notorio –y así se expresa con frecuencia– que la música vitalista y oxigenante que rezuman estas páginas hunde sus raíces y se nutre de la fuente más honda: cuando el autor ha querido sintetizar y recapitular la vida de Francisco, ha recogido una emblemática afirmación recogida por sus primeros biógrafos: «Me sé de memoria a Cristo crucificado» (p. 40). Ésta es la Palabra decisiva. Así podamos decirlo nosotros algún día.


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