viernes, 15 de agosto de 2025

Javier Garrido: Meditación de la existencia cristiana. Por Cristina Erce

Garrido, Javier: Meditación de la existencia cristiana. Discursos evangélicos de Mateo. Ediciones Arantzazu / Editorial Verbo Divino, Estella, 2012. 254 páginas. Comentario realizado por Cristina Erce.

Javier Garrido, autor suficientemente conocido por sus publicaciones y su misión evangelizadora, es religioso franciscano y se ha dedicado principalmente a la pastoral de personalización, a estudios de espiritualidad y a la reflexión sobre temas franciscanos. 

El libro está estructurado siguiendo los cinco grandes discursos del primer evangelio: el sermón de la montaña (Mt 5–7), el discurso a los discípulos sobre la misión (Mt 9,36–10,42), el de las parábolas (Mt 13), enseñanzas a la comunidad (Mt 18) y el discurso escatológico (Mt 25). Por la propia longitud del sermón de la montaña, a este se dedica la mayor parte del libro. 

La obra se compone de meditaciones cortas –a veces un breve párrafo– que están pensadas para ir degustándose poco a poco, no a través de una lectura continuada, sino, como el buen vino, para beberse a pequeños sorbos. Dice el autor en el prólogo que le gustaría que este libro fuera un compañero de camino discreto y fiel para esos momentos en que el cristiano necesita parar y tomar aliento. 

Siendo un libro de meditaciones, no es, sin embargo, un libro piadoso que busque alimentar una afectividad que se queda en el regusto de lo sentido. Tampoco es un libro de «recetas» espirituales que diga lo que hay que hacer en cada momento para que el lector lo asuma pasivamente. Término clave para el acercamiento a estas páginas podría ser «existencia cristiana». Lo existencial, allí donde se une lo personal y único de cada uno junto con lo vivido, de tal manera que uno se configura como persona a través de las decisiones y actos realizados. No puede vivirse el evangelio si no es haciéndolo praxis, como Jesús mismo dice al término del sermón de la montaña: la escucha de la palabra va indefectiblemente unida a la puesta en práctica de la misma (Mt 7,21-27). Escuchar y «poner por obra» definen la existencia del discípulo de Jesús. 

Escucha y práctica se nutren de que el creyente oriente radicalmente su ser en la fe. Por la escucha, cree; y por la práctica, su fe se hace verdad. Pero un literalismo sin espíritu sería infantil, incluso legalismo estéril. Ahora bien, para que la escucha de la Palabra muestre hoy al discípulo la hondura existencial del evangelio hace falta abrirse a que el Espíritu Santo proporcione la inteligencia interior del texto. A eso ayuda especialmente el género literario de la «meditación», que acompaña y sugiere, sin pretender nunca superar el evangelio, como un buen amigo que nos acompaña y orienta, pero que sabe quedarse a la puerta. Si algo impresiona en nuestra obra, es precisamente esto: la fidelidad permanente a la Palabra, de manera que todo comentario, toda meditación, está a su servicio. Libertad para poder comentarla y, simultáneamente, acompañar al lector a la escucha propia del evangelio, donde el discípulo de Jesús recibe un tesoro inagotable. 

Pensemos en un discípulo de Jesús hoy, sumido en el trajín de la vida cotidiana de una existencia anónima. Es posible que, si no vive el evangelio ideológicamente, es decir, buscando saberes y seguridades, sienta profunda y dolorosamente la ambigüedad de su seguimiento de Jesús. Tuvo la suerte de encontrarse con Él un día; ha sido su referencia vital, desde donde ha configurado actitudes y decisiones; pero, al cabo de los años, las tensiones de la vida cotidiana y la dispersión existencial hacen que a veces no sepa muy bien cómo leer el evangelio para que este sea espíritu y vida. Serán sobre todo cristianos así los que degusten a fondo este libro. 

Por eso, el autor señala que Meditación de la existencia cristiana se dirige primordialmente a laicos; sin embargo, es evidente que muchos religiosos se aprovecharán también de su sabiduría: la vocación de radicalidad evangélica es común a todos.


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