Berger, Peter L.: Cuestiones sobre la fe. Una afirmación escéptica del cristianismo. Herder, Barcelona, 2006. 302 páginas. Traducción de Marciano Villanueva. Comentario realizado por Juan Antonio Irazabal.
Este prestigioso sociólogo de la religión (Viena, 1929) no necesita presentación. Desde los años 60, obras suyas como Rumor de ángeles y Una gloria invisible han marcado toda una época. En este libro habla de su propia experiencia de fe utilizando, como esquema, «el Símbolo de los Apóstoles». Aunque no se considera teólogo profesional, desde su gran conocimiento de la Teología contemporánea pasa revista a muchos de los problemas que más han interesado y siguen interesando a creyentes y no creyentes.
El enunciado, un tanto paradójico, del subtítulo indica que lo que aquí nos brinda es una decidida afirmación del cristianismo. El adjetivo «escéptica» lo entiende en el sentido de que su argumentación no presupone la fe ni se siente vinculada a ninguna de las autoridades tradicionales en materia de fe; tiene muy en cuenta las contingencias históricas que han configurado a las diversas tradiciones religiosas. El tono es siempre más autobiográfico que académico, aunque abunda el debate teológico.
Este prestigioso sociólogo de la religión (Viena, 1929) no necesita presentación. Desde los años 60, obras suyas como Rumor de ángeles y Una gloria invisible han marcado toda una época. En este libro habla de su propia experiencia de fe utilizando, como esquema, «el Símbolo de los Apóstoles». Aunque no se considera teólogo profesional, desde su gran conocimiento de la Teología contemporánea pasa revista a muchos de los problemas que más han interesado y siguen interesando a creyentes y no creyentes.
El enunciado, un tanto paradójico, del subtítulo indica que lo que aquí nos brinda es una decidida afirmación del cristianismo. El adjetivo «escéptica» lo entiende en el sentido de que su argumentación no presupone la fe ni se siente vinculada a ninguna de las autoridades tradicionales en materia de fe; tiene muy en cuenta las contingencias históricas que han configurado a las diversas tradiciones religiosas. El tono es siempre más autobiográfico que académico, aunque abunda el debate teológico.
No olvida sus raíces luteranas, a pesar de que encuentra «sofocantes» los lugares de culto de esta confesión que ha frecuentado. Conecta mejor con el protestantismo liberal, al que ve como un punto de equilibrio entre el escepticismo y la afirmación. Y afirma dialogar fácilmente con católicos abiertos. En definitiva –dice– al individuo no le queda más remedio que elegir; elige incluso quien opta por la ortodoxia oficial. La suya es una postura muy cercana a la de Lutero y a la famosa «apuesta» de Pascal. En las antípodas de «la fe del carbonero». Pero no se trata de una «religión a la carta». En su caso, todo está muy pensado y madurado desde la escucha de la tradición cristiana. No obstante, dentro de ella, sus preferencias se dirigen hacia la tradición apofática o «vía negativa», que no excluye la oración.
Creer supone que existe una realidad más allá de la realidad cotidiana, que esta realidad es benigna y que hay un destino después de la muerte. Este tema no puede menos de interesar a toda persona y es «el más audaz pensamiento que nunca han tenido los hombres». Sin embargo piensa que la mayoría, entre los que se incluye él mismo, no llegan a experimentar el sentimiento de certeza de la existencia de Dios. A pesar de lo cual, él ha respondido «¡sí!» al «rumor de Dios».
A su entender, en el contexto cristiano las principales ofertas de certeza son la Iglesia institucional (sobre todo la católica), la Biblia leída como literalmente inspirada por Dios y la experiencia espiritual, capítulo este último en el que hoy destaca el pentecostalismo. A esta triple oferta el autor antepone el «principio protestante», que entiende como el rechazo a toda pretensión absoluta por parte de cualquier realidad relativa. Sin embargo, desde la sociología de la religión, ve que la Iglesia es un medio necesario, aunque ésta tiende a convertirse en fin y a domesticar la experiencia religiosa que transmite.
Uno de los capítulos más interesantes del libro es el que dedica a la fe en Jesucristo, a la relación entre el Jesús de la Historia y el Cristo de la fe. En él ofrece un excelente resumen de las diversas investigaciones publicadas desde fines del siglo XVIII hasta nuestros días. Concluye que de los historiadores no se pueden esperar certezas religiosas. Para Berger, «el eje central de la fe cristiana no es el Viernes Santo, sino el Domingo de Pascua». El autor no pretende, obviamente, que se compartan todos sus puntos de vista.
En suma, esta obra de un creyente muy informado y buen conocedor de nuestro tiempo ayuda a reflexionar sobre puntos esenciales de la fe cristiana.
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