viernes, 8 de agosto de 2025

Joan Chittister y Rowan Williams: Vive agradeciendo. Por Rosario Paniagua Fernández

Chittister, Joan y Williams, Rowan: Vive agradeciendo. Ahondar en la gratitud. Sal Terrae, Santander, 2011. 190 páginas. Comentario realizado por Rosario Paniagua Fernández.

El libro muestra cómo es posible, desde un absoluto realismo, asombrarse y prorrumpir en alabanzas ante todo lo que ocurre en la vida. Estas reflexiones parten del convencimiento de que Dios es bueno en todo cuanto sucede, incluyendo la duda, la muerte, el conflicto..., porque todo contribuye a dar vida. El sufrimiento invita a una nueva forma de ser, constituye el fundamento de la compasión y conduce más allá de nuestros planes. La oscuridad revela que no todo crecimiento tiene lugar a plena luz, y que Dios se sirve de nuestras vulnerabilidades. 

Estamos ante unas reflexiones provocadoras que pueden resultar incómodas; el libro invita al lector a responder pausada y reflexivamente a la propuesta, dando tiempo a que esta sabiduría arraigue en el interior. Joan Chittister es una religiosa benedictina muy conocida por sus escritos sobre espiritualidad. Su última publicación en Sal Terrae es El año litúrgico. La interminable aventura de la vida espiritual.

Rowan Williams, arzobispo de Canterbury, ha formado parte de numerosas comisiones teológicas ecuménicas y educativas y ha escrito sobre temas de filosofía, teología, espiritualidad y estética religiosa. En la actualidad está centrado en temas culturales y de diálogo interreligioso. 

La obra está estructurada en tres partes bien diferenciadas: 1. Descubrir lo que somos (se incluyen reflexiones acerca de la fe, la duda, la riqueza, la pobreza...). 2. Llegar a ser quienes somos (temas como: génesis, vida, unidad, alteridad, sufrimiento crisis, éxodo...). 3. Adentrarse en lo desconocido (abordando temas como: viernes, muerte, futuro, oscuridad, Dios...). 

Los autores están marcados por una mentalidad monástica y valoran la reflexión por encima de todo, conscientes de que Dios es un misterio en el que transcurre toda la existencia y se hace presente en todos los acontecimientos de la vida cotidiana. La cuestión que se plantean es: ¿Cómo es ese Dios? Para saber cómo es Dios los autores hacen una decidida apuesta por la «contemplación consciente» de esa Realidad, que posibilite ahondar en toda la magnitud y to dala riqueza, abismarse en el infinito. 

En Dios se encuentran todas las respuestas que las personas se hacen para vivir en plenitud, en confianza, en relación con los otros, ensamblando en armonía lo invisible y lo visible. 

Es un libro que parte de una dilatada experiencia espiritual de los autores; un libro vivido, teniendo en cuenta la trayectoria de cada uno con diferentes acentos, pero con una gran confluencia ideológica y experiencial. Plantean cómo la vida constituye un permanente aprendizaje para cantar el aleluya aquí y ahora, a fin de reconocer el rostro de Dios oculto en los entresijos del tiempo.

Comprender el sentido del aleluya en la vida supone comprender que hay momentos que no se perciben como momentos de aleluya, momentos de alabanza. Sin embargo, a decir de los autores, todos los momentos, por oscuros que sean, merecen ser cantados con el aleluya. La vida es un viaje por caminos inexplorados, un trayecto en el que se gana y se pierde, en el que hay gozo y dolor... Ninguna vida se reduce al éxito o a la satisfacción, a la seguridad o al premio personal... El fracaso, la decepción, la pérdida, el dolor... son, en términos naturales, parte de la ecuación humana. 

Con todo ello, vivir el aleluya no es un sucedáneo de la realidad; es, simplemente, la conciencia de otra realidad, más allá de lo inmediato, más allá de lo ilusorio, más allá de la percepción instantánea de las cosas. El aleluya es uno de los más antiguos himnos de la Iglesia y significa «toda alabanza a Aquel que es». Es la más sublime alabanza, la expresión suprema de acción de gracias, la cumbre del triunfo, el culmen del gozo humano. Viene a decir que Dios es bueno y que nosotros lo sabemos. 

En la Escritura hebrea, esta palabra es una invitación a la alabanza, una llamada a suscitar alabanza. Es un desafío a «ver» más de lo que se hace visible en un momento determinado y a confiar. En la Escritura cristiana el aleluya es una fórmula de alabanza y, sobre todo, una respuesta que en la liturgia primitiva se empleaba a lo largo de todo el año, como sigue ocurriendo en la Iglesia oriental incluso en las liturgias de difuntos. En la tradición cristiana más antigua se vivía todo como vivificante, tanto si había dolor como si había gozo: todo ayuda para el bien. 

La vida es un conjunto de duda, fe, seguridad, incertidumbre, enriquecimiento, miedos... Aprender la cultura del aleluya nos permite atravesar la vida hasta alcanzar la plenitud, la inmersión en Dios. En el libro queda muy claro que el aleluya es una llamada a la reflexión, el fundamento de la contemplación, como el Amén definitivo a todo cuanto sucede, aunque cueste. 

Los autores, a lo largo de las páginas, van desgranando escenas de la vida cotidiana a la luz del aleluya. Analizan también momentos difíciles, tratando de ver lo que hay «debajo» de ellos que pueda ser de aprovechamiento y crecimiento espiritual. El libro es un diálogo entre dos personas conscientes del valor invisible de lo visible en momentos en que se hace muy costoso pronunciar el aleluya; pero tras la contemplación del todo, se hace vida. Dios es bueno, y nosotros lo sabemos, que es en definitiva el aleluya. 


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