miércoles, 14 de septiembre de 2022

María José Lozano: Vida de un caminante. Por Alfred Gómez Pedra

Lozano Lorenzo, María José: Vida de un caminante. Huellas del Evangelio en los arcanos del tarot. Editorial Consciente, Barcelona, 2022. 186 páginas. Comentario realizado por Alfred Gómez Pedra.

Aquí tenemos un pequeño libro, aparentemente con una historia simple. Lo más atrevido es la Voz, que representa a Jesús de Nazaret. Aunque sin duda lo más original es el Cruce de caminos, entre las enseñanzas del tarot y las del Evangelio donde se muestra cómo el tarot, si se agudiza la mirada, también puede estar al servicio de la Palabra. 

Algunos que han leído el libro afirman que no ven el tarot por ninguna parte. Quizás este es el éxito del libro: los arcanos caminan silentes, prestando su trama, sus formas alegóricas y provocativas, al servicio del encuentro con Jesús de Nazaret. Se puede juzgar este cruce como poco ortodoxo, o también como sugerente y provocador. Si se sigue la senda de la simbología, apuntando hacia lo esencial, se descubrirá un nuevo paisaje. Al final del libro veremos que se trata de cómo el protagonista, Juan, va dejando de ser Juan, para ser más Jesús. Culmina su peregrinar llegando a Casa, representada en la carta 21, la cima

El caminante, a través de todas sus vicisitudes, llega a alcanzar, en palabras de la autora, el Infinito que lo habita, que se materializa en el encuentro con el otro. De hecho, toda la narración va de este encuentro entre el caminante y lo Infinito: se exprese como Voz, o por los variados personajes del libro o como la atrayente belleza de la naturaleza. Paso a paso, se va descubriendo lo divino en todo lo cotidiano. No hay nada ni nadie que quede ajeno a Dios. Por eso Juan no realiza una búsqueda de objetos, conceptos o metas geográficas. Su búsqueda supone su propia transformación. El contacto con el otro o lo otro, se convierte en un conocimiento y en una experiencia y llega a reconocerse en esa nueva alteridad, viviendo plenamente el amor novedoso que anunció Jesús. 

Ahí está, por ejemplo, en el capítulo 17, cómo los emigrantes hacían memoria de sus muertos y sus vivos, en medio de una cena, y poco le faltó al caminante para recordarlo y unirlo al memorial de Jesús, que repite una y otra vez, sin descanso, la entrega total de su vida, con un poco de pan y de vino.

Otra de las constantes del libro es el contraste entre los momentos de silencio y los momentos de relación. El silencio es el crisol que le llena de savia nueva y le nutre para acoger las tragedias de los corazones dañados de sus amigos. 

Creo que ni la misma autora se da cuenta de los muy variados caminos adonde puede llevarnos el texto. Si tuviera que concentrar el libro en pocas palabras, me atrevería a decir que este libro es un Canto a la Vida que incluye el silencio, el recogimiento, el abandono, la inspiración; y la Vida que, en su profundidad, más allá de sus turbulencias, de lo bueno y de lo malo, está impregnada de un inmenso Amor que no tiene límites y es pura gratuidad. Porque, como dijo von Balthasar, solo el Amor es digno de fe.


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