Lapsley, Michael: Reconciliarse con el pasado. Un camino desde la lucha por la libertad hacia el pasado. San Pablo, Madrid, 2014. 471 páginas. Traducción de Javier García Alves. Comentario realizado por Javier García Alves.
Hay
acontecimientos en la vida de todo ser humano que marcan un antes y un después.
Pero para algunas personas este punto de inflexión puede llegar a ser terriblemente
decisivo.
Cuando
en abril de 1990 el sacerdote anglicano Michael Lapsley fue agasajado con una
fiesta de despedida en Harare (Zimbabue), antes de asumir sus funciones
pastorales en la ciudad de Bulawayo, nadie podía imaginar que de lo que se
estaba despidiendo en realidad era de sus dos manos, de un ojo y de un estilo
de vida con autonomía plena: pocas horas más tarde, una bomba enviada por sus
enemigos del régimen del apartheid sudafricano
con ánimo de matarle lo sumiría en un estado de discapacidad grave y permanente.
Y,
sin embargo, en palabras del propio padre Michael –como acostumbran llamarlo cariñosamente
sus amigos y conocidos– «con la bomba perdí muchas cosas, pero también conservo
muchas otras e incluso he salido ganando en algunos aspectos». De no haber sido
por el terrible atentado que sufrió, lo más probable es que, tras el final del apartheid, él hubiera pasado a engrosar
sin más la larga lista de quienes lucharon valerosamente contra un régimen
perverso de segregación racial y pagaron su heroicidad con el exilio (en su
caso, primero en Lesoto y luego en Zimbabue).
Tras
un largo período de convalecencia, en 1992 el padre Michael pudo retornar por
fin a Sudáfrica, la patria de adopción adonde le habían destinado sus
superiores de la Sociedad de la Sagrada Misión (SSM) en 1973, nada más
ordenarse sacerdote en su Oceanía natal.
Si
al pisar suelo sudafricano por primera vez y darse de bruces con la realidad
descarnada del apartheid el impacto
ya había sido brutal, no lo fue menos a su regreso en 1992: lo que se encontró tras
16 años de ausencia fue una nación gravemente dañada: «dañada por lo que nos
habíamos hecho mutuamente, por lo que nos habían hecho otros y por lo que
nosotros habíamos omitido hacer». Fue entonces cuando tomó conciencia de que su
propio quebrantamiento físico era fiel reflejo de la trayectoria de su país de
adopción y cuando comenzó a perfilarse la vocación de ayuda a las víctimas de conflictos
a la que ha dedicado su vida desde entonces.
La
creación en 1998 del Instituto para la Sanación de los Recuerdos (Institute for Healing of Memories o
IHOM) con sede en Ciudad del Cabo –del que sigue siendo director a fecha de hoy–
fue la culminación de este sueño para la familia humana, que surgió de la
experiencia reveladora que vivió durante su hospitalización: «Tendido en mi
cama de hospital, tras perder las dos manos y un ojo y con los tímpanos
destrozados, hubo algún momento en que me pregunté si no hubiera sido mejor
haber muerto –comentaba el padre Michael hace unos años–. Pero, al recibir tantos
mensajes de aliento procedentes del mundo entero tras mi atentado, me sentí reconfortado
por el amor y las oraciones de todas las personas que pensaban en mí. Era su manera de reconocer la desgracia que me
había golpeado, de reverenciar mi historia y de conferirle un contenido moral. Esto
supuso un primer paso en mi proceso de recuperación». El amor y el
reconocimiento que
le permitieron superar su propia vivencia traumática los devuelve ahora con
creces en los talleres que organiza su Instituto –no solo ya en Sudáfrica sino
en otros muchos países– para quienes han sufrido los traumas más diversos:
desde víctimas de conflictos bélicos y mujeres maltratadas hasta personas
infectadas con el VIH/sida, reclusos o veteranos de guerra marginados.
Génesis del libro
Michael Lapsley |
Desde
entonces se han ido sucediendo sin tregua las ediciones en otras lenguas y, en
poco más de dos años, la obra se ha traducido al bosnio, alemán, español (de
América y peninsular), cingalés, japonés y francés. A corto plazo se prevé una
tercera edición en español (publicada en Cuba), así como ediciones en afrikáans
y árabe.
El contenido
Contrariamente
a lo que cabría esperar de unas memorias tradicionales, tipo best-seller, no es este un libro que
pueda leerse de un tirón, ya que hay capítulos que –por su densidad o por la
intensidad de los hechos descritos– invitan a una digestión más lenta.
Se
trata más bien de un «libro-mosaico», tan variado en su estructura como lo es el
público de distintos continentes al que va dirigido, pero donde cada lector acaba
encontrando la perla que le está reservada.
Quienes
no hayan tenido el privilegio de conocer personalmente al autor podrán
familiarizarse con su vida a través de las partes primera y segunda, más autobiográficas.
En cambio, quienes deseen profundizar más en su labor de sanación de los
recuerdos se decantarán más bien por las partes tercera y cuarta, que incluyen además
el testimonio de personas de perfiles muy diversos cuyas sendas en algún
momento se cruzaron con la del autor. Los estudiosos del continente africano y
de su historia reciente, con frecuencia harto desgarradora, encontrarán diversas
crónicas de los viajes del padre Michael por este continente, aunque luego
puedan seguir viajando –y soñando– por tierras latinoamericanas o
australianas... El libro no hace sino reflejar la vida repleta de encuentros y
anécdotas de este sacerdote andariego, con su constante trajín de maletas, que,
sin embargo, no le resta un ápice a su capacidad de escucha empática, de
diálogo, pero también de denuncia. Por otro lado, la simbiosis entre autor y
co-autor es tal que, a través de las páginas de la obra, se percibe claramente
la voz y el inconfundible sentido del humor del protagonista.
La
idea –o el sueño– de una edición española del libro nació casi al mismo
tiempo que la propia obra original. Hace casi cuatro años, en una de sus
visitas a Luxemburgo, el padre Michael me comentó que por fin se había decidido
a contar su vida y milagros (en la medida en que quepa incluir en esta última
categoría la labor que desarrolla su Instituto: para mí no ofrece la menor
duda). Mi reacción instantánea fue un ofrecimiento desinteresado a traducirla a
la lengua de Cervantes. Por aquel entonces yo ya estaba lo bastante
familiarizado con su valiosa labor como para darme cuenta de la contribución
que esta podía suponer para todo el ámbito hispanohablante del planeta, donde
las heridas por cicatrizar no escasean precisamente: basta pensar en las
secuelas de las guerras y dictaduras latinoamericanas y de las desigualdades
sociales en muchos países del continente americano, pero también en los
zarpazos del terrorismo –incluido el islamista– en España y en la cantidad de
heridas cerradas en falso que se remontan a la Guerra Civil.
El
elemento sorpresa que me deparó este proyecto –aunque muy pronto comprendí que,
cuando uno trata con personas como el padre Michael, la vida adquiere otra
intensidad– fue que, aunque yo lo había imaginado como un mero trabajo de
traducción, en realidad me embarqué en una larga travesía llena de peripecias,
en la que el timonel no era yo sino más bien el autor del libro. Durante este
viaje hubo vivencias compartidas –ambos perdimos a nuestras madres por las
mismas fechas– pero en mi caso también un proceso de introspección personal. Suelo
decirle al padre Michael que seguramente he tenido el privilegio de participar
en el taller de sanación de los recuerdos más largo de todos los que ha
organizado su Instituto, ya que el proceso de traducción de su autobiografía –que
se prolongó por espacio de dos años y medio– sin duda produjo en mí unos
efectos terapéuticos similares. Hubo varios momentos de zozobra, propios de un
proyecto emprendido sin contar siquiera con una editorial que lo respaldara (de
hecho, el encontrarla no resultó tarea fácil debido a la crisis del sector),
pero desde el principio me acompañó la certeza inquebrantable de que nuestra
nave llegaría a buen puerto; aunque hay que reconocer que el mérito del empujón
final corresponde al propio padre Michael, secundado por el padre Leonel
Narváez, presidente de la Fundación para la Reconciliación colombiana, y por
los responsables de la Editorial San Pablo en Bogotá, quienes apostaron de
forma decidida por el proyecto. La primera edición en lengua española vio la
luz en la primavera de 2014 y fue presentada oficialmente a finales de agosto
de este año en la capital colombiana, coincidiendo con la celebración del
centenario de la Sociedad de San Pablo (SSP)... y, providencialmente también,
con la reanudación de las conversaciones de paz de La Habana, donde por primera
vez se sentaron a una misma mesa los responsables de la violencia en Colombia –las
guerrillas de las FARC, los grupos paramilitares, pero también los responsables
de la violencia estatal– y las víctimas. En paralelo con estas conversaciones tuvo
lugar en Bogotá el primer taller de sanación de los recuerdos en lengua
española, que contó con la participación de representantes de organizaciones
destacadas de la sociedad civil colombiana y en el que tuve el privilegio de
colaborar junto con el padre Michael.
Otro
de los beneficios colaterales del éxito del libro en Colombia fue la decisión
de su editorial hermana, San Pablo de España, de publicar una edición
peninsular con una celeridad digna de admiración, lo que ha hecho posible que
la obra desde hace unos días ya esté en venta en las librerías españolas.
Si
todo va bien, el próximo mes de febrero tendremos la suerte de dar la
bienvenida al padre Michael Lapsley en España, con ocasión de la presentación
oficial de su autobiografía en Madrid, Sevilla y Barcelona. A todos los seguidores
de este blog que estén en condiciones
de acercarse a una de las tres ciudades mencionadas, no puedo sino animarles a
que acudan a conocer personalmente a este «héroe de la resiliencia» y a
escuchar su mensaje de reconciliación... no sin antes adquirir su libro, claro,
con la tranquilidad que da la certeza de que los beneficios de su venta se
destinarán íntegramente a financiar las actividades del Instituto para la
Sanación de los Recuerdos por todo lo largo y ancho del planeta. Como decía
Miguel Delibes, por boca de la inolvidable protagonista de su novela Cinco horas con Mario: «¿Veis como los libros también pueden servir para algo?»
Enlaces útiles:
www.youtube.com/watch?v=qbY1srNBB5U (documental
imprescindible sobre la vida de Michael Lapsley y la creación de su Instituto,
con subtítulos en español; duración: 16 minutos)
https://www.facebook.com/#!/pages/Reconciliarse-con-el-pasado-de-Michael-Lapsley/306794836183430?fref=ts (página Facebook del libro de Michael Lapsley, donde se irá publicando la información sobre su visita a España)
http://blog.sanpablo.es/2014/12/michael-lapsley-la-bomba-que-no-logro-matarme-dejo-intacta-mi-lengua-que-era-mi-unica-arma/ (blog de la Editorial San Pablo, con información adicional sobre el libro y una entrevista con el autor)
www.healing-memories.org (página web oficial del Instituto para la Sanación de los Recuerdos (IHOM), con sede en Ciudad del Cabo (Sudáfrica); contenidos exclusivamente en inglés)
https://www.facebook.com/#!/pages/Reconciliarse-con-el-pasado-de-Michael-Lapsley/306794836183430?fref=ts (página Facebook del libro de Michael Lapsley, donde se irá publicando la información sobre su visita a España)
http://blog.sanpablo.es/2014/12/michael-lapsley-la-bomba-que-no-logro-matarme-dejo-intacta-mi-lengua-que-era-mi-unica-arma/ (blog de la Editorial San Pablo, con información adicional sobre el libro y una entrevista con el autor)
www.healing-memories.org (página web oficial del Instituto para la Sanación de los Recuerdos (IHOM), con sede en Ciudad del Cabo (Sudáfrica); contenidos exclusivamente en inglés)
Eh empezado el libro hace dos días, me ah enganchado tanto que me puse a indagar hasta llegar a esta publicación y la verdad tengo ganas de empaparme de la historia todo lo posible. Gran trabajo
ResponderEliminarFirmado: David de el Portil
Gracias, David, por tu comentario. Efectivamente, tanto el autor como el libro (y todo el trabajo que se está realizando por parte del IHOM) merecen la pena. Allí donde hay conflictos, heridas mal cerradas, etc. el mensaje de Lapsley renueva su sentido, lo cual no deja de ser impresionante. En su debilidad, el mensaje cobra más fuerza.
EliminarUn saludo.