El propósito de la vida
El rabino Akiba estaba en medio de un largo viaje y se detuvo en una ciudad para hacer un alto en el camino. Ninguno de los habitantes de la ciudad, sin embargo, le dio posada, de manera que Akiba llevó sus tres únicas posesiones -un farol, un gallo y un asno- a un terreno a las afueras de la ciudad y se instaló allí para pasar la noche. Mientras dormía, el viento apagó el farol, un gato se comió su gallo, y un león devoró su asno. Ahora ya no tenía luz para la noche ni comida para el día ni modo de completar el viaje. Sin inmutarse, Akiba dijo: "Todo cuanto hace el Misericordioso es para bien", y se echó de nuevo a dormir.
Aquella misma noche, una banda de ladrones asaltó la ciudad y se llevó a la mitad de la población para ser vendida a las caravanas. "Lo siento por ellos -dijo el rabino Akiba-, pero el hecho de que no me acogieran en la ciudad no es sino una prueba más de que todo cuanto hace el Misericordioso es para bien. Y si mi luz hubiera seguido alumbrando, y mi gallo cantando, y mi asno rebuznando, también se habrían apoderado de mí.
Hay un oscuro periodo de la vida en el que parece que no hay liberación. Si descubrimos de repente que para nosotros la vida ha perdido su sentido o su propósito, la oscuridad se cierne sobre nosotros, sofoca nuestro corazón, ciega nuestros ojos y nos deja sumergidos en un océano de inutilidad. El mero hecho de levantarnos por la mañana consume toda la energía que tenemos. Ir al trabajo resulta penoso. Dejamos de preocuparnos por lo que antes nos preocupábamos. ¿Por qué?, nos preguntamos. ¿Por qué nada? ¿Por qué todo?
Los antiguos estaban perfectamente familiarizados con el problema. Lo llamaban acedia, apatía, un envenenamiento de la voluntad. Y poseían dos respuestas para el mismo. La primera se refleja en el dicho zen: "Oh maravilla de las maravillas -dice el iluminado-. Corto leña; saco agua del pozo". Dicho de otro modo, es en lo cotidiano, lo ordinario, lo periódico, lo necesario, donde el espíritu crece y el corazón se expande. Es haciendo lo que se debe como se llega a la iluminación en la vida, viéndolo como lo que es y dedicándonos a hacerlo mejor. Y la segunda respuesta se encuentra en la historia del rabino Akiba. La vida consiste en ser conscientes de lo ordinario y en aprender a confiar en la presencia amorosa de Dios en lo que a menudo también vemos como cargas. Entonces tendremos verdaderamente vida, y la tendremos en abundancia.
Yo he venido para que tengan vida
y la tengan en abundancia (Jn 10, 10).
Joan Chittister: 40 Cuentos para reavivar el espíritu.
Gracias estoy aprendiendo a vivir en la voluntad de Dios todo es para bien y el se revela en todo! Todo nos habla de Dios solo estar atentos y receptivos. Hasta una piedra me hablo de Dios. Saludos paz y bien
ResponderEliminarGracias a ti, anónimo amigo. Tienes razón, todo nos puede hablar de Dios. Es cuestión de abrir los ojos y los oídos para poder percibir su voz. Un saludo cordial
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