Saldaña Mostajo, Margarita: Rutina habitada. Vida oculta de Jesús y cotidianidad creyentes. Sal Terrae, Santander, 2013. Colección "Presencia Teológica" 212. 221 páginas. Comentario realizado por María Alexandra Vásquez Ruiz.
Esta obra es una invitación directa a recorrer con nuestra autora un camino que nos permitirá estar más cerca del tiempo en que Jesús vivía como uno de nosotros, como una persona inserta en una sociedad con sus costumbres, responsabilidades y lazos familiares. Es un recorrido que consta de un prólogo de Nurya Martínez-Gayol, ACI, de seis cápitulos, un epílogo y un glosario útil para quienes apenas nos iniciamos en un deseo de mayor conocimiento de Jesús en y desde su propia realidad.
Realiza un paralelismo entre lo cotidiano de nuestra vida ordinaria y como creyentes partiendo de aquello que nos da identidad cristiana, como es el deseo de “hallar a Dios en todas las cosas”; de allí que anima a “explorar la vida oculta de Jesús como clave de acceso a una iluminación creyente de la cotidianidad... él mismo encarnado en Nazareth (Galilea), ha experimentado el peso y las posibilidades inéditas de una vida que, por ser humana, es cotidiana”.
Es cierto que son escasas las referencias sobre la vida oculta de Jesús en el Nuevo Testamento, aunque hay y se evidencia que fue un sujeto social, histórico y cultural insignificante como cualquiera de nosotros: asalariado, viviendo con lo justo y apoyando a toda su familia de modo solidario. Se halla su CONDICIÓN LAICA, porque vive su compromiso como varón judío que va cumpliendo con las obligaciones religiosas normales. Se resalta que para él la oración va delimitando su tiempo: la oración diaria, semanal y anual. Eso que a muchos nos cuesta tanto, así que el saberlo tan humano nos anima a seguir sus costumbres. Sí es verdad que quizás lo que salta como diferente en él en su adultez es que permanece sin contraer matrimonio.
Encontramos que puede ser interpretado como un misterio la vida oculta de Jesús, y cuando se detiene en la expresión de la “vida oculta de Jesús” podría pensarse que es una paradoja, o no, pues es complicado pensar que no lo fuera si “iba haciendo y diciendo cosas extraordinarias que atentaban gravemente contra la humanidad de Jesús” y encontramos cómo los textos bíblicos, entre ellos los textos apócrifos y los apócrifos gnósticos, tienen información interesante. Sabios teológos se van pronunciando, como Ignacio de Antioquía, la Teología del Logos, Justino, Ireneo, Tertuliano... el dogma cristológico tuvo varias gamas de posiciones, está la de Juan Crisóstomo que en base al evangelio de Mateo alude a la encarnación de Jesús como “al reposo del tiempo”, necesario para su credibilidad, y su divinidad va creciendo de forma progresiva en la “emigración a lo humano” que viene desde Nazareth de Galilea. Jerónimo quiere mostrar con esto que esa propuesta de “nueva alianza” viene de márgenes paganos y no del centro religioso (Judea o Jerusalén). Con los ojos de El Cartujano, Ludolfo de Sajonia, la vida de Jesús con nosotros respondía a la “voluntad de enseñarnos la humildad: fundamento estable de toda virtud”. También hay una interpretación femenina de Sor Isabel de Villena, quien con profundo afecto se coloca en la posición de María, y en la escena en la que Jesús se despide de su madre enfatiza cómo Jesús no pide nada que no haya hecho él. Me encantaría seguir, aún falta mucho recorrido, imagínense la influencia del Vaticano II, toda la espiritualidad escrita en el siglo XX con Karl Rahner, Theilhard de Chardin, Gabino Uríbarri y Víctor Codina, entre otros.
Margarita, tomando la Teología Nazarena de Codina, nos manifiesta que “«el lugar social» de una teología que pretende ser <nazarena> deberá permanecer vinculado a la vivencia de la cotidianidad como tal, es decir, la red de relaciones personales, familiares, vecinales, económicas, religiosas, políticas, laborales... que teje la existencia cotidiana del ser humano. La cotidianidad emerge ante nuestros ojos como una experiencia radical que enlaza, mas allá del espacio y el tiempo, la vida de Jesús de Nazareth en nuestra propia vida de todos los días. Por este motivo, solo en el seno de una cotidianidad vivida con hondura puede pensarse la vida oculta de Jesús como misterio que revela y salva”. (Subrayado y negrita mío.)
Es así que “la vida cotidiana está llamada a ser el espacio donde la existencia cristiana crece hasta alcanzar la santidad, y donde todos los seres humanos pueden realizar una vida lograda porque «el hijo de Dios con su encarnación se ha unido en cierto modo con todo hombre» (Gaudium et spes, 22).
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