Auladell, Pablo: El Paraíso perdido, de John Milton. Sexto Piso, Barcelona, 2015. 320 páginas. Comentario realizado por Fernando Vidal (Universidad Pontificia Comillas, @fervidal31).
Pablo Audadell ha
tenido la audacia de transformar en cómic El Paraíso perdido
de John Milton. Si alguien tenía dudas acerca de si el cómic es arte, no tiene
más que acercarse a esta obra de Auladell para convencerse de que así es. El
resultado es excelente, fascinante y nos proporciona una experiencia de
misterio. Ninguno de los fieles de El Paraíso perdido nos sentiremos desengañados o decepcionados y eso ya es decir mucho.
La enorme fuerza plástica de la iconografía de Auladell encarna con respeto y
serenidad el espíritu de los más de diez mil versos de Milton. Lejos de caer en
el –demasiado frecuente- error de tratar de hacer un resumen o lenta sinopsis
de la obra que ilustra, hace un leal relato visual desde el interior de la
misma. Es realmente una obra de madurez de un artista que ha logrado una voz
propia y, sobre todo, que es capaz de hablar desde el cuidado de la cultura y
un sentimiento al borde de la realidad más actual. Los textos son ligeros, austeros y equilibrados respecto a
la ilustración y dejan lugar a la enorme masa de silencio y vacío que
caracteriza el enorme canto de Milton. La iconografía renacentista, el
dramatismo de la época rosa de Picasso, las criaturas en la tradición de El Bosco
y Goya, la fuerza del expresionismo y los avances del cómic neopunk, son
fuentes que Auladell ha digerido en una obra original, coherente y
deslumbrante. Realmente, el libro no es sobre Satán
ni sobre Dios, no es un libro con una tesis. Es una celebración plástica sobre
el valor de la cultura. Que Audadell y la editorial Sexto Piso hayan atraído de nuevo la atención pública
hacia El Paraíso perdido, es una
valiente y valiosa aportación a la cultura.
Génesis de la obra
Nacido
en Alicante en 1972, Auladell ha dedicado cuatro años a realizar esta obra. De
formación artística autodidacta, estudió en un colegio católico y se licenció
en Filología inglesa: las tres educaciones parecen converger en esta obra de
madurez. En una entrevista concedida a Carles Gámez para El País, revelaba que
era el típico niño con gafas al que no le gustaba el fútbol, voraz lector,
tendente a sentimientos intensos y que con sus lápices Alpino iba dándole forma
al mundo en pequeñas piezas de papel. “Me he nutrido casi exclusivamente a
través de los libros. Yo diría que he sentido fascinación por la palabra,
principalmente por la palabra poética, y por el dibujo” (Auladell, 2012).
Efectivamente, esa delicadeza lírica se palpa en todo momento mientras uno está
imbuido en la lectura y contemplación de su Paraíso perdido.
Tras
experimentar un tiempo con la escritura, Auladell se entregó por completo al
dibujo, aunque en una estrecha intimidad con la palabra. De hecho, una
característica de su mano es que hace historieta con la calidad de la
ilustración. No hay trazo rápido ni funcional sino que hay en cada cuadro algo
de obra en sí misma. Emprende la obra tratando cada viñeta con la calidad de una ilustración.
En una entrevista de 2006 con Toni Boix para Zona Negativa, el autor reconoce:
“yo no hago distinción entre cómic e ilustración como si fueran trabajos
distintos”. Lo interesante es que Auladell concilia la alta calidad ilustradora
de cada viñeta con la fluidez narrativa de quien está conduciendo una historia.
Las ilustraciones llaman a recrearse en ellas con detalle, pero a la vez cada
una invita a la otra hasta conducirte sin atascos al final.
No es fácil hacerlo. Hay mucho trabajo formal e
interior en esa pericia. El artista parece muy exigente, altamente reflexivo y
dotado de un agudo criterio crítico. Una firme voluntad de alcanzar la
excelencia y muchos años de búsqueda técnica están detrás de esta obra que
ahora parece grácil. Su carrera pública emerge cuando se presenta al Concurso
de Cómic del INJUVE, que gana en su edición de 2000. Dicho galardón impulsó la
publicación -apenas dos años después- de su primera obra, El camino del titiritero (Alicante: Edicions de Ponent). Esto le
valió la nominación de autor revelación en el Saló del Cómic de Barcelona en
2002. Esa misma feria le daría cuatro años después, en 2006, el primer premio
en esa misma categoría por su cómic La
Torre Blanca (Alicante: Edicions de Ponent; edición corregida y ampliada en
2010). No dudo de que su Paraíso perdido
le reportará altos premios a él y a la editorial Sexto Piso que ha dado un exquisito cuerpo a la obra.
Este cómic no es una tesis sino una
celebración
La
interpretación que Auladell hace de Milton no puede ser la del puritanismo del
siglo XVII ni la del pietismo tradicional religioso. Es consciente del desgaste
que ha sufrido esta obra ante el gusto contemporáneo. Aunque universalmente
conocida y convertida en un icono popular, su lectura no es fácil estética ni intelectualmente.
Milton compone una obra titánica de proporciones bíblicas, destinada a ser una
incorporación barroca al propio Génesis. No sólo es monumental sino que es un
monumento. Hombre devoto, de amplia cultura bíblica y grecorromana, y con ideas
religiosas y políticas muy personales, John Milton hizo una obra de enorme
profundidad -aunque dotada de cierto hieratismo por el que el escritor quería
mimetizar sus figuras con la rígida interpretación que él hacía de las figuras
bíblicas-. La rigidez puritana de Milton se palpa en su visión política y
legalista de la Divinidad, el Ángel Caído y la expulsión del Paraíso. En
realidad el poema de Milton no es sobre el Mal sino sobre la Ley, es más sobre
Roma que sobre Jerusalén. No es fácil recorrer las páginas del Paraíso perdido sin un cierto
equipamiento cultural. Auladell conoce la obra al menos desde sus estudios
universitarios y está familiarizado con la iconografía, mitología y algunos de
los alcances que implica.
La
interpretación que el dibujante hace de la obra –según sus propias
declaraciones- empatiza con Satán, a quien convierte en anfitrión del proyecto.
Su idea quiere poner la perspectiva de Satán en primer plano. Así como Milton
hace una obra sobre la Ley, Auladell cambia el foco y hace una obra más bien
sobre la ambición –a ratos moralmente ambigua-. Auladell asume una visión de
Satán no lejana del romanticismo en algunos momentos –un personaje prometeico-
pero que no deja de ser trágico –movido por una venganza que una y otra vez
fracasa-. Pero creo que la aportación de Auladell no está en su interpretación
de Milton: lo que hace es darle otro escenario más amplio, recrear el relato
con más planos estéticos que le dan profundidad: mitología minoica,
surrealismo, expresionismo y lirismo neopunk. La innovación que aporta este
libro al Paraíso perdido es plástica,
no literaria ni ideológica.
El
arco de la historia refleja bien las alternativas ideas de Milton respecto a la
Trinidad: el Hijo está subordinado al Padre y éste lo ha creado o engendrado.
El origen de la rebelión de Satán es precisamente ése: Dios ha engendrado al
Hijo, al que eleva al trono del universo. Satán no reacciona igual que otros
arcángeles obedientes –como Miguel- sino que piensa que él era merecedor de esa
distinción que Dios ha dado al Hijo. Ya en la primera página, Satán yace con el
personaje llamado Pecado. Satán convoca a sus legiones para traicionar a su
Señor y emprender la conquista del Cielo –que es su paraíso perdido- pero todos
son arrojados a las tinieblas del tártaro por el mismo Cristo. Desde el
infierno urde su venganza. Dios ha creado otra criatura en todo igual que él y
dotado de libertad, a la que ama. Satán, incapaz de derrocar a Dios, va a matar
a su criatura introduciendo Muerte y Pecado en el mundo. Pero el destino de Satán
sigue siendo trágico pues Cristo, por la entrega voluntaria de su vida a los
hombres, se compromete a ganar la vida eterna para ellos.
Satán
–señor del minotauro Belcebú- se enfrenta a un Cristo que es concebido próximo
a Perseo. Auladell dice que es una lectura desde el Ángel Caído –dice que “Satán es un Ulises en esta
obra” (Auladell, 2015)-. En realidad, el
Satán de Auladell tiene poco de Ulises y poco de Prometeo: Ulises aspira al
hogar –no al poder- y Prometeo es benéfico –no asalta los Cielos sino roba el
fuego para los hombres a los que quiere ayudar, no condenar-. Formal y
moralmente, el Satán de Auladell se acerca más al expresionista Nosferatu, que
lleva la peste del Pecado y la Muerte a los hombres. Creo que Audadell ha hecho
un personaje expresionista -dotado a veces de la elegancia de un bailarín de
salón-, con una lógica más cercana a la Montaña Mágica de Thomas Mann que al
Satán del vitalismo o el existencialismo. Revisitar El Paraíso perdido desde las ya asentadas visiones que de Satán
escribieron Bernanos, Mauriac o el propio Graham Greene, hubiera llevado por
otros derroteros. El cómic ha trabajado mucho los últimos años sobre lo
diabólico, de forma muy original, como muestran las series Hellboy y
Hellblazer. Auladell ha querido permanecer más leal al sentir de Milton.
La
perspectiva desde Cristo también hubiera puesto en valor otras cuestiones. Al
hacerlo desde Satán, Auladell resalta varias características que le acercan al
hombre. Satán y Adán/Eva van a compartir la experiencia de pérdida de sus
respectivos paraísos. Ambos conocen el sufrimiento como el autor piensa que Dios
no lo conoce. Según Auladell, “Satán es un personaje muy humano y, por eso, el hombre se
identifica con él. Es un perdedor y un desterrado, como los humanos cuando
abandonaron el Paraíso. Y ese afán de venganza y recuperar lo que es suyo hace
que entren en él sentimientos semejantes a los nuestros, como la melancolía. De
toda la galería de dioses de este libro, es él quien más se acerca a nosotros. Satán
es un dios caído que sí sabe qué es el sufrimiento. Por eso, imagino, que la
figura de Cristo está relacionado con esta cuestión. Dios envía a Jesús para
poder comprender qué es el sufrimiento. Es, justo, el matiz que le falta
entender a los dioses” (Auladell, 2015). Mientras que Dios no parece padecer el
terrible drama, sí lo hacen los cuatro personajes, en cierto modo equivalentes:
los antiguos compañeros Satán y Miguel, Cristo y Adán, primer hombre. Los
cuatro tienen un tratamiento plástico singular en el libro de Auladell. En mi opinión, la
plástica de Pablo Auladell ha superado a donde llegan sus palabras e ideas no
sólo sobre Milton sino sobre el conjunto. La ambigüedad del arte –o más bien su
capacidad para hablar múltiples lenguas y para acoger múltiples
interpretaciones- parece ser la mejor vía para actualmente disfrutar estética e
intelectualmente del Paraíso perdido
de Milton.
Realmente,
el libro no es sobre Satán ni sobre Dios, no es un libro con una tesis. Es una
celebración plástica sobre el valor de la cultura. La misión del encargo a
Auladell no era una reflexión sobre el Mal ni Satán sino poner en valor esta
magna obra en un gran poema gráfico. El artista le aporta nueva iconografía,
una base estética distinta y nuevas referencias mediterráneas y modernas que
permiten ampliar la base de lectores y resonancias. Eso hace que
ideológicamente sea una versión transversal que permite unirnos a la
celebración. No ha llevado la obra de Milton más allá pero sí la ha traído
bastante más aquí y eso es ya mucho.
El Paraíso perdido de Auladell, un gran fresco
operístico
Este
libro es una lectura visual del Paraíso perdido de Milton con la voz propia de
Pablo Auladell. ¿En qué consiste esa plástica? Lo primero que habría que saber
es que si bien hay un estilo propio muy característico que comparten sus diversas
obras, el autor crea una imaginería específica para cada desafío. Según sus propias palabras en el blog ilustrandodudas, para cada obra construye una respuesta gráfica
diferente. “Un estilo muy definido puede llegar a convertirse en una jaula de oro.
Puede llegar a cegarte, a impedirte evolucionar pensando que siempre tienes la
fórmula adecuada. Pero es verdad que hay que tener una voz definida y afinada.
Luego, a partir de ahí, de esa base, puedes ir realizando pequeñas distorsiones
y ajustes para contar o expresar diferentes cosas”.
Hay
varias fuentes que convergen en la propuesta: el mediterráneo grecolatino
recreado en el Renacimiento, la escenografía de Blake, el dramatismo
picassiano, las criaturas del Bosco y Goya, la sutileza abstracta monocolor de
Rothko y el neoexpresionismo surrealista de McKean.
El
conjunto del libro nos sitúa en un fresco renacentista parte del cual se
difumina en paredes gastadas y rascadas. Tanto los personajes de Cielo y Tierra
-en ocasiones los dibujos son estrictamente retratos renacentistas (San
Miguel, p.15)- como sus paisajes –Cielo y Paraíso son concebidos como ciudades
Estado- nos remiten al arte renacentista. Rostros y gestos son propios de la
Escuela Veneciana que lideró Tiziano y a la que perteneció, por ejemplo,
Lorenzo Lotto (1480-1556) -artista que se dedicó al dibujo, ilustración y
pintura-, a cuyo estilo se asemejan los rostros redondeados de pequeños mentones,
caras equilibradas y divididas por curvas de media Luna que recorren las
páginas de este libro. Los cuerpos –especialmente Cristo y Adán y Eva- también
se disponen al modo de la Escuela de Venecia. Auladell toma los códigos
renacentistas para ubicarnos en un tiempo bíblico arcaico –a veces, incluso hay
trazas que parecen propias de la pintura paleocristiana de catacumba-. Le va a
permitir también crear un espacio mediterráneo donde fusionar con naturalidad
lo bíblico y la mitología minoica de caballos y minotauros. Refuerza ese mundo
italianizado el aire carnavalesco, presente sobre todo en que casi todos los
personajes parezca que llevan una máscara o tengan maquillada la cara, al
estilo de los arlequines de Picasso. Aporta una teatralidad que casa muy bien
con la épica de Milton. La sensación arcaizante que busca crear por esa
atmósfera renacentista se intensifica al asumir el libro los códigos litúrgicos
medievales para la coloración de la historia. Así, los colores también tienen función
narrativa: el azul es el color divino y celestial; el verde es la esperanza y
amor naciente del Paraíso; el negro es diabólico.
Los
personajes renacentistas –que nunca imitan esa iconografía sino que la hacen
mutar para esta obra- son propios de Cielo y Tierra. Dios Padre es una figura
oronda, suave, serena e imperial. Su comportamiento es el de un Emperador
romano, señorial e impasible. Su cuerpo a veces se expande tomando forma de
nube o firmamento (p.173). Cristo es un personaje brillantemente diseñado: es
un Cristo grecorromano, no judío. Hijo sacrificial, héroe guerrero. Dios Padre
le entrega una colosal máscara minoica de cordero. Con ella aparecerá sobre un
carro en la lucha contra las huestes de Satán, en una de las más bellas
estampas del libro (p.226). Adán y Eva son quizás los personajes más
convencionales. Brilla en el cómic el Arcángel Miguel, con su aspecto de duce
de una ciudad Estado. Es inquietante y su lucha con Satán es más de miradas que
de espadas. Es el compañero de Satán, que reacciona en la dirección opuesta
frente a la decisión de Dios de engendrar y coronar a su Hijo como Rey del Universo. En la edición
de Sexto Piso están en la portada (Satán) y contraportada (Miguel). Y, de
hecho, el libro comienza siendo Satán el anfitrión pero termina con Miguel
cumpliendo la tarea de expulsar –a Adán y Eva-. La gama cromática y parte de la
escenografía no puede sino recordar a William Blake (en el blog Encuentros con las Letras, Santos
Domínguez piensa que el autor no disimula homenajes a las visiones de Blake), aunque son ésos
sus únicos puntos de contacto –también Blake miró al Renacimiento para expresar
su espiritualidad-.
Auladell
toma con habilidad esa iconografía renacentista y la transforma, la altera y
hace mutar. Primero, a la luz de grecolatina. Las máscaras minoicas de Cristo y
Belcebú, los rostros de narices aviarias que parecen reflejar el carácter alado
de los personajes, las animalizaciones y los seres con medio cuerpo de animal y
medio humano, etc. Los propios tonos del libro expresan el paso del tiempo y el
tiempo mítico en que se inscribe todo. Es un libro muy mediterráneo: hay una
mediterranización de Milton. Es esta combinación de la cultura minoica
mediterránea junto con el dramatismo arlequín de Satán, lo que nos hace
recordar mucho la inspiración de Picasso.
Satán
tiene una confección muy distinta al resto de personajes. “Una de las primeras de las
cosas que me propuse fue crear Satán muy perfilado, con sombrero, como si fuera
un verdadero dandi” (Auladell, 2015). Satán está construido como un actor o
arlequín de la época rosa de Pablo Picasso. Su textura es distinta: sombría,
manchada, como un dibujo imperfecto donde se ha tratado de marcar con
carboncillo las formas. Los trazos son vastos, derramados, a veces
descoordinados del contorno. En otras ocasiones, cuando crece, Satán se asemeja
al monumental Hombre Modulor de Le Corbusier (p.48, por ejemplo). Su
corporalidad varía durante todo el libro, se hace (p.33) espigada al modo del Greco (como
señala Gerardo Vilches en su reseña para Entrecomics) o anchea y
cobra un aspecto más próximo al naturalismo. Su facialidad es muy cercana al
expresionismo alemán y es que Auladell ha querido poner el centro dramático de
la obra en Satán, sus indignaciones y ansias de venganza. Auladell describe su
lenguaje como un lirismo distorsionado por el expresionismo y la sátira
(entrevista en Ilustrarium). El
diálogo entre sombreros es uno de esos detalles que pueblan el libro. Frente al
sombrero florentino del siglo XV que porta San Miguel, nos encontramos el
sombrero dandy de copa estrecha y ala baja. El de satán, en realidad, es un
sombrero de aristócrata cazador, que queda atenuado por las poéticas flores
blancas que adornan su cinta -como en los años 1930s-.
El
estilo de la obra da un vuelco cuando comenzamos a contemplar cómo va mutando
físicamente cada personaje. Durante todo el tiempo, los personajes se
transforman: acentúan rasgos, cambia su cuerpo en tamaño y forma –sus cuerpos
expresan más que sus rostros-, se convierten en animales, van revelando su
naturaleza. Los recursos imaginativos que emplea Auladell le emparenta con el
Bosco y también con las pesadillas goyescas. Especialmente el pueblo de
demonios logra tener el desasosiego y truculencia de las Pinturas Negras de
Goya o de la obra carnavalesca de José Gutiérrez Solana –cuya influencia señala
el propio Audadell en una de sus entrevistas-. Muerte y Pecado también son
creaciones remarcables de personajes. Todos ellos, parecen inscritos en el
expresionismo postpunk que ha liderado el cómic británico de finales de los
1980s. Temáticamente, son evidentes las afinidades entre el Sandman de Gaiman y
el Paraíso perdido de Audadell. Los fondos raspados y con espátula
típicos de Dave McKean, así como los rostros de media luna de McKean de algunos
personajes, han dejado marca en el desarrollo estético de Audadell.
Precisamente, uno de los
protagonistas mayores del libro son los paisajes o, más bien, los no-paisajes.
La nada, el tártaro, la noche, lo increado… Todo remite al día primero de la
Creación. Aunque entiendo que no hay relación directa, no he podido sino pensar
en Marc Rothko al aceptar el desafío que plantean algunas páginas. Auladell
crea una materia y paisaje donde las diferencias son sutiles. No son negros
opacos sino llenos de matices. Nos invita a la experiencia monocolor del
expresionismo abstracto estadounidense que culmina en Rothko, pero también
tiene en Tapies uno de sus máximos exponentes. Los fondos se componen de modo
similar a las texturas de los cuerpos y al propio trazo: la línea tiene muchas
de sus características. Es una de las notas principales del libro: una materia
de lógica borrosa –y muchas veces emborronada-, llena de ruido y complejidad,
saturada de ambigüedad, intenso drama y densidad reflexiva. El libro es un
cardumen cultural muy apretado en algunos puntos y liberado por la claridad de
la mística renacentista en otros. Como en Rothko, nos reta a hallar las
diferencias emocionales entre una ilustración y la siguiente, donde sólo
algunos matices cambian. Es claro que el expresionismo abstracto es la estética
que más conecta con el pretiempo del Génesis. Las masas de nubes, cielo y
firmamento han sido muy investigadas –más barrocas que renacentistas- y están
minuciosamente elaboradas (p.226-233) hasta que Auladell logra hacer hablar a
la propia oscuridad. Gerardo Vilches (Entrecomics)
resalta los cielos “donde los
cielos plomizos —magnífica, por ejemplo, la página 101 y su sutil cambio de
tonalidad— y las atmósferas enrarecidas reflejan un mundo donde la luz de Dios
no brilla como cabría esperar”.
Ninguna
influencia da cuenta de la estética de Auladell. Las sintetiza no al modo de la
mezcla sino de la discriminación: discierne componentes que selecciona tras
tiempo de meditación y ensayo. En todo ha añadido su propio ADN para crear una
obra original, muy coherente y fascinante. La primera lectura me dejó sin
palabras. Auladell dice
al respecto de esa fascinación que crea: “Me gustaría pensar que esa
fascinación se debe a que he logrado (apenas en un puñado de imágenes)
transmitir un misterio (poético, claro)” (en Ilustrarium). Lo ha logrado.
Al
acercarse a este libro, hay que poner la confianza más en las imágenes que en
las palabras, porque la narración es principalmente visual. Por eso cobra mucho
mayor alcance lo que sugiere la plástica que lo que sugieren las palabras –“Yo escribo guiones muy
visuales”, declaró a Toni Boix (2006)-. En su entrevista en el blog Ilustrandodudas, Auladell reveló que su
aspiración era “Ser un buen ilustrador, hacer trabajos de calidad
indiscutible. Todo lo demás vendría por añadidura. Es una profesión de fondo, de años de ir conformando
poco a poco una suerte de abecedario, de sistema que pueda funcionar de forma
fluida, natural. Que no se perciba el esfuerzo”. Esa dirección se comprueba
netamente en este libro. Se palpa un trabajo de fondo de mucha investigación,
ensayo y artesanía. Hubiera sido fácil que el resultado hubiera sido pesado y
no fluyera, o bien fuera una sucesión de estampillas –como esos viejos álbumes
de la Biblia-, pero, por el contrario, la narración se atraganta ni tropieza
con su propio perfeccionismo. Lo difícil es que sea leído sin tropezar en el
virtuosismo. Eso ha requerido una exigente economía de elementos y, pese a tema
y su portentosa creatividad, sobriedad. Efectivamente, la calidad es indiscutible
y la añadidura es una palabra muy bíblica que sin duda este libro traerá.
Dice Pablo Auladell que “Un creador debe cruzar los
infiernos antes que nada, porque, si no lo hace, toda su creación será ñoña,
pedagógica o de aficionado de fin de semana. La creación requiere una entrega
absoluta y, por tanto, no es compatible con un modelo de vida al uso. Sin duda,
el cómic lo considero un arte. Tiene toda la complejidad, ofrece todas las
posibilidades y posee todas las connotaciones que otras cosas que también son
consideradas como arte. Si el cómic no está considerado como arte es
seguramente porque a Picasso se le olvidó incluirlo entre
sus experimentaciones. El cómic tiene una extraordinaria capacidad para
explicar el mundo, para nombrarlo. Y para crear otros mundos. El cómic es capaz
ahora mismo de cubrir un amplísimo abanico de caminos expresivos. Con su
carácter híbrido: el cómic es un mar que se nutre de ríos exquisitos. Además el
cómic vendría a ser, como en la ópera, ese viejo sueño de construir un arte que
engloba a los demás”. Efectivamente, el libro de Auladell que edita Sexto Piso
es operístico, una enorme ópera visual del poema épico del Paraíso perdido. No
podemos sino esperar que cumpla ese sueño colegial y nos ofrezca en algún
momento de su camino futuro, un cómic sobre Cristo.
Referencias
-Auladell, Pablo (2006A). Entrevistado
por Ilustrandodudas.
http://www.ilustrandodudas.com/index.php?/entrevistas/pablo-auladell/
-Auladell, Pablo (2006B). Entrevistado por Toni Boix para Zona Negativa. www.zonanegativa.com
-Auladell, Pablo (2012A).
Entrevistado el 25 de octubre de 2012 por Joaquín Juan Penalva para el Diario
Información. http://www.diarioinformacion.com/arte-letras/2012/10/25/pablo-auladell-convierte-versos-milton-imagenes/1308360.html
-Auladell, Pablo (2012B).
Entrevistado el 4 de enero de 2012 por Carles Gámez para El País. http://elpais.com/diario/2012/01/04/cvalenciana/1325708292_850215.html
-Auladell, Pablo (2014A). Entrevistado
por Ilustrarium el 21 de febrero de
2014. http://ilustrarium.com/blogs/news/12395233-entrevista-a-pablo-auladell
-Auladell, Pablo (2014B). Entrevistado
por Tina García el 13 de septiembre de 2014 para AH Magazine. http://www.ahmagazine.es/entrevista-a-pablo-auladell-ilustrador/
-Auladell, Pablo (2015).
Entrevistado el 18 de febrero de 2015 por J.O. para La Razón. http://www.larazon.es/pablo-auladell-satan-es-mas-cercano-a-nosotros-que-dios-IN8861390#.Ttt1whVv24BjrL5
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