Una novela policíaca tramposa
No puede ser que durante toda la novela seas uno más de la investigación, vayas con ellos en el coche, en el avión, sufras lo que ellos sufren y cuando sacan la lista de personas con acceso a un teléfono, ellos la lean y no te enteres, que tengan los datos del ADN del arma del crimen y no te lo digan. De repente te encuentras que participan en un interrogatorio con un detector de mentiras –que es ilegal- de un sujeto que había aparecido al principio y que empieza a cantar "La Traviata". Si ya me lo estaba temiendo yo mientras lo leía, y veía que quedaban pocas páginas y que no encontrábamos al asesino.
En España no se puede hacer un interrogatorio sin las debidas medidas legales. Aunque sea un ciudadano extranjero, en territorio español no se le puede hacer un interrogatorio por media docena de personas y enchufado a un polígrafo. Esta novela quiere ser tan realista en unas cosas hablando de los últimos vehículos y armas del ejército y resulta que ahí te engaña.
Otro error de bulto o incongruencia. Está el teléfono móvil de la víctima bloqueado y ya que mandan a Madrid el arma del crimen para hacerle las pruebas de ADN, dejan que sea un manitas del Ejército del Aire el que se encargue de desbloquearlo. Y, atenta la compañía, lo desbloquea una de las Guardias Civiles preguntándole a la viuda (con la que estaba en trámites de separación) por la clave de desbloqueo –y voy yo, y me lo creo, ¡anda ya!-. Otra cosa más, el asesino emplea un mono de plástico desechable, unos patucos, guantes y probablemente gorro para no dejar pruebas del asesinato y va y deja una navaja, de las que emplean para cortar las plantas de opio, junto al cadáver y encima cuando se ha hecho un pequeño corte al matarlo.
¿Para ser un buen investigador hay que tener una vida personal desestructurada? Ninguno de los Guardias Civiles que va a investigar tiene una vida privada normal. La novela, después de unos escarceos por El Gallinero y la Cañada Real (zonas muy marginales del sudeste de Madrid) arranca con la llamada que un general de la Guardia Civil hace al subteniente Bevilacqua (que ya no está a sus órdenes, pero que mueve todos los hilos para que se encargue) con la misión de que investigue el asesinato de un sargento en la Base de Herat en Afganistán. La misión durará varias semanas y se lleva a un equipo de tres personas que se lo dice de un momento a otro y todos aceptan sin dudarlo. ¡El Benemérito cuerpo siempre dispuesto! No están casados, ni novias o novios estables, ni familia con la que tengan un trato cercano ni amigos fuera del cuerpo. Yo no sé tú, pero yo desconfiaría de unos subordinados así.
Un punto positivo. Aprendes el significado de la palabra “procastinar”. No iba a ser todo malo. También conoces el nombre de los vehículos que utilizan, de las armas, los drones… Pero como no da una explicación, tendrás que recurrir a internet para enterarte de qué está hablando.
Lorenzo Silva (Madrid, 1966) viajó a la Base de Afganistán para conocer de primera mano la vida de nuestros militares allí. Empezó la serie del subteniente Bevilacqua en 1998 y este es el noveno libro de la saga. Entre otros premios y honores ha recibido la distinción de Guardia Civil honorífico. Lástima que no se haya dedicado a leer novela policíaca de calidad y/o haber aprendido de los grandes.
Te propongo una serie de novelas policíacas que he leído y me han gustado:
- En español te recomiendo la "Trilogía del Baztán", de Dolores Redondo, que la forman los libros, El guardián invisible, Legado en los huesos y Ofrenda a la tormenta. De Domingo Villar, Ojos de Agua y La Playa de los Ahogados. De Toni Hill, Los buenos suicidas.
- Suecos como Asa Larsson, con su novela Aurora Boreal. Stieg Larsson y su trilogía de "Millenium": Los hombres que no amaban a las mujeres, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire. De Lars Kepler (pseudónimo del matrimonio Alexander Ahndoril y Alexandra Coelho Ahndoril), El Hipnotista.
Por favor lee antes a la maestra Ágatha Christie.
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