Moutier, Marie (Comp.): Cartas de la Wehrmacht. La Segunda Guerra Mundial contada por los soldados. Crítica, Barcelona, 2015. 360 páginas. Prólogo de Timothy Snyder. Traducción de Lara Cortés Fernández. Comentario realizado por Jesús Ángel Rodríguez.
La Segunda Guerra Mundial contada por los malos
Es curioso cómo llega uno a veces a los libros. Estaba leyendo Suite Francesa, de Irene Nemirovsky, cuando me puse a buscar fotos en Internet del uniforme del ejército nazi, la Wehrmacht. Así descubro que hay un libro que se titula Cartas de la Wehrmacht. Empiezo a indagar en él y veo que es una recopilación de cartas enviadas por los soldados alemanes durante la Segunda Guerra Mundial.
La autora, Marie Moutier, empezó a trabajar en 2009 para Yahad-In Unum (organización sin ánimo de lucro que trabaja en la localización de las fosas comunes de las víctimas de los nazis). Consultando el United States Holacaust Memorial Museum de Washington, encontró un fondo procedente de archivos militares alemanes donde entre la documentación aparecían diarios íntimos y correspondencia de los soldados de la Wehrmacht. En 2014 se puso a investigar en el Museo de la Comunicación de Berlín, donde se guardan un total de 16.000 cartas que los soldados mandaron a familiares y amigos. Es el mayor archivo que hay de ese tipo, y contiene un gran repositorio de documentación completamente inédita. Según nos cuenta en la introducción, las cartas están agrupadas por remitente; en algunos casos, su autor fue bastante prolijo. Esta recopilación se ha podido realizar gracias a muchas personas que han entregado esas cartas que guardaban al Museo.
El libro es una recopilación de cartas en la que están representados todos los frentes en los que estuvieron presentes los soldados alemanes y también todos los rangos. Las cartas se dividen en tres apartados: el primero es de 1939 a 1941, la fase de las victorias y la conquista, donde los soldados confiaban en una guerra corta por lo superiores que se sentían; el segundo 1942-1943, la fase de estabilización de los frentes y las derrotas del norte de África y Stalingrado; y el tercero, 1944-1945, debacle y derrota, donde hay muchas menos cartas recogidas por el peor funcionamiento del correo y por la falta de muchos soldados muertos o hechos prisioneros.
Cada carta lleva una introducción que narra el contexto militar, familiar y personal. En algunos casos sabemos qué pasó con el autor, si murió, si logró sobrevivir o si desapareció.
En total son 97 cartas, algunas de ellas notas breves y otras que ocupan dos o tres páginas, con lo que no se hace pesada la lectura. Como es habitual en casos de guerra, los soldados no pueden dar datos de las operaciones en las que participan. El III Reich tenía un departamento de censura que vigilaba que se cumplieran las normas establecidas en el correo y si eran afectos al régimen o no. Obviamente no podían registrar todas las cartas pero sólo su presencia hacía que funcionara la auto-censura, aunque a medida que van pasando los años se van relajando esas auto-restricciones, lo que se va notando por las críticas que se vierten. En esta recopilación hay muchos soldados que eran afiliados al partido nazi o que compartían las ideas de la ideología nacional socialista. Es muy paradójico ver cómo estos hombres pueden en una misma carta dejarse llevar por el furor ideológico y racista y, al mismo tiempo, comportarse como maridos preocupados por los problemas cotidianos del hogar. En esta recopilación hay cartas dirigidas a esposas, otras a padres, hermanas o tías, en las que difieren la manera de dirigirse a unos y a otros. También se puede ver la diferencia de edades: el más joven no llega a 18 años, y el mayor a 45 años. De multitud de profesiones en la vida civil. Todo ello hace que esta sea una recopilación muy variada, lo cual ayuda a tener una visión más plural.
Según la propia autora: «Esta obra aspira a poner fin a esa concepción de la Wehrmacht como una maquinaria alemana de guerra y descubrir los sentimientos, las convicciones, los sufrimientos y las alegrías de sus soldados. Se trata de desterrar esas imágenes, tan ancladas en la memoria colectiva, de los desfiles nazis en Nürenberg, con el sonido acompasado de las botas, en los que todos los soldados se parecen entre sí y avanzan a paso de ganso como si fueran un único cuerpo. Devolverles su individualidad, su humanidad, resulta esencial para comprender qué fue la Segunda Guerra Mundial.»
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