Sloterdijk, Peter: Celo de Dios. Sobre la lucha de los tres monoteísmos. Siruela, Madrid, 2011. 172 páginas. Traducción de Isidoro Reguera. Comentario realizado por Jaume Flaquer García (responsable Área Teológica Cristianisme i Justícia, Barcelona).
Peter Sloterdijk es uno de los filósofos alemanes más famosos y polémicos de la actualidad. En 2009, fue objeto de un ruidoso debate cuando propuso en un artículo dejar de coaccionar en el pago de impuestos y dejarlo de forma voluntaria. La izquierda le acusó de neoliberal puesto que los ricos escogerían pagar menos. Pero Sloterdijk se defendió diciendo que el hombre también es “dador” por naturaleza, y es posible extraer de los ricos también esta tendencia. El libro Fiscalidad voluntaria y responsabilidad ciudadana desarrolla estos pensamientos.
Peter Sloterdijk es uno de los filósofos alemanes más famosos y polémicos de la actualidad. En 2009, fue objeto de un ruidoso debate cuando propuso en un artículo dejar de coaccionar en el pago de impuestos y dejarlo de forma voluntaria. La izquierda le acusó de neoliberal puesto que los ricos escogerían pagar menos. Pero Sloterdijk se defendió diciendo que el hombre también es “dador” por naturaleza, y es posible extraer de los ricos también esta tendencia. El libro Fiscalidad voluntaria y responsabilidad ciudadana desarrolla estos pensamientos.
La editorial Siruela parece comprometida con el autor para traducirle su extensa obra y nos ofrece Celo de Dios. No es, en realidad, menos polémico pero la crítica contra la tendencia intrínseca totalizadora de la religión es un ethos común en nuestra sociedad actual. Por una parte, para el autor, la trascendencia es una proyección humana ante el “desconocimiento de lo tremendo” y “de lo lento”, es decir, el desconocimiento de la experiencia pasada y futura hace al hombre anticipar la respuesta en forma de discurso sobre la trascendencia y sobre lo escatológico. El autor se centra especialmente en los monoteísmos con vocación expansiva que se originan “en circunstancias de excitación maníaco-apocalíptica de sus fundadores”. El análisis psicológico de la experiencia de fe y de la misma historia de las religiones atraviesa todo el libro. Está convencido, junto con Nietzsche o Heidegger entre otros, de que “lo que se despacha normalmente como fe representa a menudo una especie de histeria” en la que “almas ambiciosas luchan por puestos de preferencia”. La religión crea un “suprematismo religioso” en el que la propia fe es el camino único para ascender a lo Supremo y lo Único. Si este se define de manera personal, los creyentes no pueden más que “ocupar el puesto de vasallos o colaboradores”. La asimetría más importante se expresa en el hecho de que “Dios permanece en última instancia inescrutable”, mientras que “los seres humanos no pueden tener ningún secreto ante Dios”.
Peter Sloterdijk denuncia a la religión como fenómeno intrínsecamente producido por hombres celosos y que conlleva la confrontación con las otras religiones e increencias. En uno de los capítulos repasa el desarrollo histórico y conflictivo entre el judaísmo, el cristianismo, el Islam y el politeísmo. Es interesante ver cómo el autor considera que el comunismo y las ideologías totalitarias de los siglos XIX y XX no son más que una continuación del mismo “suprematismo” religioso monoteísta por más que se formule de manera antirreligiosa. La raíz del problema es, según él, la filosofía del tertium non datur común a todos ellos, es decir, la convicción de que no hay un término medio entre el sí y el no, entre el creyente y el no creyente, entre el cielo y el infierno. Esto produce violencias hacia dentro porque el hombre se reduce a nada (lleva al suicidio) y hacia fuera porque se condena al hereje o al incrédulo (lleva al asesinato).
El autor reconoce los “efectos biopositivos de la vida afectiva religiosa que no pueden ignorarse” y que han intentado sobrevivir “admitiendo un tercero”, un término medio, pero, en toda la obra, aparecen intrínsecamente relacionados el celo por Dios y la intolerancia como algo inherente al hecho religioso monoteísta. Admite que el cristianismo ha llegado a un estadio “postcelo” pero asegura que desde san Pablo, el cristianismo lleva la marca de la radicalidad. Ahora bien, Sloterdijk olvida que ya en Constantinopla y Calcedonia, el cristianismo quiso huir del pensamiento dicotómico afirmando a la vez las dos naturalezas en Cristo, y de las vivencias no históricas de la fe. Un apunte último: toda religión debería escuchar lo que denuncia Sloterdijk para proceder a una buena autocrítica.
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