jueves, 12 de octubre de 2017

Victoria Camps: El gobierno de las emociones. Por Olga Belmonte García

Camps, Victoria: El gobierno de las emociones. Herder, Barcelona, 2011. 336 páginas. Comentario realizado por Olga Belmonte García.

Victoria Camps, Catedrática de Filosofía Moral y Política en la Universidad Autónoma de Barcelona, obtuvo el Premio Nacional de Ensayo en 2011 con su libro El gobierno de las emociones. Se trata de un interesante análisis del papel de las emociones en la vida moral. ¿Se puede hablar de una moral basada en las emociones? ¿Es posible gobernar las emociones? ¿Es deseable hacerlo? ¿Cuál es el criterio para distinguir las emociones adecuadas de las inadecuadas? ¿Qué es lo que caracteriza a las emociones virtuosas? ¿Qué entendemos hoy por vida virtuosa? La autora considera que las emociones juegan un papel fundamental en la vida moral y comprende que es posible gobernarlas. A lo largo de estas páginas muestra en qué medida hay emociones que contribuyen a alcanzar una vida virtuosa, desde el punto de vista moral. 

A lo largo de la Historia, la Ética ha tendido a oponer la razón y la pasión. Camps insiste en superar esta aparente contradicción, mostrando que la vida humana está constituida por ambas dimensiones: el pensamiento y el sentimiento. El objetivo de la Ética no es el dominio racional de las emociones, pero tampoco se puede dejar la vida moral en manos de emociones ciegas. La Ética es, para Camps, una «inteligencia emocional», según la cual la excelencia no depende únicamente de razonamientos correctos, sino de emociones adecuadas a determinadas situaciones. Este planteamiento permite superar los límites de las éticas deontológicas o del deber, que proponen normas morales, pero no despiertan la motivación para cumplirlas. Para interiorizar el deber moral no basta con comprenderlo, hay que querer cumplirlo: para ser virtuoso no basta con saber qué es el bien, hay que querer obrar bien. Es necesaria cierta sensibilidad moral para reconocer, por ejemplo, una injusticia e indignarse ante ella. La razón puede revelarnos situaciones injustas, pero es la emoción la que nos mueve a combatirlas. Estos análisis muestran el vínculo entre la razón y la emoción, dialogando con autores clásicos como Aristóteles, Spinoza o Hume, y con autores contemporáneos, como M. Nussbaum, A. Arteta o X. Etxeberria.

Esta obra ayuda a entender por qué actuamos como actuamos y en qué medida esta comprensión contribuye a que nos hagamos responsables de nuestros actos y de nuestra actitud ante la vida. ¿Qué forma de vida merece la pena vivir? ¿Qué virtudes encarnan hoy la excelencia? ¿Tiene sentido proponer hoy una ética? La defensa de la libertad ha llevado al extremo de considerar que una propuesta ética es siempre una imposición. ¿Cómo respetar la libertad individual en el proceso de la educación moral? El problema de fondo es cómo resolver la relación entre la ética privada y la virtud pública, entre el interés particular y el individual. Camps propone varias emociones que son virtuosas cuando se dan en la justa medida y en el momento oportuno. Entre ellas se encuentran la vergüenza, la indignación, la compasión, el compromiso, el miedo, la confianza, la valentía. Todas ellas pueden fomentar la vida virtuosa y contribuir así a alcanzar el bien común. Aunque la filósofa se muestra algo pesimista en el análisis del contexto actual, la lucidez y la vitalidad de sus propuestas anima al lector a comprender que la vida moral puede recorrer nuevos caminos en los que encontrar su fundamento y su sentido.

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