martes, 23 de julio de 2019

Agustín Domingo Moratalla: Condición humana y ecología integral. Por Francisco Javier Álvarez de los Mozos

Domingo Moratalla, Agustín: Condición humana y ecología integral. Horizontes educativos para una ciudadanía global. PPC, Madrid, 2017. 176 páginas. Comentario realizado por Francisco Javier Álvarez de los Mozos.

Se reúnen en este volumen una serie de trabajos elaborados por el autor con ocasión de un curso de verano de la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo en el año 2015, dedicado al humanismo integral de Jacques Maritain. Se trata de siete artículos motivados por el calificativo “integral” utilizado por Maritain, que fue dejando su traza en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), en el concepto de desarrollo integral de la Populorum Progressio (1967) y resurgiendo en la propuesta de “ecología integral” del papa Francisco, contenida en su encíclica Laudato Si’ (2015). La ecología integral no se ciñe a las cuestiones medioambientales, sino que abarca cuestiones antropológicas, buscando una nueva síntesis humanista. Es precisamente esta integralidad la que puede dar lugar a una nueva ciudadanía global, que convoque a las éticas de la justicia y las del cuidado. 

El primero de los capítulos se adentra en el estudio de las relaciones entre la teoría de la ciencia y la ética hermenéutica, fijándose para ello en la contribución de Gadamer. El autor señala que la ciencia posee un carácter que desea abarcar todo el campo del conocimiento y de la práctica moral o política emprendiendo así un camino que conduce al dogmatismo. Se pregunta cómo se puede favorecer un uso no dogmático, sino crítico, de la ciencia. Esto permitiría reconstruir las relaciones entre ciencia y filosofía, con el fin de buscar la verdad de manera responsable. Gadamer descubre que la fe en la ciencia conduce a una progresiva racionalización y regulación, ocluyendo la posibilidad de un orden social y cultural nuevo. Se precisa un diálogo de la ciencia con las tradiciones religiosas y morales de la sociedad. Abre el camino a la deliberación, ejercicio en el que hay que contar con el otro sin pretender previamente disponer de un saber con validez general. En la deliberación se alcanza finalmente una solidaridad que une a todos los que participan. La ética que se deriva de esta práctica es una ética de la responsabilidad.

El segundo capítulo fija su atención en las dimensiones antropológicas de la encíclica Laudato Si’ y aporta claves al debate sobre el humanismo. Afirma que el papa Francisco critica el antropocentrismo y la tecnocracia, entendida como voluntad de poder. Considera que la encíclica debe ser leída desde una antropología del cuidado y la responsabilidad, que es respuesta al actual habitar negligente y descuidado. Asimismo, señala que la carta no es crítica con la técnica, sino en tanto cuanto es utilizada como control y dominio que enfrenta al ser humano con el mundo. El Papa desea que la casa común no esté al servicio de la lógica de la técnica. La propuesta de ecología integral revisa el antropocentrismo moderno, situándolo en el horizonte ecológico. El resto del capítulo está dedicado a deconstruir el antropocentrismo moderno y posmoderno, ofreciendo para ello diez claves de interpretación.

El siguiente trabajo explora el significado de ciudadanía ecológica, a partir de las aportaciones de Laudato Si’. Considera que lo político y lo económico tienen que ser leídos ahora en clave de ecología integral, que une las preocupaciones por el medioambiente con las cuestiones de justicia social. La encíclica reconoce una crisis de modelo de civilización. Es crítica con una ecología superficial que no cuestiona la actual forma de desarrollo y con una ecología profunda que reduce lo singular personal a dimensiones biológicas o cósmicas. La ecología integral, por su parte, da lugar a una nueva síntesis humanista, que demanda una profunda renovación cultural que afecte a la vida cotidiana con una nueva ética del cuidado, anclada en la lógica del don. Una nueva actitud que se responsabiliza del ámbito público y de la política desde las preocupaciones por lo medioambiental y por la justicia social.

Los capítulos cuatro y cinco tratan dos temáticas diversas. El primero aborda la relación entre el movimiento de los indignados y el desempeño democrático. En él el autor se muestra crítico con el movimiento 15-M por su falta de horizonte y de memoria histórica, habiéndose asentado sobre una interpretación romántica que idealiza la agitación. Para el autor, la sola indignación es insuficiente para construir unas nuevas instituciones que sean justas. Se precisa una indignación que sea motor de cambio, lo cual requiere discernimiento. Cree que los nuevos populismos aún deben elaborar un discurso político coherente. El segundo de los capítulos se introduce en la consideración de los programas educativos vigentes de aprendizaje-servicio, que están destinados a transformar la sociedad, mediante la transformación personal. Esa transformación se pretende a través de la exposición activa —servicio— a otras realidades. El aprendizaje moviliza a toda la persona y no solo sus capacidades cognitivas. La valoración que hace de las posibilidades de este tipo de programas es altamente positiva, cuando se orientan a responsabilizar al estudiante, a formarlo integralmente, a la lógica del don, al compromiso comunitario y a la promoción de la justicia social.

El capítulo sexto reflexiona sobre la necesidad de una educación cívica global que se sitúe lúcidamente ante los problemas nuevos de la sociedad de la información. Considera que el horizonte de esta nueva educación debe ser el de una “ecología integral”, una nueva cosmovisión preocupada por la fragilidad, que denuncia la exclusión, defiende el bien común y protege la vida amenazada. Conduce a un estilo de vida alternativo y a un cambio en los hábitos del corazón. 

En el último capítulo se pregunta cómo la misericordia puede ayudar en la regeneración de una política responsable. Cree que la misericordia puede activar los dinamismos éticos de la vida democrática, tiene capacidad para espolear una necesaria ética de máximos, permite avanzar desde la consideración de la verdad, dignifica la participación sociopolítica y revaloriza la familia como escuela de misericordia. Apela al Papa Francisco para recuperar una sensibilidad misericordiosa en medio de una globalización de la indiferencia.

En definitiva, un libro lleno de reflexiones profundas y orientaciones prácticas y que sitúa la propuesta del Papa Francisco en su encíclica Laudato Si’ como acicate para provocar una verdadera revolución cultural basada en la “ecología integral”.

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