Calduch-Benages, Nuria (coord.): Mujeres de la Biblia. PPC, Madrid, 2019. 125 páginas. Traducción del italiano de Roberto H. Bernet. Comentario realizado por Ianire Angulo Ordorika (Profesora de Sagrada Escritura en la Facultad de Teología de Granada, España).
El origen de la Biblia se encuentra en el recuerdo. Aquello que se transmite de generación en generación y que configura la tradición oral está en la raíz de cada uno de los textos que constituyen la Escritura. Pero no conviene ignorar que nuestra memoria no es aséptica. Recordamos aquello que nos ha afectado, que consideramos relevante y que nos negamos a abandonar con facilidad en el olvido. Si esto nos sucede a nosotros, aún menos neutral es la memoria colectiva, pues la identidad de un grupo humano depende de qué narraciones resultan recurrentes a la hora de explicar su historia compartida. En esta clave, tampoco nosotros podemos olvidar que Israel, consciente de la relevancia de cuanto se recordaba y se transmitía, no omitió a mujeres en sus relatos.
El origen de la Biblia se encuentra en el recuerdo. Aquello que se transmite de generación en generación y que configura la tradición oral está en la raíz de cada uno de los textos que constituyen la Escritura. Pero no conviene ignorar que nuestra memoria no es aséptica. Recordamos aquello que nos ha afectado, que consideramos relevante y que nos negamos a abandonar con facilidad en el olvido. Si esto nos sucede a nosotros, aún menos neutral es la memoria colectiva, pues la identidad de un grupo humano depende de qué narraciones resultan recurrentes a la hora de explicar su historia compartida. En esta clave, tampoco nosotros podemos olvidar que Israel, consciente de la relevancia de cuanto se recordaba y se transmitía, no omitió a mujeres en sus relatos.
Devolver el protagonismo perdido a los personajes femeninos de la Biblia no es una simple “moda” cultural. No solo responde a la necesidad que nuestra sociedad está empezando a reconocer de visibilizar a la mujer en diversos ámbitos, también es el resultado de un movimiento en los estudios bíblicos que comenzó en los inicios del siglo pasado. El libro que tenemos entre manos es una aportación más en este esfuerzo por rescatar del olvido colectivo a unas mujeres que la comunidad creyente reconoció significativas hasta el punto de dedicarles un lugar en la Escritura.
Nuria Calduch-Benages es la responsable de liderar este pequeño pero sustancioso libro que, un año antes de ver la luz en castellano, fue editado originariamente en italiano. Esta biblista presenta la intención de la obra en sus primeras páginas, contando cómo nació el proyecto y describiendo a grandes rasgos el recorrido histórico que se ha seguido a la hora de recuperar a los personajes femeninos de la Biblia.
Por un lado, el ejemplo de dos mujeres anónimas cuya sabiduría se evidencia en el ciclo de David, una en Tecoa (2 Sam 14) y otra de Abel (2 Sam 20), le sirve a Calduch-Benages para ilustrar la aportación para la vida del pueblo de unas actrices que no siempre han sido atendidas. Por otro lado, el modo en que Ben Sira oculta la presencia de mujeres a lo largo del recorrido que hace por la historia de Israel, es un ejemplo gráfico de cómo este silenciamiento determina la autocomprensión de un pueblo.
Tras esta presentación general del libro, diez mujeres biblistas toman las riendas y recuperan para el lector las historias de Sara, Agar, Débora, Ana, Betsabé, Rut, Ester y Judit. En el último capítulo Manlio Simonetti lanza una mirada global hacia el conjunto de estos diez personajes.
Al capítulo en torno a Sara que escribe la coordinadora del libro, le sigue uno consagrado a Agar del que se encarga Obiorah Mary Jerome. De Tamar y su estrategia por tener descendencia de Judá se encarga Marie Besançon. Mercedes L. García Bachmann es la responsable de devolverle a Miriam el protagonismo perdido, así como el reconocimiento de su condición profética. La historia de la juez Débora se entremezcla con la de la astuta Yael de la mano de Debora Tonelli. Ana es abordada por Grazia Papola, que retoma desde la mirada de la madre del profeta los dos primeros capítulos del primer libro de Samuel.
Susan Niditch se encarga de recordarnos que Betsabé no fue solo la mujer que protagoniza el pecado de David, sino que jugó un papel activo en la sucesión del trono tras la muerte del monarca. Las tres mujeres que dan nombre a tres libros bíblicos son presentadas por Irmtraud Fischer, Maria Ko Ha Fong y Mercedes Navarro Puerto. Estas autoras se encargan de que Rut, Ester y Judit tengan el lugar que sus historias se merecen.
Las páginas del capítulo conclusivo no están exentas de una autocrítica que se agradece. Sirva de ejemplo la valoración que hace en la p. 108 de algunas afirmaciones realizadas en el mismo libro sobre Sara y Agar. Simonetti plantea que quizá en los relatos de estas dos mujeres no se ha tenido suficientemente en cuenta la antigüedad de estas tradiciones, de modo que resulta incongruente plantear la hipótesis de que Agar, por ser egipcia, fuera adquirida por Abrahán en su estancia en ese país (p. 25).
Además de esta autocrítica con la que estamos de acuerdo, también apuntamos a que, puesto que la historia de Sara y Agar está en estrecha vinculación, los dos primeros capítulos dan cierta sensación de solapamiento. Quizá hubiera sido conveniente presentar a ambas en relación, como sucede más adelante con la historia de Débora, en la que Yael aparece vinculada con esta juez de Israel.
El estilo ágil y fácil de comprender, así como la ausencia de notas a pie de página, no restan en nada a la calidad del contenido de esta obra, convirtiéndola en una lectura asequible en favor de la divulgación bíblica. Es de agradecer, además, la bibliografía final. En ella se ofrece un elenco de libros en castellano que abordan la cuestión de las mujeres en la Escritura. De este modo, no solo se cumple el objetivo de ser una cata que deja al lector con ganas de más, sino que también se le posibilita el acceso a otras obras que le permitan ahondar en esta temática.
A pesar del rigor académico de las diversas intervenciones, en algunos casos llama la atención ciertas interpretaciones y valoraciones morales que se lanzan sobre los personajes bíblicos, como al plantear que quizá el modo en que Sara respondió a las dificultades no fue el más adecuado (p. 24) o al imaginar que la petición de la matriarca de expulsar a Agar “llenó de estupor a toda la familia” (p. 30).
Es de advertir que una de las oportunidades que este libro nos ofrece es darnos a conocer a estudiosas de la Biblia que realizan su tarea más allá de las fronteras de nuestro país. Y es que, tras los relatos protagonizados por los diez personajes bíblicos, podemos vislumbrar a otras diez mujeres a las que también estas páginas ofrecen la visibilidad que no siempre resulta evidente en el ámbito teológico. Además, es de agradecer que la pluralidad de manos que han constituido esta obra no se evidencie en la variedad de estilos o criterios. Hay cierta homogeneidad en la longitud, el estilo y la forma de presentar a las distintas mujeres bíblicas.
Empezábamos insistiendo en la importancia de la memoria y en cómo Israel no renunció a recordar a mujeres relevantes cuyas huellas se descubren en la Escritura. La pregunta que se nos lanza también a nosotros es si seguiremos recordándolas, si ellas se pueden convertir también para nosotros, personas del siglo XXI, en referentes cuya memoria deseamos y buscamos conservar. Este libro, pequeño en tamaño pero grande en posibilidades pastorales, pretende protegerlas del olvido y convertir sus historias en significativas.
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