viernes, 19 de agosto de 2022

Alfredo Verdoy: La diplomacia de la caridad y de la paz. Por Enrique Berzal de la Rosa

Verdoy, Alfredo: La diplomacia de la caridad y de la paz. Benedicto XV (1914-1922) frente a la “carnicería” de la Gran Guerra. Sal Terrae, Maliaño, 2022. 279 páginas. Comentario realizado por Enrique Berzal de la Rosa.

Benedicto XV sigue siendo el pontífice romano menos conocido del siglo XX, seguramente por la relativa brevedad de su pontificado y porque éste se desarrolló entre dos grandes mandatos como fueron los de Pío X y Pío XI. Si bien es cierto que estudios como los de Launay, Pollard, Melloni, Christophe y, ya en nuestro país, Vicente Cárcel Ortí y Juan E. Schenk Sanchís han contribuido a destacar los aspectos más relevantes de su trayectoria, su desempeño en el transcurso de la Gran Guerra apenas suele ocupar, en los manuales sobre el conflicto, unos cuantos párrafos en los que remarcar aspectos como la famosa Nota de agosto de 1917 y la labor humanitaria a favor de las víctimas. En pleno centenario del fallecimiento de Della Chiesa, antiguo secretario y colaborador en la Nunciatura de Madrid y luego en Roma del célebre e influyente cardenal Rampolla, Alfredo Verdoy nos ofrece una perspectiva singular de la importante obra desplegada por el pontífice durante la Primera Guerra Mundial. 

La diplomacia de la caridad y de la paz. Benedicto XV (1914-1922) frente a la “carnicería” de la Gran Guerra no solo nos ayuda a comprender el verdadero alcance de una tragedia mundial que el mismo Della Chiesa calificó de “masacre inútil” y “horrible carnicería”, sino que rescata todo lo que la Santa Sede llevó a cabo para intentar que las potencias contendientes acordasen el fin de las hostilidades y, sobre todo, para proteger y cuidar a los que más sufrieron sus consecuencias. Es bien sabido que Benedicto XV intentó evitar, y luego acortar, la Primera Guerra Mundial, que su benemérita labor a favor de las poblaciones golpeadas por la contienda fue obstruida y silenciada por las cancillerías y que, al menos en un primer momento, no tuvo el reconocimiento que merecía. 

El eje conductor del libro de Verdoy es, precisamente, lo que él denomina “diplomacia de la caridad y de la paz”, definida como aquel “conjunto de sentimientos, pensamientos, reflexiones, consideraciones y acciones concretas emprendidas por el Papa y sus colaboradores de cara a la consecución de una paz justa y duradera. Una diplomacia nacida del dolor y movida por el fuego de la caridad” que se componía, entre otras manifestaciones, de oraciones, sacrificios, penitencias y, más aún, de obras concretas en apoyo a las víctimas de la guerra. Doctor en Historia Contemporánea, profesor en la Universidad Pontificia Comillas de Madrid y autor de relevantes estudios sobre la historia del catolicismo español en los siglos XIX y XX, Verdoy no oculta su afinidad con el espíritu que animó a Benedicto XV, posicionamiento que algunos calificaran de apologético toda vez que el objetivo último del autor es demostrar, a menudo sin ahorrar elogios, lo que el pontífice hizo “por conjurar la guerra, aliviar sus terribles e inhumanos dolores y, más adelante, asegurar en el futuro más inmediato una paz cristiana, justa, duradera y nada partidista”. 

El libro se estructura en dos grandes apartados. El primero, necesario para contextualizar la labor de Della Chiesa, describe con precisión las causas de la contienda en todas sus vertientes y no solo desde el punto de vista propiamente político o de las relaciones internacionales, pues, apoyado en un copioso y sólido trabajo de documentación bibliográfica, el autor recrea el clima de inflación nacionalista y de pulsión irracional hacia la guerra que inundó a buena parte de la sociedad europea. Acto seguido remarca el perfil imparcial, pero proactivo, de Benedicto XV en los primeros meses de la contienda, así como sus llamamientos para tratar de frenar las hostilidades. Estos últimos, siguiendo una argumentación muy propia del catolicismo de la época, incidían en que el alejamiento de la sociedad y de sus gobernantes respecto de los mandatos de la Iglesia constituía una de las causas principales de la tragedia. 

Verdoy destaca el trasfondo religioso de la contienda a través del uso que de la religión hicieron todos y cada uno de los bandos contendientes, aspecto novedoso que a buen seguro despertará opiniones encontradas entre los historiadores, no en vano también asevera que el conflicto impulsó una revitalización de lo religioso que se expresaría, fundamentalmente, en manifestaciones como las frecuentes jornadas de oración por la paz, los rezos del rosario, las nuevas advocaciones a la Virgen, las masivas comuniones infantiles, las frecuentes celebraciones eucarísticas o la construcción de nuevos santuarios e iglesias. 

La segunda parte, centrada en la diplomacia de la caridad y de la paz, despliega con todo detalle la ingente obra diplomática y humanitaria de Benedicto XV en aras de lograr un acuerdo de paz entre los contendientes y, al mismo tiempo, alentar la entrega de la Iglesia católica, con radical independencia, a los perdedores y vencidos en el conflicto: soldados muertos y enterrados en los distintos frentes de batalla, combatientes presos, viudas, huérfanos, padres y madres de soldados caídos en los frentes de batalla, etc. Una labor tan encomiable que procuró alivio a familias que ignoraban el lugar de enterramiento de sus hijos, consiguió que casi 100.000 soldados presos fueran intercambiados o liberados y pudieran volver a sus lugares de origen, logró auxilio para miles de huérfanos y permitió el contacto, a través de millones de cartas, entre padres e hijos, esposas y esposos, novias y novios. 

Los esfuerzos diplomáticos de Benedicto XV para conseguir el fin de la guerra y afianzar una paz justa y duradera, señala Verdoy, los llevó a cabo en soledad y en contra de los intereses de aquellos países que iban venciendo. No falta en el libro, por supuesto, un análisis detallado de la famosa Nota del 1 de agosto de 1917, rechazada en un principio por todos los contendientes -incluso por destacados representantes del alto clero- pero que luego guiaría las políticas de paz de Estados Unidos. Todo lo expuesto, que tiene como base documental preeminente lo publicado en la sección “Cronaca Contemporanea” de la revista La Civiltá Cattolica, le lleva a Verdoy a concluir que esa diplomacia de la paz y de la caridad, aunque incomprendida y ninguneada en un primer momento, sentó las bases de una cultura religiosa centrada en la defensa de la paz y consiguió, a medio plazo, mejorar la presencia pública e incrementar la autoridad moral de una Iglesia católica que, a partir de entonces, se mostraría más inculturada en sus misiones externas. El libro, en suma, supone una aportación muy útil a la ingente literatura existente sobre la Primera Guerra Mundial, al tiempo que abre nuevas vías de investigación e interpretación acerca del papel ejercido por la Iglesia católica durante el conflicto y sobre el influjo de la religión a lo largo del mismo. 


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