miércoles, 10 de agosto de 2022

Lucía Lijtmaer: Cauterio. Por Fátima Uríbarri

Lijtmaer, Lucía: Cauterio. Anagrama, Barcelona, 2022. 212 páginas. Comentario realizado por Fátima Uríbarri (Periodista. Correo electrónico: fauribarri@gmail.com).

Abandono y resistencia

Una británica del siglo XVII que huyó al Nuevo Mundo y una joven de Barcelona del siglo XXI protagonizan Cauterio, la última novela de Lucía Lijtmaer. La historia de estas dos mujeres se relata en breves capítulos que se alternan. En principio no se aprecia conexión entre ambas, pero la autora de Cauterio las ha elegido con esa intención. 

La mujer británica es un personaje real. Lucía Lijtmaer se ha inspirado en Deborah Moody, una mujer muy interesante. Nació en Inglaterra en 1586 en una familia de buena posición: su abuelo fue auditor de la Casa Real de la Moneda. 

Ascendió en su condición social al casarse con Henry Moody, miembro del Parlamento de Malmesbury. Por eso Deborah se convirtió en Lady Moody. Carecemos de detalles sobre la felicidad del matrimonio. Lucía Lijtmaer novela esa parcela de la vida de Deborah e imagina una relación algo distante, con el marido interesado tan solo en sus negocios, su prestigio y conseguir un heredero.

Sí sabemos que Deborah Moody enviudó a los 43 años. Y que era una mujer con inquietudes intelectuales y espirituales y con mucha personalidad. Henry le había dejado un buen dinero, así que Deborah dedicó su tiempo a su espiritualidad y encontró afinidades con los anabaptistas. 

Por eso se tuvo que marchar: no corrían buenos tiempos para los anabaptistas en la Inglaterra del siglo XVII. Deborah es una de las primeras europeas que se embarcó hacia América. Lucía Lijtmaer imagina su vida allí. Con los pocos detalles que sabemos de las peripecias de esta mujer teje una semblanza bastante completa. 

Fue Deborah Moody una señora muy hábil en los negocios. Compró terrenos, se manejó bien en el comercio. Vivió primero en Saugus, Massachusetts, y de nuevo allí se topó con ortodoxias que la obligaron a marcharse otra vez, en esta ocasión a Salem, pero no es esta una novela sobre sus trágicas ejecuciones de brujas. 

Ha reconocido Lijtmaer que los primeros años de los colonos de Estados Unidos le han interesado siempre. En los capítulos dedicados a Deborah describe a una mujer independiente, con ansias de libertad, que afronta con singular valentía el férreo control puritano que imperaba en aquellas tierras tomadas por los europeos rodeadas de peligros inminentes, entre otros el ataque de las tribus indias vecinas. 

La otra protagonista de Cauterio es una treintañera que vive en Barcelona y deambula por sus calles deprimida e indignada porque le ha abandonado su novio. Lo de las calles tiene intención, dan nombre a los capítulos dedicados a la chica de Barcelona. Ha comentado la autora de Cauterio que es una conexión entre ambas mujeres, porque Deborah Moody se instaló en una zona de la costa controlada por los holandeses, en Nueva Ámsterdam. Allí llegó Deborah y estableció la primera colonia europea en América del Norte fundada por una mujer. También organizó una ciudad, trazó sus calles y la llamó Gravesend. Aquello existe, forma parte de Brooklyn y hay allí una placa que recuerda a Deborah Moody. 

Una de las mujeres de Cauterio trazó calles; la otra, cuatro siglos después y en un territorio completamente diferente, deambula por las de Barcelona derramando angustia. Es una conexión simbólica, quizás endeble. “Tienen en común el tránsito por la ciudad. La deslocalización: las dos huyen y les une la idea de traición. Son dos voces femeninas distintas entre sí, pero que funcionan como complementarias. Se espejan todo el rato”, ha explicado Lucía Lijtmaer. 

Pero en Cauterio el nexo de unión entre las protagonistas más contundente es el dolor. Para paliarlo, la chica del siglo XXI se ayuda con fármacos. “Caigo en el agujero negro del sueño químico”, dice. O “puedo sentir cómo el cerebro adquiere la consistencia de una esponja marina y se llena de huecos, tan necesarios”. Lucía Lijtmaer transmite bien la desesperación de esta chica con un ramalazo de locura. Está desquiciada, ella misma lo reconoce. Ha explicado la autora de Cauterio que le atrae “el tema de la mujer loca en el arte, la que se escapa a la norma”. 

La chica de Barcelona tiene arrebatos de extravagante enajenación, pero al relatar su ruptura amorosa Lucia Lijtmaer se vale de un tranquilo y detallado realismo. Describe los vaivenes y desacuerdos que cavan un foso cada vez más profundo que se interpone entre la pareja. Explica cómo cualquier gesto cotidiano puede convertirse en una pelea de tres días. Cómo “cuando me pillas en falta me deslomo”. Cómo la chica cae en una depresión paralizante y fustigadora: “Cada vez paso más tiempo en el sofá, como un objeto más, y entro y salgo de mí misma para aborrecerme”. Y cómo, finalmente, cuando la relación se termina, a ella la adrenalina le “chorrea por las extremidades”. Lo mejor de Cauterio es el relato de la desesperación de esta mujer. 

Hay otra mujer en Cauterio. También es un personaje real. Se trata de Anne Hutchinson, una teóloga británica que vivió a caballo de los siglos XVI y XVII y que también emigró al Nuevo Mundo. No existe evidencia de que se relacionara con Deborah Moody, pero Lucía Lijtmaer las hace amigas. Coinciden, por supuesto, en sus ideas chocantes con el encorsetamiento puritano de la época. 

Pero lo que las enlaza es la sensación de abandono. Lo ha explicado Lucía Lijtmaer en las entrevistas que concedió tras la publicación de Cauterio: “Me gustaba la idea de por qué el amor es tan importante para las mujeres. Por qué ser amada convencionalmente es tan vital en el desarrollo de nuestra vida. ¿Qué nos pasa cuando no funciona? Que llega la desolación y la sensación de que es insuperable. Quería ponerlas en esa misma posición para que construyeran su vida desde ahí, a ver qué les pasaba”. 

La chica de Barcelona explica lo que le pasa a ella y es desolador: “Cuando cierro los ojos siento el latido de mis sienes y he dejado de ducharme, mi boca tiene la textura de la arena de los Monegros en un mediodía de agosto. Veo agua marrón ahogándonos a todos”. Se ha derrumbado. 

La crítica ha alabado Cauterio y ha visto determinadas profundidades, reflexiones, deducciones y magnitudes. Han ensalzado también el próspero avance profesional de esta escritora nacida en Argentina y criada en Barcelona, autora de libros como Casi nada que ponerte y Yo también soy una chica lista, entre otros, y codirectora del podcast Deforme Semanal Ideal Todal, ganador de un Premio Ondas. 

La lectura es un acto íntimo con infinitas interpretaciones e impregnaciones. Desde mi lectura, Cauterio es una novela sobre la resiliencia porque dos mujeres derrotadas luchan y salen a flote. También es una historia sobre la soledad, el abandono y los latigazos y heridas del desamor. 

Sobresale Lucia Lijtmaer en la eficacia narrativa: su estilo es suelto, fresco y vigoroso, y las dos historias embeben al lector. Pero no percibo esa especie de mística latente que otros tanto alaban ni me deslumbra el giro final donde se desenreda el enigma anunciado al principio de una manera exagerada y forzada.


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