lunes, 6 de febrero de 2023

José M.ª Guibert: Liderazgo basado en la amistad. Por Julio L. Martínez

Guibert Ucín, José M.ª: Liderazgo basado en la amistad. Cincuenta recomendaciones ignacianas. Sal Terrae, Santander, 2021. 184 páginas. Comentario realizado por Julio L. Martínez.

Redacto esta recensión cuando la Iglesia pone en marcha todo un enorme proceso sinodal para orientar decididamente cultura y estructuras eclesiales hacia la corresponsabilidad y la participación a fin de responder a la misión. Muchas evidencias apuntan a la necesidad de nuevos estilos de liderazgos colaborativos, ya no verticales y clericales, así como de nuevas formas de ejercer la autoridad como servicio en la libertad, que no eliminen el principio jerárquico, consustancial a la vida del Pueblo de Dios. Pues bien, este libro hace un aporte valioso a favor de un liderazgo cooperativo y servicial; y lo ofrece desde las Constituciones de la Compañía de Jesús como expresión del “alma de la organización jesuítica” (p. 17) y “manual básico de la vida en común de los jesuitas” (p. 13). 

Se pregunta Guibert si tiene la Compañía algo que enseñar en materia de liderazgo y si hay algo en el estilo corporativo jesuítico que sea útil a otras organizaciones. Cree que sí, pues, sin ser perfecta, atesora buenas prácticas de liderazgo internas, sostenidas a lo largo de casi cinco siglos, que hoy siguen arrojando luz a la gestión humana y organizacional, tanto para las entidades confesionales afines como para otras organizaciones. Para mí es un acierto no haber mutilado la expresión religiosa del texto-base transformándolo en una suerte de manual aconfesional. La convicción es que la sabiduría práctica de las Constituciones, aun rezumando espiritualidad cristiana por todos los poros, puede servir a otras cosmovisiones, sean de matriz religiosa o no (ver pp. 37, 103-104 o 162). 

El ejercicio que acomete es el de entresacar las citas más relevantes que en las Constituciones sirven para el liderazgo, la gestión y el gobierno de equipos humanos y organizaciones, y adaptarlas para los contextos multiculturales y multirreligiosos de nuestro complejo y perplejo mundo. Se trata de un ejercicio de hermenéutica básica para ver cómo un texto de hace casi medio milenio “habla” a problemas actuales, en fidelidad al texto diseccionado y con abundante reflexión interpretativa sobre la base de una nutrida experiencia. 

Guibert recuerda que entre las acciones que Ignacio pide a los jesuitas enviados en misión aparece la de escribir libros útiles (p. 116), y él quiere seguir la recomendación de su paisano de Azpeitia. Al autor se le nota a la legua que es ingeniero y se aplica con rigor metodológico a escribir un libro práctico y experiencial, en varios sentidos: en primer término, porque está concebido para ser aplicado en la experiencia de relación, dirección u organización de grupos e instituciones. En segundo lugar, porque las Constituciones son un texto enraizado en la experiencia de Ignacio de Loyola y los primeros compañeros para canalizar y ordenar la exuberante energía y actividad que a partir de 1540 los jesuitas empezaron a desarrollar. Y, en tercer término, por beber de las fuentes de la experiencia concreta del autor en sus cargos de gobierno, sobre todo los ocho años que lleva al frente de una obra tan importante y compleja como la Universidad de Deusto. Me parece muy edificante que haya vuelto a las Constituciones para ver desde ellas su experiencia de gobierno y compartirla. La primera vez que accedió a ellas fue en el noviciado de Valladolid al que el autor y un servidor entramos el mismo día. Ahora es el rector Guibert quien ejerce de sabio guía para dar a conocer el alma de la organización jesuítica a través de “cincuenta recomendaciones ignacianas”. 

¿A qué se dedican los capítulos? El primero penetra en la “misión y la visión”; el segundo se centra en el valor de las personas en la organización; el tercero presenta y analiza los valores fundamentales de la cultura jesuítica; analizando valores prosigue el cuarto capítulo ya enfocado a lo que llama “valores relacionales”, a saber, aquellos que suponen relación interpersonal y generan procesos compartidos; en el quinto, bajo el título de “liderazgo interno”, afronta la nuclear cuestión de los rasgos de la persona del líder, sus características espirituales, humanas, psicológicas, éticas o de talante que le van a posibilitar discernir y tomar decisiones para favorecer la misión según la visión. Precisamente sobre la materia capital de la toma de decisiones y del discernimiento requerido a tal efecto trata el sexto capítulo; ahí se encuentra uno de los grandes tesoros de la experiencia de Ignacio de Loyola, que se va acrisolando en Loyola y Manresa, en el periodo de sufrida búsqueda interior y conversión hace ya 500 años. Esa experiencia la compartió con otros en los Ejercicios Espirituales, y de un discernimiento en común de varios meses nació la Compañía y, en consecuencia, también las Constituciones (sobre discernimiento común el libro ofrece un anexo en las páginas 119 a 147). Los capítulos séptimo y octavo tratan, respectivamente, sobre las finanzas corporativas o “elementos de la cultura jesuítica en relación a los bienes materiales” y sobre las “relaciones públicas”, toda vez que las organizaciones existen como medios para el mayor servicio a la sociedad y no para convertirse ellas mismas en fines en sí. 

En el epílogo explica porqué el título conecta liderazgo y amistad. Tras evocar un viaje a China en el que quiso y no pudo visitar la tumba del misionero jesuita italiano Mateo Ricci, nos remite a su libro Sobre la amistad: cien máximas para un príncipe chino. Ricci dijo a “sus colegas chinos que había viajado ocho mil kilómetros para ofrecer amistad… La amistad no es un valor particular o único de Ricci como individuo. Es un concepto que recoge lo mejor de la tradición de la Compañía y es parte de cómo se entiende a sí misma” (p. 172). En ese sentido la orden jesuítica y sus Constituciones pueden ser legítimamente comprendidas como expresión de un feliz empeño por “institucionalizar una amistad y un trabajo compartidos” (p. 55). Ahí está el quid que permite entender por qué se relaciona tan directa y expresamente liderazgo con amistad. El lector podrá juzgar si hay razones suficientes para establecer tal relación. Yo sí les aseguro que quien decida leer este libro, al modo ignaciano, sin duda sacará “provecho”. 


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