lunes, 20 de noviembre de 2023

Juan Sergio Nadal Cañellas: Jerónimo Nadal. Por Carlos Coupeau

Nadal Cañellas, Juan Sergio: Jerónimo Nadal. Vida e influjo. Mensajero - Sal Terrae, Bilbao - Santander, 2007. 250 páginas. Comentario realizado por Carlos Coupeau. 

Juan Sergio Nadal Cañellas, SJ. (1934) es mallorquín, profesor emérito del Pontificio Istituto Orientale (Roma), colaborador en la Sociedad Arqueológica Lulliana y autor de varios libros sobre filología griega e historia bizantina y medieval. Escribió en mallorquín este libro (Palma, 2002) como homenaje a la trascendencia universal de otro mallorquín, Jerónimo Nadal (1507-1580, Roma). En efecto, jesuita casi desde la primera hora, Jerónimo Nadal ocupa un lugar propio en la historia de la constitución y expansión de la espiritualidad ignaciana. Así lo reconocen el prefacio y la introducción: aquél, destacando la relevancia de Nadal para la familia ignaciana; ésta, ocupándose del influjo que Nadal ejerció sobre la cultura europea gracias a la Compañía de Jesús. 

Para presentar esta traducción distinguiré tres partes en ella, ya que el índice del libro no refiere a capítulos, sino a una introducción seguida de veintidós epígrafes. Los diecisiete primeros epígrafes contienen el material biográfico sobre Nadal y son desiguales en extensión. Sin solución de continuidad, las últimas treinta páginas de texto contienen un comentario a las Evangelicae historiae imagines–autorizadas por Nadal, pero impresas póstumamente– y el influjo de éstas en la historia del arte universal. Consecuente con estos contenidos, el índice añade sendas bibliografías acerca de los Estudios Biográficos y Generales sobre Nadal y acerca de la «Biblia Natalis», que es otro modo de referirse a las imagines

Biografía. El libro comienza ofreciendo el contexto geográfico, familiar e histórico del mallorquín. Estas páginas explican el tipo de formación recibida por Nadal e intentan justificar la «ansiedad, turbación y amargura» que, habiendo sido ya ordenado sacerdote y obtenido el doctorado en Teología, experimentó luego de su regreso a Mallorca y antes de ingresar en la Compañía en Roma. 

Ya jesuita, los superiores confiaron a Nadal misiones vitales para la Compañía, que él cumplió con obediencia ejemplar. El libro está organizado según los nombramientos para las más importantes de estas misiones. Nadal fue elegido por Ignacio como «ministro» de la casa profesa de Roma, Superior de los jesuitas en Sicilia, Comisario de Ignacio para la península ibérica y Centroeuropa, Vicario General en varias ocasiones, y Rector del Collegio Romano. Calificado como «el hombre que mejor había comprendido el espíritu de las Constituciones de la Compañía», Nadal defendió el carisma ignaciano auténtico ante cuatro papas y obtuvo la confirmación de aspectos del carisma que las curias pontificias cuestionaban. También defendió el Instituto de la Compañía ante el cardenal de Toledo Martínez Guijarro («Silíceo»), Felipe II o Melchor Cano. No sólo ante extraños; sus oficios también le llevaron a visitar a casi la totalidad de sus hermanos jesuitas (sólo entre 1566 y 1568 visitó más de 43 colegios), donde también explicó en qué consistía ser jesuita. Para estas comunidades diseñó numerosas reglas y prácticas que garantizasen que las nuevas vocaciones alcanzarían aquel ideal. 

El libro trata con más profundidad relaciones como la existente entre Nadal y la Ratio studiorum, la misión jesuita al Patriarcado de Etiopia o la política de admisión a la Compañía con los «cristianos nuevos» (descendientes de judíos conversos). De la relación de subordinación incondicional a Ignacio nos informa el hecho de que Nadal obtuviese de él una narración sobre cómo Dios le había conducido a fundar la Compañía; a Nadal debemos no sólo el relato conocido como Autobiografía de Ignacio, sino el valor paradigmático que la Compañía dio bien pronto a la vida del fundador. El libro también nos informa acerca de la amistad que Nadal mantuvo con el Cardenal Pou, también mallorquín, o con el Virrey de Sicilia, Juan de Vega. Estas y otras relaciones contrastan con la descripción de tensiones que caracterizaron su relación con jesuitas de la primera hora (Bobadilla, Rodrigues o Araoz). Nadal desconfió de ellos, y sus comentarios están en los orígenes de una cierta leyenda negra sobre los mismos. Nadal también desconfió del conocimiento que Borja tenía de la espiritualidad y el modo de proceder de la Compañía. 

El libro presenta y ensalza a Nadal como jesuita obediente, espiritual, virtuoso, humilde, fiel a Ignacio y a lo que él entendió ser la idea de Compañía que éste tenía. Destaca el extraordinario tacto y prudencia diplomática con que gestionaba los conflictos, su carácter generoso y abnegado... y un cierto sentido del humor. Sugiere que Nadal infundió un esprit de corps en las dos primeras generaciones de jesuitas, a las que enseñó como nadie lo que significaba ser jesuita. Eminentemente, sus pláticas sobre las Constituciones contribuyeron a este fin (un «hito» en la historia de la espiritualidad de la Compañía: p. 161). No se detiene, sin embargo, a considerar «ángulos ciegos», que Nadal también tenía y sobre los que el lector se preguntará a medida que compruebe que la mayoría de las fuentes primarias son nadalianas. Nadal acuñó la identidad jesuita, afirma el autor: «Difícilmente se puede sintetizar la labor de Jerónimo Nadal como creador de la imagen del jesuita perfecto, tal como ha estado presente en la historia de estos últimos quinientos años... En este punto, nadie en la Compañía hizo más que él» (p. 203). 

Las imágenes. Después de tratar la muerte de Nadal, las páginas finales resumen la historia de la concepción, composición e influjo de que gozaron 153 planchas grabadas usadas por Nadal para ilustrar su libro de meditaciones. Obra de los hermanos Wierix, estas planchas ejemplifican el clímax del grabado artístico en los Países Bajos. Han sido llamadas «Apoteosis final» de la tradición figurativa que hizo su objeto de las meditaciones sobre el Jesús de los evangelios. Estas páginas nos informan que las imágenes sirvieron a una finalidad ascética (auxilia para la contemplación de los jesuitas en formación), pero adquirieron un valor propagandístico. El realismo que distingue estas representaciones fue documentado por Nadal y sirvió para transmitir la doctrina tridentina y reformadora («compendio del dogma y piedad católicos»). Además de varias ediciones en Amberes, las imágenes de Nadal fueron imitadas en Italia y España. También inspiraron a grabadores, teóricos de la pintura y pintores como Rembrandt, Zurbarán o Ribalta en Europa. Finalmente, fueron replicadas en planchas de madera o en lienzos por artistas de ultramar (Pekín, Cuzco, Ayacucho, Guanajuato, etc.).

En la bibliografía biográfica destaca la obra de M. Nicolau, gran estudioso de Nadal. En cuanto a las imágenes, el libro remite de modo sumario a numerosas ediciones contemporáneas. El lector podrá complementar la bibliografía final con títulos listados en la «Bibliografía Ignaciana» publicada por la revista Manresa anualmente (y especialmente en el n. 77 [2005] 187). Entre estos, merecen una mención especial las Annotations and Meditations on the Gospels: The Infancy Narratives (St. Joseph’s University Press, Philadelphia 2003-2007), que incluye una excelente reproducción en formato PDF de los 153 grabados nadalianos. 

Si el propósito del autor ha sido proyectar la figura del jesuita mallorquín sobre un fondo universal, para lograrlo ha reunido con acierto evidencia documental que se encontraba dispersa en la colección Monumenta Historica Societatis Iesu, y fundamentalmente en cinco volúmenes que esta colección dedica a Nadal. Si comparamos con otras narraciones biográficas (M. Nicolau [1949]; W. Bangert – T. McCoog [1992]), las 70 páginas primeras son las más originales: utilizan documentos notariales ignorados hasta ahora. Proceden del archivo Municipal d’Artà y del Archivo del Regne de Mallorca. Sobre los datos que ofrecen, el autor llega a corregir con mérito los datos de Monumenta, afirmando, por ejemplo, que Nadal no conoció a Ignacio sino en París (pp. 30-31), o cuestionando la información que su secretario nos transmitió (pp. 38-39). Por encima de estos y otros detalles, el gran mérito de esta edición es proporcionar al público ignaciano castellano-hablante la primera biografía de Jerónimo Nadal en el V Centenario de su nacimiento. 


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