Leach, Javier: Matemáticas y religión. Nuestros lenguajes del signo y el símbolo. UPCo / Sal Terrae, Madrid / Santander, 2011. 208 páginas. Comentario realizado por Agustín Udías Vallina.
Las relaciones entre ciencia y religión se han convertido en los últimos años en un campo fecundo de reflexión. Con una abundante producción en el mundo anglosajón desde los años 1970, el interés por estos temas ha llegado con algo de retraso también a España. Además de las traducciones de los autores más importantes, sobre todo de Estados Unidos e Inglaterra, existe también una buena producción de autores españoles. El libro de Javier Leach constituye una novedad, al tratar el tema de la relación entre matemáticas y religión, tema, creo yo, no tratado por nadie anteriormente. Esto explica que se haya publicado también en lengua inglesa (Mathematics and Religion, Templeton Press, 2010). Mientras ciencias como la física y la biología tocan temas relacionados con la religión como el origen del universo o la evolución del hombre, las matemáticas parecen no tener ningún punto de contacto con ella. ¿En qué se puede relacionar una ciencia puramente formal con la religión? Leach encuentra la conexión en el análisis del lenguaje empleado tanto en las matemáticas como en la religión. Desde este punto de vista, analiza el lenguaje en la lógica, las matemáticas, las ciencias experimentales, la metafísica y la religión, para encontrar puntos de contacto. En los tres primeros, el autor encuentra el uso de los signos, mientras que los dos últimos usan símbolos. Las diferencias y similitudes entre signos y símbolos se convierten en el hilo conductor del libro, como ya deja ver el subtítulo. En primer lugar, Leach muestra claramente la diferencia entre los signos puramente formales de la lógica formal y las matemáticas y los empleados en las ciencias, que tienen una relación con los observables y su manipulación experimental. La búsqueda de un lenguaje público e inequívoco en las ciencias les lleva, en especial en la física, a utilizar como lenguaje las matemáticas. En las ciencias experimentales, la relación de los signos con los observables los ponen en una categoría aparte respecto de los utilizados en la lógica formal y las matemáticas. De esta forma, reduce los tipos de lenguaje a tres: lógica-matemáticas, ciencias experimentales, metafísica-religión. Los dos primeros usan signos, que en el segundo se relacionan con observables, y en el tercero con símbolos.
En los capítulos 3 a 6, Leach presenta una breve historia de las matemáticas enfocada desde el punto de vista de su creciente formalización, que nos introduce en el problema de las diversas escuelas de la interpretación de las matemáticas, de los metalenguajes y los problemas de la incompleción y la indecibilidad de los sistemas formales. El reconocimiento de las matemáticas de sus propias limitaciones, que se extiende también a las ciencias experimentales, según Leach, les abre al diálogo con la metafísica y la religión. Para ello, la teología, que es la formalización del conocimiento religioso, debe ser tan compatible como le sea posible con los lenguajes formales de la lógica, las matemáticas y las ciencias empíricas. El recorrido de la historia de las diversas maneras por las que han ido avanzando los formalismos matemáticos se completa con el capítulo 7, dedicado a la lógica proposicional y la lógica de predicados de primer orden y su relación con los lenguajes naturales y, finalmente, con el lenguaje simbólico de la metafísica y la religión. Al llegar este momento, el lector puede empezar a perderse un poco. Para evitarlo, el autor nos pone un ejemplo del análisis del contenido de significados de unas proposiciones concretas en una discusión de un grupo de amigos formado por un lógico, una matemática, un científico, una metafísica y una teóloga. Cada uno de ellos se aproxima desde su propia perspectiva al significado de las proposiciones. Los dos primeros las ven desde el aspecto puramente formal; el científico, en su relación con las cosas; y los dos últimos, la metafísica y la teóloga, como con un contenido simbólico que puede ser interpretado de diversas maneras. Concluye la discusión con la aceptación de la presencia en las proposiciones de significado formal, empírico y metafísico. El significado formal es admitido como válido por todos los que aceptan las reglas del formalismo, y el empírico con su relación a la experiencia. Los dos últimos aspectos, metafísico y religioso, dan un salto a la consideración del valor simbólico de las proposiciones, en cuanto se refieren, como precisa el autor, a un «lado de la realidad que es incognoscible e inescrutable, un fondo misterioso». Esta apertura simbólica a ese fondo misterioso puede ser interpretada de diversas maneras, dependiendo de la tradición de cada uno.
En el último capítulo, Leach trata de analizar cómo se relacionan las perspectivas formales de la lógica, las matemáticas y las ciencias empíricas con las de la metafísica y la religión. Una posibilidad la encuentra en la llamada «teoría de sistemas». Declara que las matemáticas y las ciencias son sistemas abiertos, por lo que permiten la posibilidad de que se pueda reflexionar sobre los problemas metafísicos. Este capítulo, para mi gusto, está poco desarrollado y, aunque toca el tema de la necesidad de la influencia de la ciencia moderna en la reflexión teológica, no aclara cómo influirían en ella los desarrollos de la lógica formal y las matemáticas. Los diez apéndices sobre aspectos de la lógica formal pueden ser de interés para algunos lectores interesados en conocer un poco estas materias, pero añaden poco a lo ya expuesto a lo largo del libro sobre los cinco lenguajes y su relación entre ellos.
En este libro, Javier Leach abre una serie de perspectivas al problema de los lenguajes propios de las ciencias, la filosofía y la religión desde la consideración de su estructura formal, comparándolos con la estructura de la lógica formal y las matemáticas. Este es un tema amplísimo, y en este breve libro solo es posible introducir los problemas, lo que queda hecho con habilidad. Creo que un punto que no queda suficientemente claro, a lo largo del libro, es el de la relación entre el lenguaje metafísico y el religioso. En algunos momentos parece como si ambos se identificaran, y se habla del lenguaje o los símbolos metafísicos o religiosos. Cabe preguntarse: ¿son los símbolos metafísicos y los religiosos equivalentes? Solo en una ocasión se habla de la fe que se expresa por símbolos teológicos y se refiere a actitudes personales en las que entra la confianza. Me parece que no se menciona suficientemente el aspecto de la fe como respuesta del hombre a la acción de Dios en él, que se experimenta como don y tiene connotaciones para la vida. En este aspecto se diferencia de la metafísica, que es una vía de reflexión racional que la sitúa solo en los prolegómenos de la fe. Esto, que seguramente está muy claro para el autor, no ha sido reflejado suficientemente. El autor ha abierto un camino para la reflexión que esperamos continúe, ampliando los temas que han quedado aquí solo apuntados.
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