miércoles, 30 de julio de 2025

James Martin: Tiene gracia... Por Víctor Martínez Sáez

Martin, James: Tiene gracia... La alegría, el humor y la risa en la vida espiritual. Sal Terrae, Santander, 2012. 296 páginas. Comentario realizado por Víctor Martínez Sáez.

Cuando un amigo mío me regaló este libro y vi en la portada la linda carita de una niña riendo a más no poder, ¡pero cabeza abajo!, pensé que sería otra más de sus bromas, que habría que echarle un vistazo, pero nada más. Pronto descubrí que estaba muy equivocado, que se trata de un libro muy serio sobre parcelas de nuestra vida muy importantes y, además, escrito con mucha gracia por el escritor y editor de la revista America, el jesuita James Martin.

Estructurado en nueve capítulos, el lector tiene en sus manos una alegre y amena conversación con muchas digresiones, vueltas y revueltas sobre la alegría, el humor y la risa que el autor considera están en el corazón de la vida del creyente. 

Sin ser un tratado sobre estos temas, se aclara desde el principio qué son la alegría –una clase de felicidad–, el humor –una emoción– y la risa –un acto de expresión natural de la alegría. A partir de ahí, el autor se adentra en terreno poco conocido para el lector: qué son y qué papel desempeñan la alegría, el humor y la risa en nuestra fe, en sus máximos protagonistas, en nuestra Iglesia y en la Biblia. 

Desde el punto de vista religioso, la alegría sigue siendo felicidad, pero felicidad en Dios. Por eso la alegría puede existir en medio del sufrimiento, porque la confianza en Dios y en Jesucristo es la razón de la alegría y su fuente permanente. Numerosas citas de santos muy conocidos jalonan las páginas mostrando cómo este punto de vista ha ido evolucionando a lo largo de los siglos, habiéndose llegado incluso a negar que la alegría sea algo a conseguir, pues tendría que ser más bien algo a erradicar. 

El autor nos hace ver que en el Antiguo Testamento se encuentran la alegría, el humor y la risa, con ejemplos concretos como el libro de Jonás –en el que deliberadamente se emplean la ironía, la sátira y la comedia para transmitir ideas importantes– o los Salmos –repletos de expresiones de alegría en respuesta a la bondad de Dios. 

Afirma taxativamente que Jesús fue una persona alegre y se apoya en los evangelios, tanto en pasajes en los que se nota que la gente –los niños– se encuentra a gusto con él, como en varias parábolas que, leídas con la mentalidad de la época y puestas en contexto, son graciosas por su exageración o hipérbole, cómicas o ridículas en sus incongruencias, y hasta se adivina a veces cierto tonillo burlón en Jesús. 

El libro está escrito con tanto humor, tan plagado de chistes y de algunas provocaciones humorísticas (como cuando analiza cuáles son las serias razones para tener buen humor), que la fruición al leerlo hace que el tiempo se te pase y ni te des cuenta. 

Hay un capítulo, el séptimo, que es todo un repertorio de «buenas prácticas» para superar los desafíos que nos plantea vivir una vida feliz. 

Cual si de una gran sinfonía orquestal se tratara, termina el libro con un precioso «final» en el que intervienen todos los instrumentos, poniendo en relación la oración, la alegría, el humor, la risa y la gratitud. Por si fuera poco, nos da una propina: siete reglas para encontrar alegría cuando uno está triste o, simplemente, poco alegre.


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