lunes, 17 de febrero de 2025

José Eizaguirre: Una vida sobra, honrada y religiosa. Por Manuel Plaza Cuesta

Eizaguirre, José: Una vida sobria, honrada y religiosa. Propuesta para vivir en comunidad. Narcea, Madrid, 2010. 164 páginas. Comentario realizado por Manuel Plaza Cuesta.

A medida que uno va leyendo este libro, tiene la sensación de libertad, frescura y vida. Un modo nuevo de presentar el seguimiento de Jesús en comunidad. Realmente, una buena aportación hoy a la vida creyente de muchas personas. Un pequeño libro, pero con grandes horizontes y sugerencias llenas de vida, solidaridad y justicia. 

En estos tiempos de búsqueda, «de hacernos preguntas, más que de descansar en respuestas», como dice el autor, este libro se dirige indistintamente a personas «consagradas» y «no consagradas», a quienes viven su vocación cristiana como miembros de un instituto religioso y a quienes no encuentran en estos la respuesta a sus inquietudes y siguen buscando un lugar en el mundo y en la Iglesia que responda a sus anhelos y aspiraciones. 

«Y para exponer un sueño que llevo dentro desde hace muchos años –dice José Eizaguirre– y que poco a poco he ido formulando. Se trata de una “propuesta de vida” que he querido resumir con estas tres palabras de san Pablo: sobria, honrada y religiosa». 

Presenta una propuesta de «vida consagrada» en comunidad. Lo escribe con minúsculas, como formulación distinta de la Vida Consagrada o Vida Religiosa en un instituto religioso. Se refiere a vivir la vida de comunidad en una búsqueda apasionada por la pasión de Dios, la con-pasión de la humanidad y la vida en fraternidad. 

Un proyecto para «buscadores» que pongan «intensidad» en la búsqueda de Dios a través de compromiso en los nuevos campos de misión. ¿Qué es lo más urgente?; ¿qué es lo más necesario? 

Los signos de los tiempos nos invitan a abandonar las respuestas que nos hemos dado en el pasado... y a lanzarnos conjunta y valientemente a explorar la nueva «tierra incógnita» que surge ante nosotros. 

«Se trata de compartir nuestras «preguntas más que respuestas», de ayudarnos unos a otros en nuestra búsqueda de Dios. Más aún, de organizar nuestra vida conforme a aquello que más nos ayuda a buscar a Dios. Será necesaria la oración en común, tiempos de silencio, la dieta, el ayuno como medio para el crecimiento en la búsqueda de Dios... 

Desde un corazón presa de la pasión por Dios y por la humanidad, invita a los «buscadores» en comunidad a una mirada compasiva y crítica ante la tragedia del mundo de hoy: el hambre, la degradación medioambiental y el modelo de desarrollo contraproducente que vivimos. «El Sur está pidiendo desesperadamente: “¡Por favor, que alguien empiece a cambiar, que alguien empiece a poner en práctica en el Norte una nueva forma de vida y de consumo que no nos mate!”». 

En esta respuesta, el autor invita a un estilo de consumo sostenible y solidario, a la luz de la Palabra de Dios y mediante la participación ciudadana, la denuncia pública y la implicación política, porque en este ámbito se juega buena parte de las decisiones que afectan a las estructuras de pecado que gobiernan el mundo: «El fin de la pobreza es una decisión política». Una vida sobria (en sensatez), una vida honrada (en justicia o con justicia) y una vida religiosa (en piedad). Poniendo la intensidad más en el propio estilo de vida que en el uso de los medios y en la eficacia que estos proporcionan. 

Nos invita a una vida ejemplar, desde el testimonio de «avanzadilla», mediante el gesto profético, sin dejar de ser felices. Punto importante en este reto que presenta el autor del libro.

Para llevar a cabo este reto que presenta a los buscadores de la pasión por Dios y por la humanidad invita a vivir la experiencia de una fe comunitaria, donde los valores de cada uno sean potenciados y puestos al servicio de esta «utopía». Para ello es absolutamente necesario el discernimiento comunitario y el reparto de las distintas funciones de cada persona. De ahí brota una de las riquezas de esta oferta. 

Una pasión con dos dimensiones: tan importante como mostrar que una vida sobria, honrada y religiosa es una exigencia moral para con nuestros hermanos hambrientos –«los muchos que poseen poco o nada»– es mostrar que también es una condición imprescindible para la realización y la felicidad de «los pocos que poseen mucho». El irrefutable testimonio de una vida anti consumista no solo es una medida para contribuir a la Justicia, Paz e Integridad de la Creación, sino también para ayudarnos –a nosotros y a las personas de nuestro alrededor– en la búsqueda humana de Dios. ¿Acaso no lo hemos experimentado...? Por eso estoy convencido de que la propuesta de una forma de vida anti-consumista, sobria, honrada y religiosa, es, además de necesaria, un indudable medio de evangelización, una manera de ayudar a que Cristo viva en nosotros y en los demás. 

La propuesta de vida sobria, honrada y religiosa que aquí se formula tiene en común con otras formas de evangelización la pasión por Dios y por los últimos. Pero también se descubre con una particularidad que no se encuentra en ninguna de ellas. La clave está en la compasión hacia los últimos y el deseo de identificarse con ellos. La peculiaridad está en que «los últimos» no son los de nuestro entorno cercano, sino los más necesitados, allí donde estén; los que no pueden satisfacer las necesidades básicas más elementales, hasta el punto de que es su propia vida la que peligra en todo momento. 

La peculiaridad está en identificarse con ellos... sin irse a vivir con ellos. Puesto que una de las causas de su situación tiene que ver con la forma de vida de los países desarrollados, se trata de explorar y adoptar aquí una forma de vida que exprese y manifieste cómo viven allí; que nos haga recordar, en primer lugar a nosotros y también a los que nos quieran ver, que los hambrientos existen y que esperan, al menos, nuestras migajas. 

El autor sueña con:
– Comunidades de buscadores de Dios consagradas a impulsar la innovación que requiere la sociedad en este momento que nos ha tocado vivir..
– Comunidades creativas, experimentales, sin miedo al ensayo y error, en búsqueda permanente de la mejor manera de anunciar a Dios y al Reino en este contexto.
– Comunidades tenaces, persistentes, con un compromiso a medio o largo plazo de sus componentes, que ponen su meta en el fin y no en los medios, capaces de relevarse en una obra que puede sobrevivir a sus miembros.
– Comunidades con una motivación inquebrantable, una fe honda y una esperanza firme.


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