Amor Pan, José Ramón: Bioética y Neurociencias. Vino viejo en odres nuevos. Institut Borja de Bioètica, Barcelona, 2015. 782 páginas. Comentario realizado por Juan Pedro Núñez Partido (Director del Departamento de Psicología, Universidad Pontificia Comillas de Madrid).
El libro del profesor Amor Pan es, sin lugar a dudas, uno de los mejores compendios que sobre esta temática el lector puede encontrarse en lengua española. Aunque solo sea por la extensión de la obra, casi 800 páginas, es fácil imaginar que estamos ante casi una pequeña enciclopedia. De igual manera, probablemente, esta sea la principal dificultad del texto: su extensión y densidad con la que se trabajan todos y cada uno de los temas que a lo largo de sus nueve capítulos se van abordando. Tal vez no todo sea del interés del lector, de ahí que no sea un imperativo tener que leerlo de seguido y valorar si saltarse alguno de sus capítulos más específicos. Por otro lado, es un libro con un vasto aparato crítico (referencias y bibliografía) dando fe de los autores más relevantes en la materia. Escrito de forma suficientemente clara y amena, su lectura resulta fácil y atrapa la atención incluso de los no iniciados en cuestiones bioéticas, filosóficas o neurocientíficas.
El autor es muy honesto y desde el principio despliega de forma rigurosa su análisis crítico con lo que es la visión mecanicista del ser humano, con la idolatría casi religiosa que se brinda hoy en día a las neurociencias y, muy especialmente, con la visión idílica del avance científico sin presuntas ataduras éticas o morales que, en el fondo, lo abocan directamente a quedar bajo el control de los mercados y de los intereses económicos de determinados sectores que son los que financian ciertas líneas de investigación.
Realmente no tiene pudor en ir señalando cómo la mayoría de los debates, aparentemente nuevos, que han surgido en los últimos tiempos a la luz de la ingente cantidad de hallazgos neurocientíficos y sus correspondientes predicciones futuristas sobre sus posibles aplicaciones, son viejas discusiones que siguen adoleciendo de las mismas limitaciones y errores argumentales que durante décadas e incluso siglos han marcado las posiciones sobre el ser humano y el uso del conocimiento que se va adquiriendo de las cosas y de nosotros mismos. De ahí, el subtítulo de esta obra: “Vino viejo en odres nuevos”. En mi opinión, los tres primeros capítulos serían de obligada lectura, pues difícilmente se podrían entender muchas de las cuestiones que se discuten en los siguientes, sin el marco de referencia que estos suponen.
El primer capítulo se aproxima a los hallazgos fundamentales sobre los que se sustenta lo que el propio autor define como “la revolución de las neurociencias”. En él se presentan las luces y las sombras que acompañan el manejo y la publicidad que se hace de los conocimientos sobre la mente y/o el cerebro, así como las críticas que tanto desde dentro como desde fuera del mundo de las neurociencias ponen en entredicho algunas de las afirmaciones que más trascienden a los medios de comunicación. Casi inevitablemente el segundo capítulo se dedica a la necesaria reflexión ética, profunda y bien informada científicamente hablando, sobre la investigación y los avances en este campo. Ahora bien, no sería necesario hablar de una neuroética porque los problemas y las cuestiones a los que se enfrenta esta disciplina son prácticamente los mismos a los que la bioética se lleva enfrentando desde décadas. El tercer capítulo, más extenso, aborda directamente el problema fundamental que subyace al conocimiento cada vez mayor que tenemos del funcionamiento mental y cerebral: qué somos y las implicaciones que a todos los niveles se derivan de la respuesta que demos a esta pregunta, especialmente si nos equivocamos y reducimos al ser humano a lo que no es. El precario conocimiento que todavía se tiene del cerebro, por muy llamativo y espectacular que resulte, no puede convertirse en el centro del universo (neurocentrismo y neuroesencialismo). La neurona es importante, pero no lo es todo.
El siguiente bloque de capítulos arranca en el cuarto, donde el autor debate y aporta los argumentos tanto filosóficos como antropólogos, históricos y científicos que ponen de relieve cómo la prudencia, la humildad y la responsabilidad son las actitudes más sólidas y garantistas. Actitudes que, por otro lado, brillan por su ausencia cuando en los capítulos cinco y seis (dedicados a la “Mejora humana” y el “Transhumanismo y Posthumanismo”, respectivamente) se dibujan las propuestas y los planteamientos que los avances en neurociencias e inteligencia artificial empiezan a inundar los medios de comunicación.
Los tres últimos capítulos se dedican a cuestiones más específicas y al impacto que sobre ellas tienen tanto los avances como las posiciones filosóficas e ideológicas en torno a las neurociencias. Lógicamente, el primero de ellos se centra en el impacto social, en concreto en el ámbito del Derecho, la Política y la Seguridad, tanto interna como externa. En todos estos escenarios ya pueden observarse ciertos efectos y son más aun los que se anuncian. Sin embargo, desgraciadamente, como señala el autor, los cambios se asumen en ausencia de la reflexión que ello requeriría. El capítulo octavo retrata esta misma preocupación pero en el ámbito de la educación mientras que el capítulo noveno afronta abiertamente el tema de la espiritualidad y de Dios. En estas dos esferas de lo humano se hace más evidente que, de seguir primando ciertos planteamientos, el daño probablemente sería mayor, pues obtendríamos como resultado la paradójica deshumanización del hombre: programado más que educado, y negándose a mirar más allá de lo concreto y de sí mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario