Nogués, Ramón M. (coord.): La espiritualidad después de las religiones. La Comarcal, Mataró, 2007. 273 páginas. Comentario realizado por Juan Antonio Irazabal.
El siglo XX empleó con entusiasmo la piqueta de los «maestros de la sospecha»: Nietzsche, Marx y Freud. Algunos muros del edificio cultural de Occidente estaban carcomidos, a punto de derrumbarse, y no faltó trabajo. Pero bastantes empresas de demolición dieron pruebas evidentes de carecer de un proyecto de reconstrucción capaz de responder a las aspiraciones más profundas de la persona humana.
La desorientación y el vacío que, al parecer, caracterizan al postmodernismo actual tienen mucho que ver con aquellos años. De ahí que se haga sentir la necesidad de una síntesis capaz de asumir y superar las críticas del siglo pasado.
La presente obra se sitúa en este contexto. Concretamente, en torno a la problemática que suscita la relación entre psicología y religión. En ella se recogen ocho estudios del Seminario de Psicología de la Religión (de la Fundación Vidal i Barraquer de Barcelona), obra de biólogos, psicoanalistas, psicoterapeutas, antropólogos y teólogos. Así, el diálogo desde puntos de vista muy diversos viene a ocupar el vacío creado por las pasadas descalificaciones mutuas y las tomas de posición excesivamente parciales.
El coordinador de la publicación, Ramón M. Nogués, presenta la novedad que constituye lo que él llama «el desembarco de los neurólogos» en el análisis de la experiencia religiosa: analizan las posibles estructuras del cerebro que explicarían las experiencias religiosas, sin eliminar, reducir o desacreditar su significado espiritual. Hasta el punto de que da la impresión de que nuestras mentes parecen configuradas para la búsqueda del Ser Absoluto.
El jesuita Jordi Font, en su estudio titulado «Psicología y psicopatología de las experiencias religiosas y de la experiencia mística», respondiendo a la pregunta sobre el futuro de las religiones, trata de la manera como se produce en la mente la experiencia religiosa y describe la experiencia mística como expresión de un proceso psicológico madurativo de la persona, sin olvidar los trastornos psicopatológicos que en ocasiones acompañan a la experiencia religiosa. Siempre limitándose al cómo, dado que el qué y el porqué quedan fuera del alcance de la psicología. Entre las psicopatologías ligadas a las religiones, recuerda los fundamentalismos y los fanatismos, los mensajes religiosos tremendistas, los mesianismos delirantes, los posesos del diablo, los dogmatismos de talante progre o retro y los escrúpulos angustiosos.
El médico y psiquiatra Josep Beà se pregunta acerca de la compatibilidad entre psicoanálisis y fe. Y responde, en clave dialogal y testimonial, ofreciendo su propia autobiografía desde los años cincuenta hasta hoy. Según él, el creer, como acción y proceso psíquico, es fundamental para la formación misma de la psique humana. Hace suya la frase de Rof Carballo: «El día más feliz de mi vida fue el día que recuperé la fe». Y cita a toda una serie de eminentes psicoanalistas cristianos.
Álex Escarrà presenta de forma aún más explícitamente autobiográfica su contribución titulada «Evolución personal y vivencia religiosa», en la que estudia la interacción entre psico(pato)logía y religión desde la óptica psicoanalítica. Pretende demostrar la coincidencia entre el psicoanálisis al que el autor se sometió durante más de diez años y el cambio de mentalidad teológica efectuado por sectores minoritarios de la Iglesia católica desde mediados del siglo XX. De esa manera, quiere pasar de la «anécdota» a la categoría. Su resumen de la nueva teología resulta muy completo. Al lector le toca juzgar si de hecho queda probada aquella coincidencia.
Dejando otras colaboraciones por falta de espacio, terminaremos con la que abre este volumen y que lleva por título «El silencio interior en una sociedad laica y global» del jesuita Marià Corbí. Situando la experiencia religiosa (que él prefiere llamar «camino interior» o «vía del silencio») en el actual mundo de la globalización y la innovación, establece una distinción —más aún, oposición— entre fe y creencias. La fe es noticia y certeza, pero no representación, mientras que las creencias estructuran el presente y el futuro según los cánones del pasado y fomentan choques entre los creyentes.
El silencio, en cambio, capacita para tomar distancia respecto a nuestras necesidades y, así, abre los grandes espacios de la gratuidad, los cuales son la religión, la belleza o el amor; puede incluso liberar de las creencias, aunque en ocasiones las utilice. No faltará quien se pregunte si un dualismo tan radical entre silencio y creencias hace justicia, de hecho, a la auténtica experiencia espiritual o religiosa. Al mismo tiempo que queda planteada la cuestión general de la relación entre interioridad y exterioridad en la persona humana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario