Cercas, Javier: El impostor. Random House, Barcelona, 2015. 425 páginas. Comentario realizado por Fátima Uribarri.
Los trucos de un embaucador
Enric Marco, el que fuera presidente de la Amical de Mauthausen, asociación de españoles deportados en campos de concentración nazis, merecía una novela. El personaje es de lo más atractivo para la literatura, no porque haya sido prisionero de los atroces campos nazis, sino precisamente porque nunca estuvo prisionero en ninguno. Enric Marco es un impostor. Se ha inventado una vida. La ha embellecido y adornado según le ha convenido. Y lo ha hecho en todos los aspectos, empezando por el principio, por su fecha de nacimiento: nació el 12 de abril de 1921, pero era mejor, más redondo, haber nacido el día 14 porque así podía comenzar sus conferencias diciendo «nací el 14 de abril de 1921, justo diez años de la proclamación de la República». Así comenzó sus muchas conferencias. Un buen día debió pronunciar la fecha falsa, le pareció buena idea y seguro que acabó creyendo al cabo de los años que su fecha real de nacimiento era esa. Una mentira mil veces repetida se viste de verdad.
Enric Marco ha sido un mentiroso compulsivo. Comenzó a inventarse episodios de su vida –en los que por supuesto salía engrandecido– y no pudo –o no quiso– zafarse de esta costumbre. Su militancia anarquista, su participación en la guerra civil española, su vida durante el franquismo, su primer matrimonio... Todo acabó inmerso en la maraña de falsedades, medias verdades, ocultaciones.
La gran traca final fue su estancia en el campo de concentración de Flossenbürg, en Alemania. Enric Marco dijo haber sido el prisionero 6.448, contó mil veces sus experiencias y sensaciones con todo tipo de detalles. Sus poderes de embaucador son tan increíbles que convenció de su impostura a otros prisioneros de campos de concentración nazis; y si no les convenció, por lo menos les hizo dudar, porque no fueron ellos quienes lo desenmascararon, sino un historiador, Benito Bermejo. Tan hábil fue Enric Marco que consiguió que lo eligieran presidente de la Amical de Mauthausen española.
El caso de Marco recuerda al del francés Jean Claude Roman, aunque hay diferencias abismales en la gravedad de la impostura, y sobre todo en la reacción de ambos a la hora de enfrentarse a la verdad. El 9 de enero de 1993 Roman, hasta entonces un médico de lo más normal, miembro de la Asociación de Padres de Alumnos del colegio de sus hijos, dejó boquiabierta a Francia y al mundo al asesinar a su mujer, a sus hijos, a sus padres y prender fuego a su casa con él dentro en un aparente intento de suicidio que abortaron los bomberos. Roman decidió acabar con todo porque su vida falsa estaba a punto de desvelarse. Llevaba mintiendo desde los 18 años, desde que no se presentó a un examen que dijo haber aprobado. Esa pequeña mentira le encadenó a la siguiente y así fue haciendo una carrera universitaria a ojos de los demás –entre otros, su mujer, compañera de Facultad– sin hacerla. No iba a los exámenes pero pasaba de curso. Se licenció. Fue médico. Trabajó en la Organización Mundial de la Salud... Todo era falso. Vivió de timar a otros, de ‘invertir’ los ahorros de sus padres, de sus suegros, de gente que dejaba el dinero a plazo fijo y no lo tocaba. Ese dinero era el sueldo de la OMS de Roman.
Enric Marco no llegó a los niveles de psicopatía de Roman. Y Marco no es un asesino. Pero les une el haber asumido vivencias que no tuvieron. Y la literatura: Emmanuelle Carrère narró las peripecias de Roman en el libro El adversario, Javier Cercas hace algo similar con Enric Marco en El impostor. Cercas alude en El impostor en varias ocasiones a El adversario, sobre todo cuando habla de la manera en la que el escritor debe afrontar el reto de intentar comprender la mente de un hombre que ha hecho de la mentira uno de los ejes de su vida puesto que la ficción es mentira y es la materia prima del oficio de novelista. ¿O no? A este asunto dedica Javier Cercas gran parte de El impostor, a perorar sobre lo que Mario Vargas Llosa llamó La verdad de las mentiras. «La realidad mata y la ficción salva», repite en varias ocasiones Javier Cercas.
Javier Cercas, que practica un género que él denomina relato real y que podría llamarse también non fiction novel, que es como Truman Capote bautizó a su libro A sangre fría. Es un género que hermana literatura y periodismo: el autor debe relatar una historia real pero con las licencias que permite una novela. Recuerden que Soldados de Salamina, la obra que catapultó a Cercas y con la que mereció ventas millonarias y premios como el Salambó de narrativa y el Grinzane Cavour, también tiene un pie en la realidad, en la asombrosa peripecia de Rafael Sánchez Mazas, a quien un soldado republicano perdonó la vida. También es un relato real Anatomía de un instante, con Adolfo Suárez, el intento de golpe Estado del 23-F y la transición a la democracia en España como protagonistas.
Una de las licencias que se puede permitir el autor de un relato real o de una non fiction novel es incluirse a sí mismo en el relato. Javier Cercas lo hace desde las primeras letras. Comienza El impostor con una larga reflexión del autor en la que cuenta cómo le fascina el personaje, cómo comienza a plantearse escribir un libro sobre Enric Marco y los vaivenes de esta idea. Lo quiere escribir, lo desecha, lo retoma... Y una vez tomada la decisión de zambullirse de lleno en el caso Marco, regresan las reflexiones de Cercas, ¿cómo abordarlo? ¿Es un sinvergüenza Marco o es un Alonso Quijano que decide convertirse en un Don Quijote para poner un poco de sal en su sosa vida?
Las disquisiciones sobre este asunto regresan constantemente durante El impostor, como los acordes de El bolero de Ravel. Se hace cansino. El lector sabe que finalmente Cercas optó por escribir sobre Marco, no es necesario que lo repita una y otra vez. Lo que desea el lector es que Cercas vaya al grano ya de una vez, que narre la vida real de Marco, lo que es verdad y lo que no; que retrate al personaje, que cuente cómo fue desenmascarado, cómo se enfrentó Marco a la verdad cuando ésta se le plantó delante...
Ha recibido Javier Cercas grandes elogios de la crítica por El impostor. Pero en esta ocasión no ha recibido el apoyo de los lectores a los que conquistó, a miles, con Soldados de Salamina. La explicación, en mi opinión, es que en Soldados de Salamina Cercas contó una historia fascinante con gran maestría, haciendo que lo difícil pareciera fácil, deslizando al lector por la intriga a una velocidad deliciosa y constante. No sucede eso en El impostor. Demasiadas vueltas con la verdad y la ficción, alusiones permanentes a Don Quijote, a lo que opinaron Claudio Magris, Fernando Arrabal o Mario Vargas Llosa sobre las imposturas de Enric Marco o sobre lo que es una impostura.
Las andanzas de Marco son Guadianas en El impostor: aparecen y desaparecen interrumpidas por las disquisiciones intelectuales sobre la impostura, la ficción, la verdad, la mentira, la memoria, la historia, la memoria histórica…, que son interesantes, pero que quizás merezcan un libro aparte. Aquí entorpecen, porque abrimos las páginas de El impostor esperando que Cercas nos desnude a Enric Marco, como sí hizo Emmanuele Carrère con Jean Claude Roman en El adversario. Queremos saber cómo pudo este hombre engañar a tantos y de manera tan convincente. Fue memorable su intervención como presidente de la Amical de Mauthausen en el Congreso de los Diputados. Conmovió a todos.
Javier Cercas cumple con el contenido del libro, finalmente explica quién es Marco, pero se demora demasiado en hacerlo: a El impostor le sobran páginas. Cuando se mete en arena, Cercas, que es un excelente investigador y un gran narrador, por fin satisface la curiosidad del lector y retrata a Enric Marco al que define como «un pícaro profesional, un charlatán desaforado, un liante único, maestro en generar confusión y en manejarse dentro de ella».
Es Enric Marco un narcisista absoluto. Necesita ser el protagonista. Quiere ser un héroe. Y es un maestro de la manipulación. Incluso cuando se hizo público que nunca estuvo en el campo de concentración de Flossenbürg, Enric Marco no dejó de acudir a los medios de comunicación, que le entusiasman, a hablar sin parar (su pasión) y a hacerse el héroe: quizás él no ha estado en un campo de concentración alemán, pero él ha contribuido en gran medida a que estos campos se conozcan y a que se recuerde a los españoles que estuvieron presos en ellos. «Marco dice que todos mentimos y que, por lo menos, él mintió con la verdad», explica Javier Cercas. Eso dice Marco.
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