lunes, 26 de febrero de 2024

Julio Luis Martínez: Ciudadanía, migraciones y religión. Por Daniel Izuzquiza

Martínez, Julio Luis: Ciudadanía, migraciones y religión. Un diálogo ético desde la fe cristiana. San Pablo-UPCo, Madrid, 2007. 618 páginas. Comentario realizado por Daniel Izuzquiza.

El tema es pertinente, actual, apasionante y de gran calado. Pocas personas están tan cualificadas como el autor para abordar estas cuestiones con la profundidad, la claridad y el rigor requeridos. La formación y trayectoria del autor facilita, además, un enfoque interdisciplinar imprescindible para comprender adecuadamente la complejidad de los asuntos abordados. Filósofo y teólogo; director de los institutos universitarios de bioética y de migraciones; buen conocedor de tradiciones dialogantes, como las de Rawls, Habermas o Murray; profesor de moral social y voluntario en la pastoral de inmigrantes..., Julio Martínez es la persona adecuada para guiarnos por el análisis crítico de las relaciones entre ciudadanía, migraciones y religión. 

La primera parte, que toma prestado de David Tracy su sugerente título «Nombrar el presente», presenta la migración como la cara humana de la globalización (capítulo 1) y analiza los cambios en la ciudadanía ante las transformaciones sociales (cap. 2), el impacto de la globalización política (cap. 3) y la sociedad multicultural (cap. 4). Señalo tan sólo dos relevantes matices lingüísticos: el autor habla correctamente de «migración» y no de inmigración, porque estamos ante un fenómeno global y complejo que ni comienza en nuestras fronteras ni se puede mirar sólo desde la óptica de las sociedades receptoras. Segunda precisión terminológica: es imprescindible considerar la distinción entre lo «multicultural», como realidad descriptiva de sociedades plurales, y lo «intercultural», como apuesta e ideal a construir creativamente. Esta distinción, introducida ya en el capítulo 4, se retomará con más detalle en la tercera parte de la obra. 

El segundo bloque del libro aborda los diversos modelos de ciudadanía vigentes en el debate contemporáneo e implícitos en la praxis cotidiana de nuestras sociedades. Sucesivamente van apareciendo los modelos liberal de Rawls y otros (cap. 5), comunitarista de Taylor, Walzer y Kymlicka (cap. 6), republicano de Philip Pettit y John C. Murray (cap. 7), comunicativo de Habermas (cap. 8) y de la doctrina social de la Iglesia (cap. 9). Dos son las virtudes destacadas de la exposición de Julio Martínez en este apartado: primero, la claridad expositiva y la valoración ponderada de los diversos modelos; segundo, la introducción de propuestas que, siendo importantes, no siempre se consideran en otros textos generales. En este sentido, cabe destacar la presentación de la doctrina social católica, que abre al horizonte ético de la ciudadanía mundial. El profesor Martínez hace una aportación relevante, porque últimamente abundan presentaciones similares, pero que empiezan a sonar a tópicos manidos, pues no siempre conocen bien el debate planteado ni los matices a considerar.

La tercera parte del libro introduce, en tres capítulos, las perspectivas éticas del diálogo intercultural. De nuevo, se agradece la consistencia intelectual del autor, que, más allá de modas pasajeras, reflexiona sobre cuestiones de envergadura en coherencia con su discurso argumental. No es sólo que «toque» hablar de interculturalidad, sino que estamos ante un asunto central de nuestro tiempo que, por un lado, pide buscar una ubicación ética para el pluralismo cultural (cap. 10) y, por otro, requiere construir una ética intercultural (cap. 11). Sólo desde ahí se valora en sus justos términos la relevancia y la importancia ética de la educación intercultural (cap. 12). A lo largo de estas páginas destaca la apuesta del autor por una deliberación ética que incluye tanto procedimientos correctos como sustancia moral (pp. 338, 345, 351) y el recurso a la ciudadanía como categoría mediadora y como marco en el que insertar la construcción de la sociedad intercultural (pp. 365, 385). 

Con la cuarta parte, el libro se adentra explícitamente en las cuestiones religiosas, analizando el reto de ser ciudadanos y creyentes en contextos de diversidad cultural y religiosa. Un primer paso (cap. 13), de corte más sociológico, describe el nuevo rostro de la religión en el mundo contemporáneo y plantea algunas de las cuestiones nucleares que debemos estudiar (pp. 433-435). Desde aquí, Julio Martínez se dedica a repensar el puesto político o público de la religión (cap. 14), señalando que la separación Iglesia-Estado no se opone a la cooperación con las confesiones religiosas y optando por una «neutralidad benevolente». Como un ejemplo visible, en el cap. 15 analiza el espacio de los símbolos religiosos (concretamente, el asunto del velo islámico en Francia) como concreción de las relaciones entre ciudadanía y laicidad. Una vez más, el autor defiende el diálogo cívico y la concordia razonable entre religiones, apostando por el diálogo interreligioso como cultura, expresión sugerente que debería explorarse ulteriormente. 

Como se ve, este planteamiento es todavía general y se apoya en las reflexiones de la filosofía política, por lo que debe complementarse con la quinta y última parte, que concreta lo anterior analizando la presencia de la Iglesia católica en una sociedad pluralista. Aquí el planteamiento se torna más específico y sustentado en la reflexión teológica. El capítulo 16, casi introductorio de este bloque, sitúa la relación entre Iglesia y crítica social. Destaca, a continuación, el papel de la Iglesia católica como comunidad mundial, como actor global-local, como sacramento de unidad en un mundo globalizado (cap. 17). La respuesta de la doctrina social de la Iglesia al desafío de la migración constituye el núcleo del cap. 18, que ofrece una presentación clara y ponderada que ayudará a conocer, valorar y aplicar este espléndido «corpus doctrinal» que se apoya en y lanza a una praxis comprometida al servicio de las personas migrantes. 

El balance final (pp. 591-617) no es simplemente un resumen de lo anterior, sino un decantado conclusivo que plantea cuestiones de fondo y lanza nuevos retos. Destaco tres: la vinculación entre ciudadanía y participación, con el reto de plasmar verdaderas prácticas de participación ciudadana. La relación entre ciudadanía y el espacio público de la religión, con el reto de superar los límites de la razón pública de la democracia liberal y favorecer así una plena, creativa y plural integración social de los migrantes. Y, finalmente, algunos acentos de la propuesta moral católica, con el reto de encarnarla de manera consistente y creíble. 

Como no podía ser de otra manera, dada la importancia y complejidad del tema, estamos ante un libro voluminoso. Sin embargo, sus más de 600 páginas no deberían asustar a ningún lector, ya que el texto fluye con soltura, y los contenidos se articulan con claridad. El libro será de utilidad para investigadores y especialistas, para estudiantes y personas interesadas en estas cuestiones, para profesionales técnicos y voluntarios implicados directamente en la atención a los migrantes. Entre otras muchas cosas, a los creyentes les ayudará a comprender la complejidad de los asuntos, y a quienes se acerquen a las migraciones desde una óptica más secular les ayudará a integrar el elemento religioso en su análisis y actuación.


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