viernes, 2 de febrero de 2024

Tomás Spidlik: Ignacio de Loyola y la espiritualidad oriental. Por Alberto García Estébanez

Spidlik, Tomás: Ignacio de Loyola y la espiritualidad oriental. Guía para la lectura de los Ejercicios Espirituales. Mensajero-Sal Terrae, Bilbao-Santander, 2008. 168 páginas. Comentario realizado por Alberto García Estébanez.

El presente libro parte de un enfoque relativamente novedoso, el de la convicción expresada por el mismo autor de que «quien se dedica a estudiar la espiritualidad del Oriente cristiano no puede dejar de leer a San Ignacio con ojos habituados a la luz de la enseñanza de los Padres del desierto, de los grandes maestros espirituales griegos, sirios, rusos... Por lo tanto, se pregunta continuamente cómo el Peregrino de Loyola se inserta en este largo camino de la tradición de los Padres». Se trata, por tanto, de mirar a Ignacio –sus Ejercicios Espirituales– «con ojos orientales». 

Con estas palabras formula el autor su objetivo, que irá desgranando a lo largo de los diez capítulos de que consta el libro. El primer capítulo –«Manresa»–, bajo el «símbolo de la cueva», le da pie a presentar la importancia de las grutas en los ascetas orientales, con todas las ramificaciones o experiencias espirituales que en ellas se encierran y a las cuales hace referencia Ignacio en algunos números importantes de su libro. El segundo capítulo –«El hombre es creado»– va presentando las vetas clave del «Principio y fundamento» y los interrogantes que normalmente le acompañan: ¿Antropocentrismo o teocentrismo?, ¿autocentramiento o perspectiva dialógica del hombre?, ¿energía de Dios-sinergia humano-divina?, ¿salvación celestial o salvación terrenal?, etc. Cada unos de estos interrogantes va siendo respondido desde una gran variedad de autores, entre los que sobresalen San Basilio, V. Soloviev, San Gregorio Nacianceno... El tema de las cosas creadas y el modo de relacionarse con ellas está desarrollado en el capítulo tercero –«El uso de la criaturas»–, presentando las diversas escuelas que van apareciendo en Oriente y Occidente a la hora de explicar su rica identidad y el modo más adecuado de relacionarse el hombre con ellas. Nuevos autores van apareciendo en este tema (Orígenes, San Juan Crisóstomo, los modernos «sofiólogos» rusos, el peregrino ruso...). También el tema de la indiferencia, central en el «Principio y fundamento», es tratado en el capítulo quinto –«La indeferencia, retorno al Paraíso, la libertad interior»–. Aquí, la palabra clave desde la perspectiva oriental (sobre todo en San Gregorio de Nisa) es apátheia, que se identifica con la libertad interior, muy cercana, por tanto, al modo en que la entiende Ignacio. Algo que no se consigue sin fatiga y esfuerzo («hacerse indiferentes»). 

El capítulo quinto –«Por este nombre, Ejercicios espirituales, se entiende todo modo de examinar la consciencia, de meditar, orar...»– está dedicado fundamentalmente a la oración según san Ignacio y a mostrar cómo su modo de concebirla se inserta plenamente en la tradición oriental (San Basilio, San Máximo Confesor...). El autor se detiene especialmente en este capítulo, pues el tema de la oración convoca en torno a sí a todos los grandes autores, tanto orientales como occidentales. Finalmente, y dentro todavía del marco del «Principio y fundamento» y de las primeras notas del libro de los Ejercicios, dedicará el capítulo sexto al tema de «El discernimiento de espíritus», en el que sobresalen los antiguos monjes (Casiano, Evagrio...), San Máximo Confesor, etc. 

Con el capítulo séptimo se da paso a «La primera semana» y, por tanto, al tema del pecado, deteniéndose en varios subcapítulos, como el del infierno, el del examen de conciencia y la compunción. Citas de san Atanasio, San Juan Crisóstomo... van iluminando la rica y compleja experiencia del pecado, que Ignacio también ha situado en el pórtico de sus Ejercicios, porque de su vivencia profunda depende el que se pueda seguir transitando con soltura por las siguientes etapas del camino. El capítulo octavo –«La segunda semana»– comienza con un comentario a la llamada del Rey, acentuando el puesto central que ocupa también Cristo en el pensamiento ruso (G.S. Skovoroda, Dostoievsky, V. Ivanov, V.S. Soloviev), recorriendo a continuación los temas clásicos de esta segunda semana, como son: la imitación de Cristo, banderas, binarios, elección, grados de humildad, etc. El capítulo noveno –«La tercera semana»– pretende responder a la siguiente pregunta: ¿cuál sería, según San Ignacio, el fin principal de las meditaciones sobre la pasión de Cristo? Temas como la compasión, el sufrimiento, el esconderse de la divinidad, la devoción a Cristo sufriente... son nuevamente confrontados con autores como Soloiev, Dostoievski, Tolstoi, Pasternak... El décimo y último capítulo –«La cuarta semana»– recorre temas como el descenso a los infiernos, «el oficio de consolar», las apariciones, las reglas para el recto sentir, la contemplación para alcanzar amor, el corazón humano como «lugar de Dios»... Los Padres siriacos, el Pseudo-Macario, Tichón Zadonski y otros salen a escena, completando así la rica cadena de autores orientales que han ido desfilando a lo largo del libro. 

A destacar la brevedad, la precisión y el dominio con que el autor va haciendo este recorrido, del que salen beneficiados tanto Ignacio –su libro se lee con aires nuevos– como la espiritualidad oriental, contrastada y enriquecida por el modo de pensar y de ser plasmados por Ignacio en su libro de los Ejercicios y que le ha valido ser reconocido como uno de los grandes místicos, no sólo en el mundo occidental sino también en el oriental, como ha quedado patente en este libro. 


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