Lamet, Pedro Miguel: El aventurero de Dios. Francisco de Javier. La Esfera de los Libros, Madrid, 2006. 742 páginas. Comentario realizado por Juan Antonio Irazabal.
Se lee como una novela y es historia. El apéndice titulado «Fuentes e historicidad de este libro» merece tenerse en cuenta antes de lanzarse a esta lectura. Los estudios exhaustivos del historiador G. Schurhammer —en lo que se refiere a los hechos mismos— y el del gran teólogo Xavier Léon–Dufour — que profundizó en la experiencia mística de Javier—, entre otros, han sido abundantemente explotados por el autor. No era necesario inventarse nada. El problema que ha tenido que plantearse al autor habrá sido más bien el inverso: pasar por alto episodios «menores» o recogerlos para pintar un retrato lo más completo posible del personaje, con las inevitables ventajas e inconvenientes de cada opción. La narración, frecuentemente adornada con finas pinceladas poéticas, no decae en su intensidad dramática y da pie a no poca reflexión.
Se lee como una novela y es historia. El apéndice titulado «Fuentes e historicidad de este libro» merece tenerse en cuenta antes de lanzarse a esta lectura. Los estudios exhaustivos del historiador G. Schurhammer —en lo que se refiere a los hechos mismos— y el del gran teólogo Xavier Léon–Dufour — que profundizó en la experiencia mística de Javier—, entre otros, han sido abundantemente explotados por el autor. No era necesario inventarse nada. El problema que ha tenido que plantearse al autor habrá sido más bien el inverso: pasar por alto episodios «menores» o recogerlos para pintar un retrato lo más completo posible del personaje, con las inevitables ventajas e inconvenientes de cada opción. La narración, frecuentemente adornada con finas pinceladas poéticas, no decae en su intensidad dramática y da pie a no poca reflexión.
De ahí que pueda esta vez decirse con razón que «esta obra viene a llenar un gran hueco». Las hábiles puestas en escena y las descripciones detalladas de personajes y situaciones ayudarán, sin duda, a comprender mejor lo que significan concretamente los datos escuetos de la vida del gran misionero, incluso a quienes tengan un buen conocimiento de la vida y la espiritualidad del gran misionero. Saber que uno de cada tres días de su vida los pasó Javier embarcado adquiere un nuevo significado después de leer el capítulo cuarto de esta biografía (Alta mar) que hace revivir muy de cerca el viaje de Lisboa a la India (un año de duración y 80 muertos en la flotilla solamente hasta Mozambique).
Lamet ha tenido el acierto de comenzar la narración, siguiendo en esto la preceptiva poética de Aristóteles, in medias res, al comienzo de la aventura misionera de Javier, cuando se preparaba a zarpar para la India y hubo de acompañar como confesor a uno de los condenados a la hoguera en el primer auto de fe de la Inquisición portuguesa. El narrador de toda esta historia (único personaje ficticio) será precisamente un cristiano nuevo que huye él mismo de la quema y, por ello, se condena a una perpetua huida y disimulo y al drama de unos amores truncados, y que terminará como secretario particular del gran misionero. Así se explica que «lo sepa todo» (sin embargo, llama la atención que Javier se confíe enteramente a él desde el primer momento).
Después, por medio de una serie de flash-backs, se narran la infancia del héroe, la guerra entre Castilla y Navarra, en la que toman parte sus hermanos, y su salida del valle paterno camino de París, dejando atrás un castillo desmochado. Las páginas que narran la batalla de Pamplona revisten un especial dramatismo. En ellas aparece ya un tal Íñigo de Loyola.
París, con su vida universitaria y estudiantil y la gran tensión entre reformadores y contrarreformadores es el centro de otra reconstrucción histórica exitosa. A partir de este momento, Ignacio y la Compañía de Jesús ocuparán un lugar importante en la vida de Javier y en este relato. El autor, jesuita como el biografiado, destaca de nuevo en la presentación —a través de la acción misma— de la espiritualidad ignaciana y de la experiencia mística de Francisco.
La colonización portuguesa, mezcla de codicia, violencia y proyectos de evangelización con métodos no pocas veces antievangélicos, acompañará continuamente como un telón de fondo al gran misionero. La carta de Javier al rey Juan III, citada por extenso, sigue siendo hoy todavía un modelo de libertad evangélica en la denuncia de toda clase de abusos.
La pasión de Javier en la evangelización de Japón, donde dio muestras de una gran flexibilidad mental y táctica, su entrega a los apestados de Malaca, su muerte por agotamiento a las puertas de China son otros tantos capítulos inolvidables. En todos ellos destaca este hombre completamente olvidado de sí mismo, desbordante de fuerza y simpatía y entregado a cuantos encuentra en su camino. En suma, un personaje inolvidable en una biografía muy lograda.
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